Nombramiento del general Franco como Jefe del Gobierno del Estado para niños
El nombramiento del general Franco como Jefe del Gobierno del Estado ocurrió el 28 de septiembre de 1936. Esta decisión fue tomada por los altos mandos militares del sector del Ejército que se había levantado en armas. Una semana antes, ya lo habían nombrado Generalísimo, que es el rango más alto en el ejército.
Los generales votaron para nombrarlo «Jefe del Gobierno del Estado, mientras dure la guerra». Sin embargo, en el documento oficial de la Junta de Defensa Nacional publicado al día siguiente, se quitó la frase «mientras dure la guerra». En su lugar, se añadió que Franco «asumiría todos los poderes del nuevo Estado».
El 1 de octubre, en una ceremonia especial en Capitanía General de Burgos, el general Franco recibió sus nuevos poderes. Desde entonces, fue conocido como «Jefe del Estado» durante su largo periodo de gobierno. Este día se celebraba oficialmente cada año como el día de la «Exaltación de Franco a la Jefatura del Estado» o «Día del Caudillo».
Contenido
- ¿Cómo llegó Franco a ser Jefe del Estado?
- El Nombramiento Oficial
- La reunión del 21 de septiembre: Franco, «Generalísimo»
- La reunión del 28 de septiembre: Franco, «Jefe del Gobierno del Estado, mientras dure la guerra»
- El decreto de la Junta de Defensa Nacional: Franco, «Jefe del Gobierno del Estado»
- Investidura del 1 de octubre: Franco, «Jefe del Estado»
- Franco, «Caudillo»
- Consecuencias del Nombramiento
- Galería de imágenes
¿Cómo llegó Franco a ser Jefe del Estado?
El proceso para que Franco fuera elegido líder militar y político fue complicado. Las fuentes históricas no siempre coinciden en los detalles y las fechas exactas.
La Junta de Defensa Nacional: Un Gobierno Provisional
Los militares que se levantaron en julio de 1936 no tenían un plan político claro. Solo querían cambiar la situación del país. Había militares con diferentes ideas: algunos querían la monarquía, otros eran carlistas, e incluso algunos eran republicanos. No había generales que apoyaran el fascismo o la Falange Española al principio.
Esta variedad de ideas hizo que el movimiento no tuviera una definición política clara. Su objetivo principal era derribar el gobierno del Frente Popular y evitar una posible revolución. Querían establecer un gobierno militar liderado por el general Sanjurjo, que estaba exiliado en Portugal.
El general Sanjurjo era el líder principal del levantamiento. Sin embargo, el 20 de julio, Sanjurjo falleció en un accidente de avión cuando intentaba regresar a España. Esto dejó a los generales sin un jefe claro. Como Franco estaba en el Protectorado de Marruecos, el general Mola tomó la dirección política del movimiento.
El 24 de julio, Mola creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional. Esta Junta buscaba suplir la falta de un mando único. Estaba presidida por el general de mayor rango, Miguel Cabanellas, pero su autoridad sobre los demás generales era limitada. La Junta solo quería asegurar las funciones básicas del gobierno hasta que pudieran tomar Madrid.
El poder real de la Junta se limitaba a la zona norte, controlada por Mola. En el sur, el general Queipo de Llano había establecido su propio control en Andalucía Occidental, y el general Franco era el líder supremo de las fuerzas en el Protectorado español de Marruecos. Franco y Queipo de Llano no se unieron a la Junta hasta el 3 de agosto.
La Junta de Defensa Nacional asumió «todos los poderes del Estado». Declaró el estado de guerra en toda España, lo que permitió juzgar rápidamente a quienes se oponían al levantamiento. También prohibió los partidos y sindicatos que habían apoyado al gobierno anterior.
Sin embargo, las potencias extranjeras que apoyaron a los militares sublevados, como Italia y Alemania, no trataron con la Junta. En cambio, negociaron directamente con el general Franco, ya que sus enviados fueron quienes consiguieron la ayuda militar.
Pronto se hizo evidente la necesidad de unificar el mando y crear un gobierno más estable que la Junta de Burgos. Los éxitos militares y la expectativa de tomar Madrid hicieron que los generales vieran la necesidad de concentrar la dirección en un solo líder.
El ascenso del general Franco (julio-septiembre de 1936)

Antes del levantamiento de julio de 1936, el general Franco pensaba que el movimiento sería «muy difícil y muy sangriento y durará bastante». Él respetaba el liderazgo de Sanjurjo y, al principio, aspiraba a ser alto comisario de Marruecos si el levantamiento tenía éxito.
Franco creía que el Ejército no debía someterse al poder civil. Por ejemplo, en marzo de 1936, cuando llegó a Cádiz, criticó al gobernador militar por no usar las tropas para detener los disturbios en la ciudad.
El 18 de julio de 1936, al saber que el levantamiento había triunfado en Melilla, Ceuta y el Protectorado de Marruecos, Franco declaró el estado de guerra en Canarias. Envió telegramas a otros centros militares animándolos a unirse.
Inmediatamente, Franco envió a Luis Bolín a Roma para pedir ayuda a Italia. Bolín aseguró que Franco sería el líder del levantamiento tras la muerte de Sanjurjo. Lo mismo ocurrió con Alemania, que recibió la petición de ayuda en nombre del general Franco. Así, Franco empezó a ser visto como el líder con apoyo internacional.
El 22 de julio, Franco mencionó que se establecería un Directorio militar presidido por él, con Mola y Queipo de Llano. Sin embargo, el 24 de julio se formó la Junta de Defensa Nacional, y la idea del Directorio no se volvió a mencionar.
El 27 de julio, Franco dio su primera entrevista a un periodista estadounidense. Cuando le preguntaron cuánto duraría la guerra, Franco respondió: «No puede haber acuerdo ni tregua. Seguiré preparando mi avance hacia Madrid. Avanzaré. Tomaré la capital. Salvaré a España del marxismo a cualquier precio».
El 1 de agosto de 1936, don Juan de Borbón, hijo del rey Alfonso XIII, intentó unirse a las fuerzas sublevadas. Mola ordenó que lo devolvieran a la frontera, lo que generó la hostilidad de los generales monárquicos y facilitó el camino para el liderazgo de Franco.

El 7 de agosto, Franco estableció su Cuartel General en el Palacio de Yanduri en Sevilla. Allí formó un equipo inicial con sus ayudantes y otros generales.
El 11 de agosto, Franco y Mola hablaron por teléfono. Mola le cedió a Franco el control de los suministros que venían del extranjero. Esto significó que Franco dominaría el ataque a la capital, lo que tenía importantes implicaciones políticas. Poco después, agentes alemanes comunicaron a Mola que la ayuda de Alemania se gestionaría a través de Franco.

El 15 de agosto, Franco decidió adoptar la bandera rojigualda como símbolo de las fuerzas sublevadas, sin consultar a Mola ni a la Junta. Este acto fue interpretado por algunos como un paso hacia la restauración de la monarquía. Franco lo proclamó desde el balcón del ayuntamiento de Sevilla, besando la bandera y gritando a la multitud. Dos semanas después, la Junta Nacional de Defensa ratificó esta decisión. Con este gesto, Franco se presentó como el líder más seguro para los conservadores y monárquicos.
El 16 de agosto, Franco se reunió con Mola en Burgos. Hablaron de la necesidad de un mando militar único y de una organización política centralizada, pero no tomaron decisiones. Los colaboradores de Franco ya estaban convenciendo al servicio secreto alemán de que Franco era el «comandante supremo».

El 26 de agosto, Franco trasladó su Cuartel General a Cáceres, al Palacio de los Golfines de Arriba. Allí formó su primer equipo político para negociar con alemanes e italianos. Este equipo incluía a su hermano mayor, Nicolás Franco, quien se convirtió en una figura clave. Los falangistas organizaron una concentración donde Franco fue aclamado como jefe y salvador de España.

El 28 de agosto, el jefe de los servicios secretos alemanes, el almirante Canaris, acordó con su homólogo italiano, el general Mario Roatta, que los suministros se canalizarían solo a través de Franco, porque él tenía el «mando supremo de las operaciones». Poco después, el general Roatta presentó sus credenciales a Franco, reconociéndolo como líder del bando sublevado.
A principios de septiembre, tras la toma de Talavera de la Reina e Irún, se formó un nuevo gobierno republicano. Esto hizo que en el bando sublevado se sintiera aún más la urgencia de un mando único.
A mediados de septiembre, un agente alemán le transmitió a Franco el deseo del gobierno alemán de que él fuera el Jefe del Estado. Franco se mostró reacio al principio, pero el agente le advirtió que los suministros de guerra alemanes podrían peligrar si no aceptaba. El hermano de Franco, Nicolás, se comprometió a convencerlo.
Nicolás Franco y otros militares, como el general Kindelán, ya estaban impulsando la candidatura de Franco para que fuera comandante en jefe y luego jefe del Estado. Fue el propio Franco quien finalmente pidió una reunión para tratar el tema.
La reunión se fijó para el 21 de septiembre. Ese día, las tropas de Franco tomaban Maqueda, un punto estratégico cerca de Madrid y Toledo. El Alcázar de Toledo llevaba dos meses sitiado, y se había convertido en un símbolo de resistencia para el bando sublevado.
El Nombramiento Oficial
La reunión del 21 de septiembre: Franco, «Generalísimo»
La reunión de los mandos militares sublevados tuvo lugar el 21 de septiembre en un aeródromo cerca de Salamanca. Asistieron los generales de la Junta de Defensa Nacional y otros importantes generales.
Allí, discutieron la necesidad de un mando único para las fuerzas sublevadas. Nombraron al general Franco para el cargo. Él era quien lideraba el ejército que estaba cerca de Madrid y quien había conseguido la ayuda de Alemania e Italia. Otros posibles candidatos fueron descartados por diversas razones. Todos los generales votaron por Franco, excepto Cabanellas, quien se abstuvo y expresó sus dudas sobre el futuro liderazgo de Franco.
Se decidió no hacer público el nombramiento hasta que la Junta de Defensa Nacional lo ratificara formalmente. Algunos historiadores creen que esto se debió a las dudas de los generales, mientras que otros sugieren que fue para resolver la cuestión de los poderes políticos que tendría el Generalísimo.
La reunión del 28 de septiembre: Franco, «Jefe del Gobierno del Estado, mientras dure la guerra»

Después de decidir el mando militar único, quedaba por definir el mando político. Antes de abordar esto, el general Franco tomó una decisión estratégica importante. Ordenó a sus tropas que, en lugar de seguir hacia Madrid, se desviaran a Toledo para liberar el Alcázar, donde se habían refugiado personas. El 27 de septiembre lograron su objetivo.
Se ha debatido mucho por qué Franco tomó esta decisión, ya que retrasó el avance sobre Madrid y dio tiempo a los republicanos para reorganizarse. Sin embargo, hay un amplio acuerdo en que la liberación del Alcázar de Toledo fue un gran éxito político y de propaganda para Franco. Él mismo dijo que fue un «error militar» deliberado por razones políticas.
La tarde del 27 de septiembre, al conocerse la noticia de la liberación del Alcázar, el coronel Yagüe y el general Millán Astray elogiaron a Franco desde el balcón del Palacio de los Golfines de Arriba. La multitud gritaba «¡Franco, Franco, Franco!».
Esa misma tarde, Nicolás Franco y Alfredo Kindelán prepararon un borrador de decreto para la reunión del día siguiente. En él se decía que el Generalísimo asumiría la función de Jefe del Estado «mientras dure la guerra».
En la reunión del 28 de septiembre en Salamanca, algunos generales se mostraron reacios a otorgar poderes políticos a Franco. Sin embargo, los partidarios de Franco lograron convencer al resto. Se acordó nombrar a Franco «Jefe del Gobierno del Estado español, mientras dure la guerra».
El decreto de la Junta de Defensa Nacional: Franco, «Jefe del Gobierno del Estado»
La Junta de Defensa Nacional, creada por Decreto de veinticuatro de julio de mil novecientos treinta y seis, y el régimen provisional de Mandos combinados, respondían a las más apremiantes necesidades de la liberación de España.
Organizada con perfecta normalidad la vida civil en las provincias rescatadas, y establecido el enlace entre los varios frentes de los Ejércitos que luchan por la salvación de la Patria, a la vez que por la causa de la civilización, impónese ya un régimen orgánico y eficiente, que responda adecuadamente a la nueva realidad española y prepare, con la máxima autoridad, su porvenir. — Decreto número 138.- Nombrando Jefe del Gobierno del Estado Español al Excelentísimo Sr. General de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado. Publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España número 32, de 30 de septiembre de 1936
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El general Cabanellas, como presidente de la Junta de Defensa Nacional, fue el encargado de publicar el decreto. El decreto n.º 138, publicado el 30 de septiembre, introdujo dos cambios importantes: se eliminó la frase «mientras dure la guerra» y se añadió que Franco «asumirá todos los poderes del nuevo Estado».
Se cree que fue el propio Franco o su hermano Nicolás quienes hicieron estos cambios. Algunos historiadores lo consideran un «verdadero golpe de Estado» dentro del propio movimiento. Otros, sin embargo, argumentan que no fue necesario un engaño, ya que Franco, al ser nombrado jefe del gobierno, simplemente se atribuyó plenos poderes.
El mismo día de la publicación del decreto, Franco visitó el Alcázar de Toledo. Las imágenes de este evento se difundieron por todo el mundo, convirtiendo a Franco en una figura internacional y en el salvador de los sitiados en la zona sublevada.
Investidura del 1 de octubre: Franco, «Jefe del Estado»
La prensa de la zona sublevada publicó que Franco había sido nombrado «Jefe del Estado». La ceremonia de investidura tuvo lugar el 1 de octubre en el salón del trono de la Capitanía General de Burgos. Franco fue recibido por una guardia de honor y la multitud. Estuvieron presentes los representantes diplomáticos de Alemania, Italia y Portugal.
Allí, el general Cabanellas le entregó formalmente los poderes de la Junta Nacional de Defensa, reconociéndolo como «Jefe del Estado Español». Franco respondió que recibía una España unida y que su mano «estará siempre firme».
Después de la ceremonia, el Generalísimo y Jefe del Estado salió al balcón para dirigirse a la multitud. En su discurso, no mencionó la restauración de la monarquía ni ningún sistema político específico. Dijo que establecería un «régimen jerárquico de armonioso funcionamiento». Por la noche, a través de la radio, Franco afirmó que su proyecto era construir un Estado nuevo y totalitario.
Una de sus primeras decisiones fue enviar un telegrama a Hitler, expresando su «afectuoso agradecimiento» y «total admiración» por él y por la «nueva Alemania». También mostró su gratitud por la «valiosa ayuda moral y material».
El primer decreto que promulgó, creando la Junta Técnica del Estado, lo firmó como «Jefe del Estado», título que usaría durante sus 39 años de gobierno. Se rodeó de un ceremonial propio de un Jefe de Estado, con una escolta y exigiendo a los visitantes vestir de forma formal. Su foto apareció en todas las oficinas y escuelas.
La Junta Técnica del Estado reemplazó a la disuelta Junta de Defensa Nacional. Este órgano administrativo se encargó de reestructurar la sociedad, devolviendo propiedades a sus antiguos dueños y controlando a los funcionarios. Las cuestiones militares quedaron bajo la autoridad exclusiva del Generalísimo.
La sede de la Junta Técnica del Estado se estableció en Burgos, que se convirtió en la capital administrativa. Sin embargo, la capital política de la zona sublevada era Salamanca, donde residía el poder militar de Franco.
Franco, «Caudillo»
El día antes de la investidura de Franco, el obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel publicó un escrito donde presentaba la guerra como una «cruzada por la religión, la patria y la civilización». Esto dio una nueva justificación religiosa a la causa de los sublevados. Así, el Generalísimo no solo era el «jefe y salvador de la Patria», sino también el Caudillo de una nueva «cruzada» en defensa de la fe católica y del orden social.
El día de la investidura, el cardenal Gomá felicitó a Franco, quien le pidió que rezara para que Dios le diera fuerzas para «crear una nueva España». El obispo Pla y Deniel cedió su palacio episcopal en Salamanca para que Franco lo usara como su Cuartel General. Además, Franco recibió el privilegio de entrar y salir de las iglesias bajo un dosel, algo reservado a los reyes.
Tras ser nombrado Generalísimo y Jefe del Estado, se inició una campaña para ensalzar su figura como Caudillo. Este título era similar a los usados por Hitler y Mussolini, y recordaba a los jefes guerreros medievales. Todos los periódicos de la zona sublevada fueron obligados a incluir el lema «Una patria, un Estado, un Caudillo». En sus apariciones públicas, Franco era aclamado con gritos de «¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!». El título de Caudillo se hizo oficial en diciembre de 1936.
Consecuencias del Nombramiento
Con el nombramiento del general Franco como «Generalísimo» y «Jefe del Gobierno del Estado» (aunque él usó el título de «Jefe del Estado»), terminó la etapa provisional de la Junta de Defensa Nacional. Se estableció un gobierno personal.
Después de que no se lograra tomar Madrid rápidamente, y con la perspectiva de una guerra larga, el Generalísimo Franco, con la ayuda de su cuñado Ramón Serrano Suñer, comenzó a organizar el «Nuevo Estado» en la zona sublevada. El primer paso fue el Decreto de Unificación en abril de 1937, que unió a todas las fuerzas políticas que apoyaban el levantamiento en un solo partido. El siguiente paso fue el nombramiento de su primer gobierno en enero de 1938, que reemplazó a la Junta Técnica del Estado.
La construcción de este «Nuevo Estado» implicó eliminar todo lo relacionado con la República. En la zona sublevada, se tomaron medidas estrictas contra personas, organizaciones e instituciones que se consideraban ligadas a la República. Franco contó con el apoyo de la Iglesia católica, y muchos religiosos lo veían como un enviado de Dios para restaurar el orden.