Episcopalismo para niños

El episcopalismo se refiere a dos cosas principales en el mundo cristiano. Primero, es un sistema de organización que usan muchas Iglesias cristianas. En este sistema, la autoridad más importante a nivel local es el obispo. Segundo, también es una idea o corriente dentro del catolicismo que defendía que los obispos tenían más autoridad que el Papa de Roma. Esta idea fue rechazada en el Concilio Vaticano I, cuando se confirmó la autoridad total del Papa sobre la Iglesia y su capacidad de no equivocarse en ciertos temas de fe.
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Contenido
¿Qué es el sistema episcopal?
Durante mucho tiempo, el sistema episcopal fue la única forma en que las iglesias cristianas se organizaban. Hoy en día, muchas iglesias importantes siguen usándolo. Entre ellas están las iglesias católicas, las ortodoxas orientales y, de manera formal, las anglicanas. Se cree que los obispos reciben su autoridad de una línea directa e ininterrumpida que viene desde los doce apóstoles de Jesús. Esto se conoce como sucesión apostólica.
La Reforma protestante trajo muchos cambios. Actualmente, varias iglesias protestantes se organizan de otras maneras. Algunas usan sistemas presbiterianos o congregacionalistas. Estos sistemas se inspiraron en las ideas de Juan Calvino y en su forma de entender la Biblia.
Las iglesias luteranas y la Iglesia reformada húngara aún tienen obispos. Sin embargo, estos obispos son elegidos dentro de un sistema llamado sinodal presbiteriano. La mayoría de los obispos anglicanos también son elegidos de esta manera. A pesar de esto, mantienen la idea de la sucesión apostólica.
En el caso específico de la Iglesia Católica, el Papa es quien dirige a todos los obispos. Su autoridad máxima fue confirmada de forma definitiva después del Concilio Vaticano I.
El episcopalismo como idea en el catolicismo
La Real Academia Española (RAE) define el episcopalismo como la idea de los expertos en leyes de la Iglesia (llamados canonistas) que apoyaban el poder de los obispos. También eran contrarios a la autoridad máxima del Papa.
El Concilio de Trento no resolvió del todo algunas preguntas importantes. Por ejemplo, no quedó claro si el Papa era infalible o cómo se relacionaba su autoridad con la de los obispos. Esto llevó a que surgieran dos ideas principales:
- El ultramontanismo: Esta idea ponía al Papa y su sede en Roma como el centro espiritual y de poder.
- Las corrientes que defendían el episcopalismo: Estas ideas reconocían que el obispo de Roma (el Papa) tenía cierta importancia para mantener unida a la Iglesia. Pero negaban que tuviera una autoridad superior a la de todos los obispos juntos. Dentro de estas corrientes, surgieron diferentes propuestas. Por ejemplo, el galicanismo en Francia, el regalismo en España o el josefinismo en Austria.
Una de las propuestas más claras del episcopalismo vino del jansenismo. Este movimiento buscaba volver a las raíces de la Iglesia primitiva. Creían que para purificar la Iglesia, era necesario cambiar cómo se organizaban sus autoridades internas. El episcopalismo también fue apoyado por muchos pensadores de la Ilustración, como el español Gregorio Mayans.
Las diferencias entre los ultramontanos y los episcopalistas se hicieron más fuertes en el sínodo de Pistoya. También durante la Revolución francesa, con la aprobación de la Constitución Civil del Clero. El sínodo de Pistoya fue un triunfo para las ideas episcopalistas. Estas ideas seguían la línea del jansenismo, que había sido desarrollada por teólogos como Pietro Tamburini. Las actas de este sínodo se difundieron mucho en España. El pensador Gaspar Melchor de Jovellanos escribió en su Diario que muchos estudiantes en Salamanca seguían estas ideas.
En el siglo XVIII, el episcopalismo se unió con el regalismo. El regalismo era la idea de que los reyes absolutos de Europa tenían poder sobre la Iglesia en sus territorios. Los reyes usaron el episcopalismo como un "argumento" en sus discusiones con Roma. Así nació lo que se llamó "episcopalismo regalista".
Un ejemplo temprano de esto fue un documento de 1709. Lo escribió el obispo Francisco Solís, quien era obispo de Córdoba y Virrey de Aragón. En este documento, Solís defendía que los obispos eran independientes de Roma. Argumentaba que los obispos eran consagrados por derecho divino, lo que les permitía convocar concilios. Solís también decía que el control centralizado de Roma era la causa de la decadencia de la Iglesia. Propuso que el rey convocara un concilio de todos los obispos españoles. Este concilio aprobaría las medidas para reformar la Iglesia, siguiendo el ejemplo de los Concilios de Toledo de la época visigoda. Con esta propuesta, Solís apoyaba el galicanismo.
La respuesta contra el regalismo fue rápida. El cardenal Portocarrero, el arzobispo de Santiago Alonso de Monroy, y el cardenal Belluga, obispo de Murcia, enviaron escritos al rey. El de Belluga fue un fuerte Memorial Antirregalista. En estos escritos se veían las ideas de la corriente ultramontana:
- Un rechazo total al episcopalismo, porque creían que las demandas de los obispos eran un peligro para la Iglesia.
- Apoyo al control centralizado de Roma y a la exaltación del poder del Papa.
- Miedo al regalismo, que consideraban un peligro de cisma (separación de la Iglesia).
- Defensa de la inmunidad de los privilegios de la Iglesia, apoyados por Roma. Creían que esto era clave para mantener el catolicismo en España.
- Rechazo a cualquier idea de secularización que pudiera dar autonomía al poder político.
En 1745, el jurista Gregorio Mayans escribió un Examen del Concordato de 1737. En él, negaba la validez de este acuerdo. Lo hizo defendiendo el "episcopalismo regalista". Mayans volvió a mencionar los Concilios de Toledo de la época visigoda. Argumentaba que en ellos se había aprobado el patronato regio. Esto significaba que los reyes españoles no necesitaban la aprobación del Papa para ejercer su poder sobre la Iglesia en sus territorios. Esto era parte de las regalías a las que el rey no podía renunciar.
El concordato de 1753 marcó una nueva etapa en las relaciones Iglesia-Estado. Sin embargo, el objetivo de los episcopalistas y conciliaristas como Solís y Mayans no se logró. La Iglesia española quedó bajo el control del rey, no de un concilio de obispos presidido por el rey, como ellos proponían. Una prueba de esto es que el análisis del Concordato que el marqués de la Ensenada le encargó a Mayans, y que este tituló Observaciones al Concordato de 1753, nunca se publicó.
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Véase también
En inglés: Episcopal polity Facts for Kids