Ana Orantes para niños
Datos para niños Ana Orantes |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Ana Orantes Ruiz | |
Nacimiento | 6 de febrero de 1937 Granada (España) |
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Fallecimiento | 17 de diciembre de 1997 (60 años) Sevilla (España) |
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Sepultura | Cementerio de San José | |
Nacionalidad | Española | |
Familia | ||
Padres | Manuel Orantes y Rosario Ruiz. | |
Hijos | José, Jesús, Ana, Raquel, Rosario "Charo", Rafael, Alberto, Francisco | |
Información profesional | ||
Ocupación | ama de casa y costurera. | |
Ana Orantes Ruiz (Granada, 6 de febrero de 1937- Cúllar Vega, Granada, 17 de diciembre de 1997) fue una mujer española víctima de violencia de género, que expuso en una entrevista televisiva lo que había sido sometida por parte de su exmarido. Trece días después del testimonio en televisión fue asesinada por su expareja, lo que generó dentro de la sociedad española gran repercusión, y como consecuencia, la remodelación del Código Penal.
Contenido
Biografía
Ana Orantes Ruiz nació en el seno de un hogar humilde, localizado en la calle Elvira de Granada, el 6 de febrero de 1937. Era la tercera de seis hijos del matrimonio formado por Manuel Orantes, albañil de profesión, y Rosario Ruiz, modista y dependienta de una tienda de chucherías. Debido a las penurias económicas de su familia, Ana no pudo ser escolarizada y desde los nueve años de edad ya ayudaba a la economía familiar, ejerciendo como costurera.
Contaba con diecinueve años cuando conoció a José Parejo Avivar, nacido en Alcazarquivir, en el protectorado español de Marruecos, el 28 de septiembre de 1935, en una celebración de un Corpus de Granada. Al poco de su primer encuentro, aceptó iniciar un romance con Parejo para darle celos a un antiguo novio. Por otro lado, él deseaba emanciparse de sus progenitores, algo que conseguiría si se casaba de inmediato. Con tal fin, Parejo aceleró su casamiento con Orantes, amenazándola con difundir rumores sobre ella si se negaba. Después de tres meses de noviazgo y a pesar de la oposición de los padres de ella, contrajeron matrimonio a finales de 1956. Los recién casados se instalaron en el domicilio de los padres de él, en donde residirían durante tres años. Fruto de su unión, nacieron once hijos, de los cuales tres perecieron.
Tres meses posteriores al enlace, se quedó embarazada de su primogénito, pero entonces fue víctima del primer ataque de los numerosos que sufriría durante los próximos cuarenta años de vida en común.
Años de maltrato
Ana Orantes vivió cuatro décadas subyugada a un marido agresivo.
No sólo ella sufría. Sus ocho hijos supervivientes, tres mujeres y cinco hombres con edades comprendidas entre los diecinueve y cuarenta años en el momento de la muerte de su madre en 1997, habían crecido entre hostigamientos, desprecios y villanías, aparte de ser testigos directos de las crueldades de su padre. El progenitor expulsó de la vivienda familiar a muchos de ellos durante su adolescencia. Ana, la segunda, apresuró su boda con sólo catorce años, bajo el objetivo de librarse de su padre. En cuanto pudo, la segunda hija auxilió a algunos de sus hermanos. Se llevó a Charo, a los doce años, y a Jesús, con catorce. José se casaría a los diecisiete, Alberto, con dieciocho, y Rafael, el que más tiempo esperó, a la edad de veinte. Ana Orantes no pudo presentarse a las nupcias de dos de sus hijos porque su desposado no se lo había permitido. Cuando el opresor estallaba en cólera, a menudo su mujer y vástagos se veían forzados a huir del hogar, aunque después nadie podía acogerlos. Ni siquiera los parientes de la afectada les brindaron cobijo porque, pese a sus iniciales advertencias para que no se comprometiera con Parejo, optaron por no interferir ante esta situación.
Uno de los objetivos de Parejo fue aislarla socialmente. Con tal pretexto, se mudaban reiteradamente a lugares poco habitados que abandonaban en cuanto comenzaban a poblarse considerablemente, habiendo residido en barrios granadinos como el Albaicín o el Fargue, y por último en el municipio de Cúllar Vega. Siguiendo fielmente esa premisa, la vetó de continuar sus estudios en clases de educación para adultos o de acudir a las bodas de sus hermanos.
A causa de las convenciones sociales de aquel tiempo, en el transcurso de los primeros años de casados, Ana no denunciaba su calvario ante la policía. Tampoco podía solicitar el divorcio, ya que no sería legal hasta 1981. Alrededor de 1972, Orantes decidió querellarse contra su marido, llegando a hacerlo hasta quince veces. «Esas son peleas normales en la familia», sería la típica respuesta que la agredida escuchaba por parte de la Guardia Civil. De igual forma, trataría de separarse de su esposo en varias ocasiones a lo largo de los años 80.
Al fin, Orantes logró la disolución nupcial de su consorte en el verano de 1996, aunque el fallo judicial la obligó a seguir habitando con el hombre en el mismo inmueble, situado en la calle Serval de la pedanía de El Ventorrillo, en Cúllar Vega, Granada. Se dividió el chalet para componerlo en dos unidades independientes; la planta alta sería adjudicada para ella, sus dos hijos no emancipados más una nieta, y la baja para su exmarido. La residencia tenía como entrada un espacio común para las dos partes en forma de patio. El abogado que intervino en el proceso de divorcio revelaría, con posterioridad, que fue Orantes quien aceptó compartir la vivienda conyugal. Entre las razones estarían el miedo, pues Parejo habría amenazado con prenderla fuego, la imposibilidad de Ana Orantes de hacer frente al pago exigido por Parejo para hacerse con su mitad de la propiedad, y según consideraba su abogado, por lástima.
Tiempo después, Parejo conoció a otra mujer y se ausentaba temporalmente de allí. Pero, de vez en cuando, volvía a su piso inferior y continuaba con el acoso, amenazas y vejaciones contra su familia. Orantes y su hijo quisieron comprarle el apartamento que ocupaba, pero fracasaron las negociaciones.
Entrevista televisiva
Desesperada por comprobar que su vida prácticamente no había mejorado desde su ruptura matrimonial de José Parejo, el jueves 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes asistió al magacín televisivo De tarde en tarde, emitido en Canal Sur y presentado por Irma Soriano, para dar a conocer su martirio personal ante las cámaras de la televisión pública andaluza. Una realidad que muchas mujeres sufrían en silencio pero que muy pocas se habían atrevido a confesar. Estuvo acompañada por su hija menor, Raquel Orantes, sentada en la grada de los espectadores invitados.
Durante los aproximadamente treinta y cinco minutos que duró su declaración en el plató, Orantes resumió las agresiones físicas y psicológicas que habían padecido tanto ella como su prole perpetradas por su exmarido. Detalló sus injustas prohibiciones, la conducta denigrante procedente de su difunta suegra, y los dos episodios violentos ya citados contra su persona. Se quejó de que dos de sus hijos no estuvieran de acuerdo con su decisión de divorciarse de Parejo. Lo único en su favor que ella mencionó fue que él había sido un hombre trabajador. Orantes referiría en su turno de palabra:
[...] Tenía once hijos, no tenía donde irme [...], porque yo no podía irme con mis padres ni con nadie. Yo tenía que aguantarlo, que aguantar que me diera palizas sobre palizas, ¡palizas sobre palizas!, un día sí, otro no y en el del medio. Que me dijera todo lo que él quería [...]. Yo le tenía pánico, yo le tenía miedo, yo le tenía horror [...].
Su relato fue muy comentado por los vecinos, la nueva novia de su exmarido rompió su relación con él y todo ello desató la ira del hombre. Según varios testigos que declararon ante la Guardia Civil, él juró vengarse. De acuerdo con la versión de una vecina que habló de este asunto con el agresor, de todo lo narrado por Orantes, lo que más indignó a Parejo fue que dijera que ella había mantenido económicamente a la familia, vendiendo alimentos en una tienda de comestibles, mientras él estaba desempleado.
Más tarde, vecinos de la localidad granadina aseguraron que la víctima temía por su vida en los últimos días después de haber aparecido en televisión.
Muerte
En la mañana del miércoles 17 de diciembre de 1997, trece días después de la retransmisión de la entrevista televisada, Ana Orantes se marchó con sus consuegros para realizar unas compras. Llegó de vuelta a su chalé en torno a las 14:00 h.
Entre las 13:45 y 14:35, Parejo, desde su piso inferior del inmueble, vigiló la llegada de Orantes al mismo, caminando a través del jardín comunal para subir a su piso superior, y así descargar las bolsas que acarreaba de la compra. Estando la mujer de espaldas —impidiendo así cualquier reacción defensiva—, para arrojarle el carburante inflamable. Al rociárselo, éste se derramó sobre la espalda de Ana Orantes, mojando su ropa. A continuación, Parejo le acercó un mechero encendido, iniciándose una rápida combustión. Tras asegurarse de la muerte de su víctima, el hombre huyó del lugar.
Su nieta, de unos doce años, que volvía del colegio poco después, fue quien halló el cuerpo de su abuela calcinándose, alertó inmediatamente a los vecinos y estos llamaron a la policía. La autoridad policial activó un protocolo de busca y captura. Dos horas y media después se entregó y fue trasladado a las dependencias cuartelarias.
Ana Orantes tenía sesenta años.
Juicio contra José Parejo
El 9 de diciembre de 1998, se celebró la primera sesión del proceso judicial contra José Parejo en la Audiencia Provincial de Granada. Antes del inicio del mismo, asociaciones de mujeres y colectivos feministas se manifestaron para reivindicar justicia y repudiar el maltrato doméstico. El acusado reconoció la autoría de los hechos, aunque aseveró que el detonante de su actuación se debió a que Orantes lo había increpado, cuando ambos coincidieron en el acceso común de donde convivían. También manifestó que intentó socorrerla mientras era abrasada por el fuego que él le había prendido. Tales alegatos acerca del insulto y el posterior auxilio serían desestimados por el fiscal e inculpantes dos días más tarde.
El martes 15 de diciembre de 1998, el magistrado Eduardo Rodríguez Cano de la Audiencia Provincial granadina, sentenció a José Parejo Avivar a una pena de diecisiete años de prisión, más el pago de una indemnización de 30 millones de pesetas (180 000 euros en la actualidad) en favor de sus hijos. Asimismo, cuando este recuperase de nuevo su libertad tras concluir su condena, la resolución lo obligaba a consumar un destierro de dos años de la localidad en la que vivieran sus descendientes. El victimario fue notificado de su dictamen condenatorio en su centro penitenciario, a través de sus abogados, dado que Parejo se negó a comparecer a la lectura del jurado popular, que había tardado 24 horas en su deliberación.
A comienzos de 2004, el condenado instó a la prisión de Albolote, en donde efectuaba su sentencia, la libertad provisional, pero le fue denegada en marzo del mismo año para prevenir la probable alarma social que suscitase. El 15 de noviembre de aquel año, José Parejo murió, a los sesenta y nueve años, en el Hospital Ruiz de Alda de Granada tras un infarto de miocardio sufrido en la citada cárcel. Sus restos mortales fueron incinerados. Ninguno de sus ocho hijos, tres de los cuales habían alterado sus apellidos para figurar solo con el su madre, se personaron en el entierro de su padre. No obstante, uno de ellos, Alberto, lo había visitado durante su estancia carcelaria.
Repercusión
La muerte de Ana Orantes cambió la percepción de la sociedad sobre la violencia contra la mujer. A consecuencia de ello, la legislación española se modificó. A pesar de que Álvarez Cascos, como Vicepresidente del Gobierno tildó el asunto de "un caso aislado obra de un excéntrico", el Gobierno del Partido Popular aprobó unos meses después un Plan de Acción Contra la Violencia Doméstica. En su marco se modifica el Código Penal y la ley de enjuiciamiento criminal con el fin de incluir el delito de “violencia psíquica ejercida con carácter habitual” y una “nueva medida cautelar que permita el distanciamiento físico entre el agresor y la víctima” (Ley 14/1999).
Memorias
En el pueblo granadino de Cúllar Vega se erigió un monumento en forma de monolito en recuerdo de Ana Orantes y Encarnación Rubio.
La periodista y feminista Nuria Varela publicó en 2012 un libro titulado La voz ignorada. Ana Orantes y el fin de la impunidad con el deseo de «homenajear a una mujer que perdió su vida por la verdad y que, gracias a su valentía, consiguió sacudir la conciencia de un país, modificar sus leyes, romper el silencio e introducir en el debate público y la agenda política lo que hasta entonces era una cuestión circunscrita al ámbito privado».
Los ayuntamientos de Cúllar Vega y La Zubia —ambos en el Área metropolitana de Granada— pusieron el nombre de Ana Orantes a sendas calles. En diciembre de 2018 el ayuntamiento de Sevilla aprueba también dedicarle una calle en la ciudad. En marzo de 2019 hace lo propio el pleno del pueblo de Gilena, Sevilla.