Mateo Cerezo para niños

Mateo Cerezo, el Joven (nacido en Burgos en 1637 y fallecido en Madrid en 1666) fue un importante pintor barroco español. Fue alumno de Juan Carreño de Miranda y una figura destacada de la escuela de pintura de Madrid durante el periodo barroco. Trabajó en ciudades como Valladolid, Burgos y Madrid. A pesar de su temprana muerte a los veintinueve años, dejó muchas obras. Pintó cuadros religiosos para iglesias y conventos, así como para la devoción personal. También creó hermosos bodegones (pinturas de objetos inanimados), que fueron muy elogiados por el historiador Antonio Palomino.
Biografía de Mateo Cerezo
¿Cómo fue la formación artística de Mateo Cerezo?
Mateo Cerezo nació el 19 de abril de 1637 en Burgos. Su padre, Mateo Cerezo Muñoz, también era pintor y tenía uno de los talleres más activos de Burgos en su época. El joven Mateo comenzó su aprendizaje con su padre. Una de sus primeras obras conocidas es San Pedro en lágrimas (Burgos, MM. Calatravas), que es una copia de parte de un grabado de José de Ribera.
Según Antonio Palomino, Mateo Cerezo se mudó a Madrid cuando tenía unos quince años. Allí, se dice que entró al taller de Juan Carreño de Miranda, y que aprendió su estilo mejor que otros alumnos. Sin embargo, algunos expertos como José R. Buendía e Ismael Gutiérrez Pastor dudan de esta formación con Carreño. Las primeras obras de Cerezo como pintor independiente, como las del retablo del convento de Jesús y María en Valladolid (entre 1658 y 1659), muestran más parecido con el estilo de Antonio de Pereda.
Palomino también mencionó que Cerezo completó su formación asistiendo a "academias" y pintando del natural. Esto significa que practicaba dibujando personas reales y copiando obras de grandes maestros en el Palacio. Esta práctica le ayudó a aprender rápidamente los nuevos estilos de pintura que surgían en Madrid a finales de la década de 1650, influenciados por artistas como Francisco de Herrera el Mozo. También es posible que estudiara pinturas de Tiziano y Anton van Dyck, lo que se nota en la técnica ligera y los colores cálidos de sus obras más maduras.
Primeros trabajos en Valladolid y Burgos (1658-1659)
En abril de 1658, Mateo Cerezo se encargó de pintar el retablo principal del convento de Jesús y María en Valladolid. Este retablo, que aún se conserva en su lugar original, incluye cinco pinturas de Cerezo. Entre ellas están la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Reyes en la parte principal, y la Asunción de la Virgen en la parte superior. Estas obras son las que más se parecen al estilo de Antonio de Pereda.
Cerezo viajó a Valladolid en octubre de 1658 para trabajar en el retablo. Durante su estancia, tuvo un problema legal que lo llevó a prisión por un breve tiempo. A pesar de esto, siguió trabajando intensamente. En Valladolid, pintó el Cristo yacente para la parroquia de San Lorenzo, una obra muy admirada, y dos versiones tempranas de la Inmaculada.
Después de Valladolid, Cerezo visitó su ciudad natal, Burgos. Allí, pintó obras como el Cristo Varón de Dolores en Villasandino y el Bautismo de Cristo en Castrojeriz. También se le atribuye el San Francisco de Asís y el ángel con la ampolla en el museo de la catedral de Burgos, que muestra un estilo más avanzado y un conocimiento de la pintura madrileña de la época.
La etapa de madurez en Madrid (1660-1666)

En 1660, Mateo Cerezo regresó a Madrid. Ese año firmó los impresionantes Desposorios místicos de santa Catalina (Museo del Prado), que muestran una pincelada fluida y colores cálidos, influenciados por Carreño. También de 1660 es una Inmaculada Concepción para el convento de las Comendadoras de Santiago en Madrid.
Otra obra importante de esta época es el Santo Tomás de Villanueva dando limosna del Museo del Louvre. Este cuadro, que antes se atribuía a Carreño, muestra la capacidad de Cerezo para adaptarse a diferentes estilos y asimilar influencias, creando así su propio estilo único.
En 1661, Cerezo pintó otra versión de los Desposorios místicos de santa Catalina para la catedral de Palencia. También creó la Magdalena penitente del Rijksmuseum de Ámsterdam, una de sus obras más populares. De esta pintura se hicieron muchas copias, algunas por el propio Cerezo.
Entre sus obras más significativas de madurez se encuentran el San Agustín del Museo del Prado y la Impresión de las llagas a san Francisco de Asís de la Universidad de Wisconsin, ambas de 1663. Estas obras provienen del convento de Carmelitas Descalzos de San Hermenegildo de Madrid.
Mateo Cerezo se casó con María Fernández Campuzano el 12 de marzo de 1664. En sus últimos años, pintó obras como el Santo Tomás de Villanueva dando limosna y San Nicolás Tolentino y las ánimas del Purgatorio para el Real Monasterio de Santa Isabel. Estas obras, lamentablemente, fueron destruidas en un incendio en 1936.
La influencia de Francisco de Herrera el Mozo se puede ver en las figuras a contraluz y en los angelotes de las pinturas de Cerezo. Palomino menciona que Cerezo ayudó a Herrera en la pintura de la cúpula de Nuestra Señora de Atocha en 1664.
Una de las últimas obras firmadas y fechadas con precisión por Cerezo es una nueva versión de la Magdalena penitente de 1666, que pertenece a la Hermandad del Refugio de Madrid. Esta obra, con la santa contemplando el crucifijo, fue muy exitosa y se hicieron muchas copias. En ella, Cerezo simplifica las formas y usa una pincelada ligera con una paleta de colores reducida. El Ecce Homo del Museo de Bellas Artes de Budapest también se sitúa en esta etapa final.
Según Palomino, la última obra de Cerezo fue la Cena de Emaús, pintada para el Convento de los Agustinos Recoletos de Madrid. Esta pintura, que Palomino describió como algo extraordinario, se perdió y solo se conoce gracias a un grabado de José del Castillo de 1778.
Obras destacadas de Mateo Cerezo
Pinturas para retablos y espacios públicos
Antonio Palomino mencionó varias obras de Cerezo destinadas a ser expuestas al público. Entre ellas, los altares de la iglesia de Santa Isabel de Madrid, que incluían Santo Tomás de Villanueva dando limosna y San Nicolás de Tolentino sacando las almas del Purgatorio. Lamentablemente, la mayoría de estas obras se han perdido.
La Entrada de Jesús en Jerusalén del Palacio Real de Madrid (Patrimonio Nacional) es una pintura grande que probablemente también fue creada para una iglesia o convento. Esta obra muestra el estilo maduro de Cerezo, con colores cálidos y una técnica similar a sus últimas obras.
Cerezo pintó muchos temas relacionados con San Francisco. Esto sugiere una relación continua con los conventos franciscanos. Un ejemplo es la Aparición de la Virgen a san Francisco de Asís del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, que fue muy elogiada por su belleza.
Otra obra importante es la Impresión de las llagas a san Francisco de Asís de la Universidad de Wisconsin, fechada en 1663. Esta pintura, aunque hecha para un convento de carmelitas descalzos, muestra la forma en que Cerezo representaba la espiritualidad del santo.
Obras para la devoción personal
Palomino cuenta que, siendo muy joven, Cerezo ya era reconocido por sus maravillosas obras, como las de la Inmaculada Concepción y otros temas religiosos para personas particulares. Cerezo pintó varias Inmaculadas siguiendo el estilo de José Antolínez, influenciado por Rubens y José de Ribera.
Otros temas que Cerezo repitió en sus obras de tamaño pequeño o mediano, ideales para la devoción personal, son el Ecce Homo y la Magdalena. Pintó el Ecce Homo en varias ocasiones, mostrando a Cristo con un gesto de dolor y ojos llenos de lágrimas. El Ecce Homo del Museo de Bellas Artes de Budapest, pintado al final de su carrera, comparte la simplificación de formas y la pincelada ligera con su Magdalena de la Hermandad del Refugio.
Para el tema de la Magdalena penitente, Cerezo creó tres modelos diferentes. El primero, de 1661, muestra a la santa con un crucifijo. Un segundo modelo, más austero, enfatiza las cadenas de penitencia y el crucifijo. El tercer modelo, de la Hermandad del Refugio de Madrid, realza la belleza de la mujer de una manera más espiritual.
Palomino también mencionó una Natividad de Cristo que Cerezo pintó con gran habilidad. Esta obra, que apareció en el mercado de arte en 2011, muestra a Dios Padre y el Espíritu Santo junto a ángeles con la Cruz, simbolizando la Pasión de Cristo. La pintura destaca por su iluminación sobrenatural y el movimiento de Dios Padre.
Otra obra con una composición especial es el Juicio de un alma del Museo del Prado. En esta pintura, el alma, representada como un joven, suplica ante Cristo juez. A la derecha de Cristo, su Madre, la Virgen María, intercede por el alma. A los lados del joven, Francisco de Asís y Domingo de Guzmán también interceden, mostrando que la fe y las buenas obras pueden llevar a un juicio favorable.
Los bodegones de Mateo Cerezo
Mateo Cerezo también se dedicó a pintar bodegones, que eran muy admirados. Antonio Palomino decía que nadie lo superaba en este tipo de pinturas. El gusto por las naturalezas muertas se puede ver también en los detalles de sus obras religiosas, como cestas de frutas o calaveras y lirios que acompañan a los santos.
Aunque fueron elogiados por Ceán Bermúdez, los bodegones de Cerezo no fueron muy conocidos hasta que se publicaron los dos excelentes bodegones de carnes y pescados del Museo Nacional de San Carlos de México D. F.. Estos son los únicos firmados por Cerezo, aunque la firma está incompleta y no se sabe el año exacto de su creación. El bodegón de carnes fue descrito como "una de las obras más perfectas" de la pintura española en este género.
El Bodegón de cocina del Museo del Prado también muestra similitudes con los bodegones mexicanos. Esta obra es una de las más complejas de la pintura de bodegones de Madrid, con diferentes niveles de profundidad y un tratamiento de los brillos y las carnes que recuerda el estilo de Cerezo.
Galería de imágenes
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Ecce Homo, óleo sobre lienzo, 98 x 75 cm, Budapest, Museo de Bellas Artes.
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La cena de Emaús, grabado de José del Castillo según Cerezo.