Joaquín Ibáñez García para niños
Datos para niños Joaquín Ibáñez García |
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Información personal | ||
Nacimiento | 6 de noviembre de 1720 Odón (Odón, España) |
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Fallecimiento | 1787 Ciudad de Teruel (Teruel, España) |
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Nacionalidad | Española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Erudito, bibliófilo y clérigo católico | |
Cargos ocupados | Chantre de Catedral de Santa María de Teruel | |
Joaquín Ibáñez García (nacido en Odón (Teruel) el 6 de noviembre de 1720 y fallecido en Teruel en 1787) fue una persona muy importante en su época. Se le conoció como chantre de Teruel, que era un cargo eclesiástico. Además, fue un gran erudito, es decir, una persona con muchos conocimientos. También fue un viajero y un bibliófilo, alguien que ama y colecciona libros.
Contenido
¿Quién fue Joaquín Ibáñez García?
Joaquín Ibáñez García nació en Odón, un pueblo de Teruel. Su padre, Joaquín Ibáñez Ripiado, se casó por segunda vez y de ese matrimonio nació Marcos Ibáñez, hermano de Joaquín. Marcos llegó a ser un arquitecto muy reconocido en Guatemala.
Aunque a veces se le llama "deán de Teruel" por error, Joaquín Ibáñez fue en realidad un chantre. Este cargo eclesiástico, que era honorífico, fue correctamente identificado por otros estudiosos como Juan Manuel Sánchez y Matilde López Serrano. El error de llamarle deán parece venir de Tomás Zaragoza y Sacristán, un archivero del siglo XIX.
Su vida en Roma
En 1740, Joaquín Ibáñez viajó a Roma como diácono. Su objetivo era conseguir un puesto en la Curia Romana, una tarea difícil porque había muchos aspirantes. En Roma, se interesó mucho por las antigüedades y las ciencias. Allí conoció a otros estudiosos españoles, como Francisco Pérez Bayer, con quien mantuvo una amistad duradera.
Joaquín tuvo una vida intelectual muy activa en Roma. Formó parte de la Academia de Historia Eclesiástica, una institución creada para que los aspirantes a cargos eclesiásticos no estuvieran sin hacer nada. En esta academia, mejoró sus habilidades con el latín y sus conocimientos de historia. Llegó a ser secretario de la academia y, más tarde, de la embajada del reino de Nápoles en Roma en 1754. Gracias a este nuevo puesto, su situación económica y social mejoró, lo que le permitió comprar muchos libros y objetos de arte.
En Roma también conoció a Antonio Ponz. En 1759, Ibáñez regresó a España, justo cuando Fernando VI falleció y Carlos III subió al trono. Volvió con su título de chantre de la catedral de Teruel. Le quedaban más de 25 años de vida para dedicarse a sus pasiones: el estudio de libros y el coleccionismo.
Su papel en la Ilustración aragonesa
Una vez en Aragón, Joaquín Ibáñez formó parte de un movimiento cultural muy importante llamado la Ilustración aragonesa. Este movimiento buscaba difundir el conocimiento y la razón. Entre sus protagonistas estaban los hermanos José Nicolás de Azara y Félix de Azara, Ignacio Jordán Claudio de Asso y del Río, el Conde de Aranda (Pedro Pablo Abarca de Bolea), y otros. Ellos impulsaron la creación de instituciones como la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.
Ibáñez estaba muy interesado en las humanidades, que son los estudios sobre el ser humano y su cultura. Le encantaba estudiar las obras de humanistas y eruditos. También le apasionaba la arqueología y los restos de la Antigüedad. Además, tenía un interés moderno por la arquitectura de su tiempo y los libros técnicos sobre ella.
La impresionante biblioteca de Joaquín Ibáñez
Joaquín Ibáñez García reunió una biblioteca personal enorme, muy admirada en su época. Antonio Ponz, en su famoso libro Viaje por España, la describió como "excelente" y llena de libros raros y manuscritos curiosos. Ponz también mencionó otras colecciones de Ibáñez, como una de medallas y piedras preciosas con unas 1500 piezas, y pinturas de artistas romanos. Incluso tenía una colección de vasos etruscos que, en vida de Ibáñez, pasaron a ser propiedad del Infante don Gabriel de Borbón.
¿Cómo se formó su biblioteca?
La biblioteca de Ibáñez se fue formando de varias maneras. En Zaragoza siempre hubo mucha actividad librera, especialmente por la universidad. Ibáñez seguramente compró muchos libros allí. Durante su estancia en Roma, una ciudad con muchos vendedores de libros, también adquirió una gran cantidad de ejemplares. Otra parte de sus libros provino de intercambios con otros estudiosos, como Francisco Pérez Bayer, o de compras de libros duplicados o de ventas después de la muerte de otros coleccionistas.
El contenido de su extensa biblioteca era muy variado. Incluía obras de humanistas españoles y europeos, estudios del siglo XVIII, libros de historia y geografía de los siglos XVI y XVII, grandes atlas (mapas muy detallados), y obras sobre zoología, botánica y otras ciencias. También tenía tratados de arquitectura y bellas artes.
Muchos de sus libros tienen anotaciones hechas por él mismo, ya sea en las primeras páginas o en el propio texto. Estas notas, llamadas marginalia, son comentarios que demuestran que no era solo un coleccionista, sino un estudioso que buscaba ediciones específicas, como Gregorio Mayans y Siscar. Sus notas eran claras y estaban escritas tanto en latín como en español.
La biblioteca llega a la Real Biblioteca
Después de la muerte de Joaquín Ibáñez, el 2 de junio de 1788, su biblioteca fue vendida. Pedro Leal, uno de los encargados de su testamento, recibió una gran suma de dinero por ella. Los libros fueron entregados al rey Carlos IV a finales de mayo de ese año, y así la valiosa colección de humanidades y artes de Ibáñez pasó a formar parte de la Real Biblioteca.
Los libros fueron llevados primero al Palacio Real de Aranjuez, donde el bibliotecario Manuel Antonio Álvarez se encargó de ellos. La cantidad de dinero pagada indicaba que era una colección muy grande. Hoy en día, se han identificado 1585 registros de obras de su colección en la base de datos de la Real Biblioteca.
El descubrimiento de estos documentos ha sido muy importante para conocer el origen exacto de una de las colecciones más grandes de la Real Biblioteca. Durante mucho tiempo, el sello ovalado que aparece en muchos de sus libros se atribuyó por error a Gregorio Mayans y Siscar. Sin embargo, se ha descubierto que el sello, que parece una "M" con dos "G", en realidad es una "Y" con dos "J" (de Joaquín) y las "G" son de "García", creando un efecto de espejo muy común en el siglo XVIII.
Aunque la mayoría de los libros de Ibáñez están en la Real Biblioteca, algunos se encuentran en otros lugares. Por ejemplo, obras de Conrad von Gesner sobre animales y plantas están en la Biblioteca del Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid, lo que demuestra lo extensa que fue su colección.