Inés Enríquez de Castilla para niños
Datos para niños Inés Enríquez de Castilla |
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Abadesa del convento de Santa Clara la Real de Toledo | ||
![]() Escudo de armas de Inés Enríquez de Castilla.
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Información personal | ||
Fallecimiento | c. 1443 |
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Sepultura | Convento de Santa Clara la Real de Toledo | |
Familia | ||
Casa real | Casa de Trastámara | |
Padre | Enrique II de Castilla | |
Madre | Juana de Cárcamo | |
Inés Enríquez de Castilla (fallecida alrededor de 1443) fue una dama y religiosa castellana. Fue hija del rey Enrique II de Castilla y de Juana de Cárcamo.
Inés Enríquez fue abadesa del Convento de Santa Clara la Real (Toledo) desde 1393 hasta 1443. Los historiadores destacan su importante labor y su personalidad. Su historia está muy unida a la de su hermana, Isabel Enríquez de Castilla, quien también fue monja y abadesa en el mismo convento.
Contenido
Orígenes familiares de Inés Enríquez
Algunos historiadores afirman que Inés Enríquez, al igual que su hermana Isabel, fue hija del rey Enrique II de Castilla y de Juana de Cárcamo. Sin embargo, en siglos pasados, otros autores no mencionaron la identidad de su madre.
Inés Enríquez era nieta, por parte de su padre, del rey Alfonso XI de Castilla y de Leonor de Guzmán, con quien el rey tuvo varios hijos. Fue media hermana, por parte de padre, de Juan I de Castilla, quien también fue rey, y de Fadrique de Castilla, duque de Benavente.
Biografía de Inés Enríquez
Inés Enríquez y el convento de Santa Clara la Real de Toledo

No se sabe la fecha exacta de su nacimiento. Alrededor de 1370 o 1375, Inés y su hermana Isabel ingresaron como religiosas en el convento de Santa Clara de Toledo. Este era uno de los conventos más importantes de la ciudad. Se sabe que en 1376 ya eran monjas allí. Desde 1372, el convento empezó a llamarse "Santa Clara la Real".
La dote que Inés e Isabel Enríquez entregaron al convento fue muy valiosa. Incluía 100.000 maravedíes de renta, 35 cahices de pan de renta, y muchas joyas, dinero y obras de arte. Entre ellas estaba la imagen conocida como el Cristo de las Infantas. Un libro del convento confirma que el rey Enrique II dio una gran dote por sus hijas.
En esa época, el convento de Santa Clara de Toledo pasaba por dificultades económicas. Había más de 70 monjas y una fuerte inflación en el reino. La generosa dote de las hijas de Enrique II ayudó mucho a la situación financiera del convento. Gracias a ello, pudieron comprar dos casas cercanas. Además, Inés Enríquez y su hermana Isabel llegaron a ser abadesas del convento. Este convento tenía el privilegio de custodiar las llaves de la ciudad de Toledo por las noches.
El 8 de enero de 1376, el rey Enrique II otorgó un privilegio rodado en Sevilla al convento de Santa Clara la Real de Toledo. Con este privilegio, el rey protegía la dote de sus hijas y todo el patrimonio del convento. El convento recibió el título de "real", siendo el único en Toledo con ese título, junto con el monasterio de Santo Domingo el Real. Este privilegio fue confirmado por los reyes siguientes: Juan I de Castilla en 1379, Enrique III de Castilla en 1393, y Juan II de Castilla en 1442, poco antes de la muerte de Inés Enríquez.
Cada año, el convento celebraba un aniversario con misa y oraciones en memoria del rey Enrique II y de su esposa Juana Manuel de Villena. El rey Enrique II siempre protegió al convento y apreciaba mucho a las monjas clarisas. En su testamento, el rey dejó a sus hijas 36.000 maravedíes de renta. De estos, 16.000 eran para Inés y 20.000 para Isabel. El rey dispuso que, a la muerte de ambas, esta renta pasaría al convento de Santa Clara.
La historiadora María Luisa Pérez de Tudela destacó que en 1387, durante el reinado de Enrique III (sobrino de Inés Enríquez), Inés y su hermana Isabel fueron elegidas abadesas del convento. Inés fue la abadesa principal desde 1387. Desde 1393, Inés firmaba todos los documentos, que luego eran aprobados por su hermana Isabel. Isabel falleció alrededor de 1420.
Inés Enríquez fue abadesa del convento de Santa Clara la Real de Toledo desde 1393. Ese año, el papa Clemente VII le permitió ser elegida para el cargo, a pesar de su origen. La historiadora María Luisa Pérez de Tudela señaló que el largo periodo en que Inés Enríquez fue abadesa, hasta su fallecimiento alrededor de 1443, fue el de "máximo esplendor" del convento. Esto se debió a la protección de los reyes Juan I, Enrique III y Juan II, además de privilegios de los papas y donaciones de particulares.
Inés Enríquez, con la ayuda de su hermana Isabel y otras monjas, gobernaba y administraba el convento. Se encargaba de los asuntos financieros y de conseguir privilegios de los reyes. También firmaba todos los documentos relacionados con el convento.
Enrique III de Castilla dejó en su testamento cien mil maravedíes a Inés e Isabel Enríquez, a quienes llamó sus tías. El rey Juan II también les dejó algunas "mandas" y una renta perpetua de las alcabalas de Toledo. Inés Enríquez y su hermana Isabel embellecieron y ampliaron el convento de Santa Clara la Real, incluyendo sus claustros. En algunas partes del convento colocaron sus propios escudos de armas y los de su padre, el rey Enrique II.
El escudo de armas de Inés Enríquez, que se encuentra en su tumba y en otras partes del convento, fue dibujado por Mario Arellano García y otros autores. Este escudo es similar al que usó Enrique de Castilla, quien era medio hermano de Inés Enríquez.
El papa Clemente VII emitió una bula el 1 de abril de 1394, en Aviñón, que eximía al convento de Santa Clara la Real de pagar el tributo de las décimas parroquiales. También se sabe que Inés Enríquez tuvo un pleito (disputa legal) con su media hermana Leonor de Trastámara, reina de Navarra. La disputa era por unos bienes que Inés de Ayala, señora de Pinto, había cedido al convento. La reina Leonor los reclamaba como heredera. Sin embargo, la abadesa Inés Enríquez logró que el pleito se resolviera a favor de su convento. Se acordó que Inés de Ayala recibiría el usufructo de esos bienes hasta su muerte, y luego pasarían al convento. La tenacidad de Inés Enríquez al defender los derechos de su convento llevó a la historiadora María Luisa Pérez de Tudela a describirla como una mujer "firme y decidida", y también "carismática y vocacional". Las obras que realizó en el convento lo convirtieron en un lugar "capaz y suntuoso" para las numerosas religiosas.
Las abadesas Inés e Isabel Enríquez y su pariente fray Juan Enríquez, quien fue visitador del convento y luego obispo de Lugo, solicitaron en 1395 que el convento fuera exento del tributo del Subsidio. El tribunal falló a favor del convento, basándose en una bula del papa Clemente VII de 1394.
A pesar de su origen, Inés e Isabel estaban orgullosas de su relación con la realeza. En algunos documentos, ambas recibían el título de "altezas", y en el convento de Santa Clara se las llamaba infantas.
En 1416, el papa Martín V encargó al obispo de Concordia que absolviera a la abadesa Inés Enríquez de cualquier "censura". Ese mismo año, el papa también encargó al arcediano de Toledo que aprobara la licencia de Inés Enríquez para designar al visitador de su convento, que debía ser un franciscano.
El caso de Beatriz Enríquez
Existen varias versiones sobre este asunto. Algunos autores señalan que Fadrique Enríquez de Castilla, duque de Arjona, informó al papa Martín V que su hermana Beatriz Enríquez, de unos ocho años, sería "educada honestamente" por las monjas de Santa Clara la Real de Toledo. La condición era que no tomaría los hábitos ni haría votos religiosos.
Sin embargo, debido a la larga ausencia del duque Fadrique, las monjas del convento, incluyendo a Inés e Isabel Enríquez, convencieron a Beatriz para que vistiera el hábito. Después de más de dos años en el convento, las monjas la persuadieron para que hiciera sus votos. El duque Fadrique se opuso y comunicó al papa Martín V que su hermana deseaba dejar el convento. Solicitó una investigación. El papa, mediante una bula emitida en Florencia el 2 de octubre de 1419, ordenó al deán de la catedral de Segovia que, si se confirmaba la situación, tomara a Beatriz Enríquez bajo su protección para que dejara el convento de Santa Clara y fuera a otro convento o regresara a la vida secular y pudiera casarse.
La historiadora María Luisa Pérez de Tudela afirmó que el convento de Santa Clara de Toledo estuvo involucrado en dos casos similares en esa época, ambos relacionados con jóvenes llamadas Beatriz que fueron persuadidas a tomar los hábitos.
Otros historiadores han debatido si este caso ocurrió en Santa Clara de Toledo, en el convento de Santa Clara de Valladolid o en el monasterio de las Huelgas de Burgos. Sin embargo, el historiador Alfonso Franco Silva señala que hay pruebas de que el caso de Beatriz ocurrió en el convento de Santa Clara la Real de Toledo. Algunos historiadores que lo vincularon con Valladolid afirmaron, por error, que Inés Enríquez fue abadesa de ese convento y no del de Toledo. También se ha dicho que el duque Fadrique, con la ayuda de la abadesa Inés, obligó a su hermana Beatriz a permanecer en el convento hasta que ella decidió irse.
Últimos años y fallecimiento
En su testamento, fray Juan Enríquez, obispo de Lugo, dejó gran parte de sus bienes al convento de Santa Clara la Real, donde fue sepultado. Para que el convento pudiera usar estos bienes, la abadesa Inés Enríquez solicitó al papa una bula. Esto fue necesario porque el sucesor de fray Juan en Lugo había reclamado esos bienes. El papa Martín V resolvió la disputa a favor del convento de Toledo el 18 de diciembre de 1418 en Mantua.
Antes de morir, Inés y su hermana Isabel crearon una "memoria" en su convento de Santa Clara la Real de Toledo. Le legaron todos sus bienes en Huendas, que consistían en 807 fanegas de tierra y 124 estadales. Estos bienes debían producir al convento 5.000 maravedíes de renta anuales y ocho gallinas. El propósito era que las monjas de Toledo oraran por el alma de sus padres y por las suyas propias.
Inés Enríquez falleció alrededor de 1443 o poco después, ya que el último documento que firmó es de ese año. Otros autores indican que su muerte pudo ser hacia 1445. Fue sucedida como abadesa por su sobrina Juana Enríquez, quien ya aparece en el cargo en un documento de 1445. Juana era hija de Alfonso Enríquez y nieta del rey Enrique II de Castilla.
Sepultura de Inés Enríquez
El cuerpo de Inés Enríquez fue sepultado en el coro de las monjas del convento de Santa Clara la Real de Toledo. Sus restos descansan bajo una losa de pizarra negra con su escudo de armas y una inscripción muy desgastada por el tiempo. Junto a su tumba se encuentra la de su hermana, Isabel Enríquez de Castilla.
En el coro del mismo convento también están sepultados otros tres miembros de la realeza castellana: Fadrique Enríquez de Castilla, duque de Arjona; la abadesa Juana Enríquez; y fray Juan Enríquez, obispo de Lugo. El sepulcro de fray Juan es una de las obras escultóricas más destacadas del convento.
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