Claudio II el Gótico para niños
Datos para niños Claudio II el Gótico |
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Busto de bronce que podría representar a Claudio II el Gótico.
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Emperador del Imperio romano | ||
268-270 | ||
Predecesor | Galieno | |
Sucesor | Quintilo | |
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Información personal | ||
Nombre en latín | Marcus Aurelius Claudius | |
Nacimiento | 10 de mayo de 213 o 214 Dalmacia o Ilírico |
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Fallecimiento | 270 Sirmio, Panonia Inferior |
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Causa de muerte | Peste | |
Religión | Religión en la Antigua Roma | |
Familia | ||
Padres | Gordiano II (?) | |
Información profesional | ||
Ocupación | Político y militar | |
Área | Política | |
Marco Aurelio Claudio (en latín, Marcus Aurelius Claudius; 10 de mayo de 213 o 214-270), más conocido en la historiografía romana como Claudio II el Gótico, fue un emperador romano que gobernó del 268 al 270.
De ascendencia iliria, Claudio hizo carrera en el ejército romano, donde alcanzó puestos de mando durante el reinado del emperador Galieno. Después de la muerte de este último, fue proclamado emperador. Claudio suprimió la rebelión de Aureolo y derrotó a los alamanes en 269, después de lo cual se centró en la lucha contra el gran ejército de los godos que habían invadido Iliria y Panonia. En la batalla de Naisso, el emperador obtuvo una convincente victoria sobre el enemigo, al que infligió graves pérdidas, y en consecuencia, se le otorgó el sobrenombre de «Gótico». En 270, Claudio fue a Sirmio para prevenir la inminente invasión de los jutungos y los vándalos; sin embargo, enfermó de peste y murió después de un breve reinado. En el siglo IV, el emperador Constantino I el Grande afirmó tener parentesco con Claudio, pero la validez de estas afirmaciones es cuestionable.
Claudio II llevó los siguientes apelativos honoríficos: «Germánico Máximo» desde 268, «Gótico Máximo» desde 269, y «Pártico Máximo» desde 270. Además, recibió el cargo de tribuno de la plebe tres veces: dos veces en 268, en el momento de su proclamación como emperador y el 10 de diciembre, y el 10 de diciembre de 269.
Fuentes para su biografía
La fuente más significativa sobre Claudio II es la biografía escrita por Trebelio Polión como parte de la colección de biografías imperiales Historia Augusta, aunque esta está plagada de invenciones y elogios aduladores. Esto se debe al hecho de que en el siglo IV Claudio fue declarado pariente del padre de Constantino el Grande, Constancio I Cloro y, en consecuencia, de la dinastía gobernante. Por lo tanto, esta biografía debe usarse con extrema precaución y complementarse con información de otras fuentes: las obras de Aurelio Víctor, Pseudo-Aurelio Víctor, Eutropio, Paulo Orosio, Juan Zonaras y Zósimo, así como monedas e inscripciones.
Biografía
Orígenes y familia
Marco Aurelio Claudio nació el 10 de mayo de 213 o 214, aunque algunos investigadores sugieren que nació en 219 o 220. Sin embargo, la mayoría de los historiadores se adhieren a la primera versión. Además, como informa el historiador bizantino del siglo VI Juan Malalas, en el momento de su muerte, Claudio tenía 56 años. Procedía de Dalmacia o Ilírico, aunque es posible que su lugar de nacimiento fuera la región de Dardania en la Mesia Superior.
No hay evidencia fiable sobre la familia de Claudio, aunque lo más probable es que fuera peregrino de nacimiento, posiblemente de una familia romanizada. Además, David Potter sugiere que el clan de Claudio pertenecía al orden ecuestre. Trebelio Polión informa que algunos creían que Claudio «descendía del antepasado de los troyanos Ilo y del propio Dárdano», pero estas suposiciones son obviamente inventadas para ennoblecer aún más a Claudio y a sus supuestos descendientes: la familia de Constantino. Asimismo, en otra parte, escribe que se sabe poco sobre los antepasados de Claudio y que la información disponible es contradictoria. Trebelio Polión también dice que Claudio tenía dos hermanos: Quintilo, quien lo sucedió, y Crispo, cuya hija Claudia se casó con un tal Eutropio y dio a luz a Constancio Cloro. Además de estos, también tenía hermanas; una de ellas es llamada por el biógrafo por su nombre, Constantina, «quien se casó con un tribuno de la nación de los Asirios y murió joven». Sin embargo, D. Kienast cree que todos estos familiares son personas ficticias. Según el dudoso testimonio de Pseudo-Aurelio Víctor, Claudio era el hijo ilegítimo del emperador Gordiano II, de un romance con una mujer que «le enseñó cómo tratar con su esposa». También son infundados los intentos de probar la relación de Claudio y la hermana del emperador Probo, Claudia. En la Historia Augusta se menciona varias veces que Claudio también usó el nomen de Flavio, pero no hay otra confirmación de estos datos, y representan otro intento de probar su conexión con la dinastía de Constantino. No existe información sobre la esposa e hijos de Claudio.
Carrera política
Antes de llegar al poder, Claudio sirvió en el ejército romano, donde hizo una buena carrera y logró nombramientos para altos cargos. Durante el reinado de Decio Trajano, entre 249 y 251, sirvió como tribuno militar. En este puesto, Claudio fue enviado a defender las Termópilas contra los godos, para lo cual se ordenó al gobernador de Acaya que le enviara desde Dardania doscientos soldados, sesenta jinetes, sesenta arqueros cretenses y mil reclutas bien armados. Sin embargo, no hay evidencia de que los godos en ese momento amenazaran la región, ya que su invasión no se extendió más allá de los Balcanes medios, por lo que lo más probable es que el mensaje de la Historia Augusta sea un anacronismo, porque la guarnición de las Termópilas está constatada en 254. El historiador François Pashau ofrece una versión de que este pasaje fue inventado para contrastar al exitoso comandante pagano Claudio y los desafortunados generales cristianos que permitieron la ruina de Grecia por el líder gótico Alarico en 396. Además, Trebelio Polión revela que Decio recompensó a Claudio después de demostrar su fuerza mientras luchaba contra otro soldado en los Juegos de Marte.
Bajo Valeriano, Claudio fue tribuno de la Legio V Martia, pero se carece de otros testimonios sobre esta legión y su alternativa, la Legio IV Martia, probablemente fundada por Aureliano, estaba estacionada en Arabia Pétrea al comienzo del siglo V; más tarde se convirtió en el dux de Iliria, al frente de todas las tropas acantonadas en las provincias de Tracia, las dos Mesias, Dalmacia, Panonia y Dacia.
La biografía de Claudio en la Historia Augusta también incluye, sin duda, cartas falsificadas o inventadas, atribuidas a los emperadores Decio, Valeriano y Galieno, en las que presentan a Claudio bajo una luz extremadamente favorable, aunque es posible que contengan algo de verdad. D. Kinast considera inequívocamente que todos los hechos de la carrera de Claudio que figuran en la Historia Augusta han sido inventados y solamente se puede suponer que Claudio sirvió en el ejército durante algún tiempo, al menos bajo Galieno y, posiblemente, también bajo sus predecesores.
Al parecer, Claudio resultó herido durante la represión del levantamiento del usurpador Ingenuo, y más tarde, junto con Aureolo, participó en la campaña contra el emperador galo Póstumo.
Ascenso al poder
En 268, la situación en el Imperio romano empeoró cuando los godos invadieron Mesia y Tracia, y sitiaron Tesalónica. En 267, los hérulos realizaron una invasión naval en los asentamientos del mar Negro y, en consecuencia, conquistaron Bizancio, pero fracasaron en una incursión en la costa bitinia. Este fracaso los obligó a moverse hacia el oeste y cruzar el Egeo para atacar las tierras ricas pero mal defendidas de Grecia y, en el camino, saquearon las islas de Lemnos y Esciros, y desembarcaron en Ática, donde devastaron Atenas. Posteriormente atravesaron el istmo de Corinto, cuyas fortificaciones inacabadas no pudieron detenerlos, y tras esto, devastaron completamente Corinto, Esparta y Argos, y se dirigieron hacia Beocia, donde se enfrentaron a un gran ejército romano bajo el mando de Marciano. Sin embargo, esta fuerza no fue lo suficientemente eficaz como para detener completamente al enemigo, aunque en invierno consiguieron empujarlos hacia al norte hasta Epiro y Macedonia, donde se encontraba Galieno, quien venía del norte de Italia. Finalmente, en la primavera de 268, en el valle de Nesos (o Nesta), en la frontera entre Macedonia y Tracia, Galieno consiguió derrotar a los bárbaros. El emperador llegó a un acuerdo con el caudillo de los hérulos Navlobato, concediéndole el derecho a retirarse fuera del imperio. En ese momento, Galieno recibió la noticia de que su comandante Aureolo había provocado un motín en el norte de Italia, por lo que reconoció de inmediato la gravedad de la situación: si perdía el control de esta región, su situación se volvería desesperada, por lo que dejó a Marciano para defender la frontera del Danubio, reunió un gran ejército y fue a Italia para luchar contra la nueva amenaza.
En lugar de proclamarse emperador, Aureolo apoyó a Póstumo, organizando la acuñación de monedas en nombre de este emperador galo en la ceca de Mediolano. Esto pudo haber sido el resultado de las negociaciones iniciadas entre los dos jefes militares durante una campaña infructuosa unos años antes, pero es más probable que Aureolo actuara por su cuenta, con la esperanza de conseguir el apoyo de las legiones del Rin en la lucha contra Galieno. En cualquier caso, se equivocó en sus cálculos y Póstumo se negó a participar en el arriesgado plan del comandante rebelde. A principios del verano de 268, Galieno llegó al norte de Italia con su ejército e inmediatamente dio batalla a las tropas de Aureolo en un lugar que más tarde se conocería como el Puente de Aureolo (la moderna ciudad italiana de Pontirolo Nuovo), donde las fuerzas rebeldes fueron derrotadas y el líder de estas se retiró a Mediolano, ciudad que Galieno asedió inmediatamente.
Durante el asedio de Mediolano, surgió una conspiración entre los generales de Galieno, en la que participaron personas que alcanzaron la cúspide de sus carreras precisamente durante su reinado. Según Zósimo y Trebelio Polión, el prefecto del pretorio Aurelio Heracliano fue el organizador de la conspiración contra de Galieno. Habiendo llegado a un acuerdo con Marciano, como indica Trebelio Polión, o con Claudio, como señala Zósimo, comenzó a implementar su plan. Además, Heracliano también atrajo al comandante de los dálmatas Cecropio a la conspiración. Una vez muerto el emperador, la biografía de este en la Historia Augusta informa que Heracliano y Marciano comenzaron una discusión sobre cuál de ellos se convertiría en su sucesor, pero en este punto del texto de la Historia Augusta hay una laguna, tras la cual se habla inmediatamente de la elección de Claudio. Si bien se desconoce la información que estaba contenida en dicha omisión, es muy posible que se hablara sobre la negativa de Heracliano y Marciano de aceptar el poder imperial, y que se revelaran las razones del nombramiento de Claudio.
El historiador del siglo V Paulo Orosio indica que Claudio tomó el poder a petición del Senado, pero este hecho solamente aparece en su obra. A su vez, Eutropio habla de la elección del emperador Claudio por las tropas y la aprobación de su elección por el Senado. De ello se desprende que el Senado se limitó a confirmar la elección del ejército mediante su resolución. Según Zósimo, Claudio se convirtió en soberano como resultado del sufragio universal, que, al parecer, debe entenderse como la decisión del Senado. Por tanto, los mensajes de Eutropio y Zósimo coinciden en conjunto, sin embargo, vale la pena considerar el testimonio de Paulo Orosio y en conjunto se deduce que el Senado (o parte de él) sabía de la existencia de una conspiración y, por alguna razón desconocida, los senadores preferían a Claudio y no a Heracliano o Marciano.
La información sobre la participación del propio Claudio en la conspiración contra Galieno es contradictoria. Las fuentes griegas, Zósimo y Juan Zonaras, afirman directamente que estuvo involucrado en ella. El primero relata que el cerebro de la conspiración fue Aurelio Heracliano, pero esta en sí se volvió factible solo cuando el prefecto pretoriano atrajo a Claudio hacia ella, opinión generalmente compartida por Juan Zonaras. Sin embargo, existe una tendencia entre los autores latinos que consiste en eliminar la culpa de Claudio en la conspiración, posiblemente debida a un intento de vincularlo como pariente de la dinastía de Constantino. La biografía de Claudio no niega su participación en la conspiración, pero al mismo tiempo enfatiza que él no fue el organizador. Los historiadores que tratan de conciliar ambas versiones sugirieren que Galieno declaró a Claudio su sucesor antes de su muerte, ignorante de su participación en la conspiración.
Aunque Pseudo-Aurelio Víctor menciona el nombre de un tal Galonio Basilio, quien entregó a Claudio las insignias imperiales, la historia de la elección de su sucesor por Galieno es dudosa y, muy probablemente, es un intento de quitarle la culpa a Claudio de participar en la conspiración. En las fuentes no hay indicios de los motivos de la elección de Galieno, concretamente de Claudio, quien en ese momento tenía el rango de tribuno y defendía Titino del presunto ataque de Póstumo. Dado que Mediolano fue confiado a Aureolo, quien comandaba toda la caballería, la posición de Claudio podría ser cercana o igual a la de este. Sin embargo, sus posiciones aún no eran tan altas como para que el emperador tomara una decisión a su favor. Además, Galieno tenía parientes, un hermano llamado Licinio Valeriano y un cónsul en 268, Mariniano. Por lo tanto, la historia de Pseudo-Aurelio Víctor puede considerarse una ficción propagandística. La proclamación de Claudio como emperador se hizo en verano, en julio-agosto, o en otoño, en septiembre-octubre, de 268. Además, la fecha del 24 de marzo proporcionada por Trebelio Polión es, a juicio de D. Kinast, falsa.
Gobierno
Disturbios en el ejército y en Roma
Tras la proclamación de Claudio como emperador, comenzaron los disturbios en Roma, que provocaron la muerte de familiares y simpatizantes del emperador fallecido. El destino de Galieno fue compartido por Licinio Valeriano, quien, según una versión, estaba con él en el campamento de Mediolano, y según otra, en la capital. Claudio tuvo que emitir una orden en nombre de los soldados para detener las atrocidades. Al parecer, el iniciador de los disturbios fue el Senado, quien odiaba a Galieno por su prohibición de ingresar al servicio militar a los senadores y también participaron activamente las personas que tenían motivos de insatisfacción: guerras civiles incesantes, invasiones bárbaras, depreciación del dinero y, como consecuencia, inflación creciente.
Sin repetir los errores de Maximino el Tracio, quien permaneció en las fronteras con el ejército, y observando atentamente las formalidades, Claudio fue a Roma, probablemente en el invierno de 268/269, donde persuadió al Senado para que deificara a Galieno, aunque la mayoría de los senadores se inclinaban a condenarlo con la damnatio memoriae. Finalmente, Galieno fue deificado, enterrado en una tumba familiar en la Vía Apia, y se le dedicó en memoria monedas acuñadas en Roma. Se supone que Claudio pudo haber presionado a los senadores para esta deificación y, de hecho, asegurar el estatus divino para el predecesor solía verse como una demostración de piedad, siguiendo el ejemplo de Antonino Pío con la deificación de Adriano, y podría ayudar a legitimar el poder del nuevo emperador y ganar el apoyo de aquellos que aún eran leales a Galieno.
Trebelio Polión señala que la rebelión fue generalizada, y puede ser que la indignación se apoderara de todo el ejército, aduciendo «que les habían arrebatado de un emperador que había sido útil e indispensable para ellos, valiente y competente». Como resultado, para calmar a los alborotadores, los conspiradores tuvieron que recurrir a calmarles por el medio ordinario: prometiéndoles veinte monedas de oro a cada uno.
Movimientos militares
Tras la subida de Claudio al trono, continuó con el asedio de Mediolano, pero Aureolo, al enterarse del cambio del emperador, trató de llegar a un acuerdo con él, pero Claudio, según Trebelio Polión, respondió de la siguiente manera: «a Galieno, cuyas costumbres convenían con las tuyas, debías dirigir esas suplicias».
Aunque se había eliminado el peligro de Aureolo, Claudio se vio obligado a permanecer en el norte de Italia por la amenaza de invasión alamana. Como resultado del debilitamiento de las defensas de la frontera del Danubio, dado que fuerzas significativas procedentes del limes habían participado en la lucha en Mediolano, o la instigación de Aureolo, junto con los jutungos, atravesaron el Danubio y posteriormente los Alpes, y comenzaron a saquear el norte de Italia. Según el historiador del siglo VIII Pablo el Diácono, el número del ejército alamán alcanzó las trescientas mil personas. Al parecer, al principio, el ejército romano fue derrotado, lo que obligó a Claudio a reemplazar parte de la cúpula militar y nombrar a Aureliano como jefe de caballería. Finalmente, a principios de 269, el emperador infligió una aplastante derrota al enemigo en la batalla del lago Benaco. En honor a esta victoria, Claudio se llevó el título victorioso de «Germánico Máximo» y se acuñaron varios lotes de monedas con las inscripciones VICTORIA AUGUSTI y VICTORIA GERMANICA.
En 269, el emperador asumió el cargo de cónsul junto con Aspasio Paterno y tuvo que enfrentarse a la mayor invasión goda de ese año. Aunque en 268 Galieno logró derrotarlos en Naisso, no fue definitivo, y Marciano continuó las operaciones militares contra los bárbaros. Mientras tanto, sabiendo que las defensas romanas en los Balcanes estaban muy debilitadas tras los acontecimientos del año pasado, los hérulos decidieron romper la tregua con Roma y reanudar la guerra. No les fue difícil convencer a las tribus occidentales y orientales para que se unieran a la invasión junto con los gépidos y los peucinos, y la Historia Augusta se da la siguiente lista: «peucinos, greutungos, ostrogodos, tervingios, vesi, gépidos, así como celtas y hérulos», pero sin duda es un anacronismo que pretende resaltar la escala de la invasión. Además, Trebelio Polión afirma que el ejército godo contaba con trescientos veinte mil soldados y dos mil barcos, y según Zósimo trescientos doce mil en seis mil barcos, aunque, indudablemente, estas cifras son exageradas, pero la escala de la invasión no tuvo precedentes, comparable a la invasión de los godos que condujo a la catastrófica derrota del ejército romano en Adrianópolis en 378. La biografía de Claudio dice que los soldados también iban acompañados de sus familias, esclavos y bagajes, lo que es más acorde con las realidades del siglo IV.
Reuniendo su armada en la desembocadura del Dniéster, los godos y sus aliados devastaron la costa del mar Negro de Mesia y Tracia, atacaron Tomis y saquearon las tierras hasta Marcianópolis. Desde allí navegaron hacia el Bósforo y, atrapados en una tormenta, intentaron sin éxito saquear Bizancio y Cícico en su camino a través del mar de Mármara. Después de pasar por los Dardanelos, navegaron a lo largo de la costa norte del Egeo hasta Calcídica, donde desembarcaron en el Athos y, posteriormente, atacaron Casandra y luego sitiaron Salónica. Claudio se enteró de las invasiones que estaban realizando los godos poco después de la batalla del lago Benaco mientras se encontraba en el norte de Italia, sin embargo, aún se encontraba ocupado con los enemigos de la zona, por lo que optó por enviar a Aureliano, uno de los comandantes a los que tenía más confianza, a Macedonia para proteger a Iliria del ataque, quien partió inmediatamente al frente de un ejército importante, que incluía la caballería dálmata.
Pronto, dejando a su hermano menor Quintilo al mando de las tropas en Italia, Claudio marchó al teatro de operaciones con las fuerzas principales para unirse a Aureliano y Marciano. Cuando los godos se enteraron del acercamiento del ejército imperial, levantaron el sitio de Tesalónica y se retiraron tierra adentro, donde devastaron el noreste de Macedonia en el camino. En ese lugar, Aureliano logró alcanzarlos. Usando constantemente la caballería para atacar los flancos de los godos, logró empujar al enemigo hacia el norte hasta la Mesia Superior, donde Claudio concentró las principales fuerzas romanas. La batalla definitiva tuvo lugar en Naisso y fue sangrienta e indecisa, pero logró detener el avance del enemigo hacia el norte. Las pérdidas de los romanos fueron demasiado grandes para repetir con otra batalla decisiva, por lo que Claudio optó por tender una emboscada al enemigo. Esta táctica resultó exitosa para debilitar su potencial ofensivo, pero los invasores seguían siendo una fuerza a tener en cuenta. Según Zósimo, hasta cincuenta mil godos murieron en la batalla de Naisso, pero la realidad de este número no se puede verificar. Este éxito estuvo marcado por la emisión de monedas con la inscripción VICTORIA GOTHICA, además de que el propio emperador recibió el sobrenombre de «Gótico». Aunque la lucha continuó tanto en tierra como en el mar, los romanos ganaron esencialmente la guerra gótica. Sin embargo, el peligro de los godos continuó persistiendo bajo los sucesores de Claudio, como Aureliano, Probo y Tácito, quienes continuaron luchando contra ellos. La situación en la frontera del Danubio también era inestable, pero no se puede subestimar la importancia de la victoria de Naisso, que cambió el rumbo de la campaña a favor de los romanos.
El ejército godo inició una lenta y agonizante retirada hacia el sur por el mismo camino que llegó. Durante el resto del verano y durante el otoño de 269, los invasores fueron constantemente acosados por la caballería dálmata de Aureliano. En ese momento, los godos, muy escasos de provisiones, comenzaron a sufrir de hambre. Al ver el estado debilitado del enemigo, Aureliano lo atacó con todo el poder de su caballería, y en consecuencia, empujó al resto hacia el oeste hacia Tracia. En los montes Balcanes, los godos quedaron atrapados y rodeados. Además, con el inicio del invierno, el frío y las enfermedades aumentaron el número de muertos. Al mismo tiempo, nuevos destacamentos de godos cruzaron el Danubio para ayudar a sus compañeros de tribu, pero no progresaron mucho; otra parte de ellos, transportados por barcos hérulos, intentó abrirse paso hacia las ciudades de la costa del mar Egeo, pero también encontró resistencia y fue derrotada por la flota romana dirigida por el prefecto de Egipto Tenagino Probo. Muchos germanos que fueron capturados durante la guerra se alistaron en el ejército romano, se establecieron en el norte de la península balcánica como colonus, o fueron esclavizados. Además, los miliarios supervivientes evidencian la construcción intensiva de carreteras en esta área. La victoria del ejército romano se logró principalmente mediante el uso de la caballería y el talento militar de Claudio II, así como la falta de un solo liderazgo entre los godos.
Claudio y el Imperio galo
En el primer año de su reinado, Claudio se vio enormemente ayudado por el debilitamiento del Imperio galo. Entre las tropas estacionadas en la frontera del Rin, se extendió el descontento contra Póstumo y en la primavera de 269, un jefe militar de alta graduación, Ulpio Cornelio Leliano, se proclamó emperador en la capital de la Germania Superior, Maguncia, probablemente contando con el apoyo de la Legio XXX Ulpia Victrix, acampada en Castra Vetera. Póstumo derrotó al rebelde. Sin embargo, su reinado no duró mucho y pronto el prefecto pretoriano Victorino lo derrocó, aunque su propia posición pronto se volvió precaria.
Las provincias hispanas y la parte oriental de Galia Narbonense se separaron del Imperio galo y regresaron al Imperio romano después de que el prefecto de los vigiles, Julio Placidiano, estableciera cerca de Grenoble un pequeño destacamento y estableciera contacto con ellos. Afortunadamente para el emperador galo, fue allí donde Placidiano se detuvo y la posición de Victorino se estabilizó. Un año después, Augustodunum se rebeló y voluntariamente se pasó al lado de Roma, después de lo cual Victorino la asedió. Esta ciudad era importante estratégicamente, debido a que estaba situada en la carretera que unía Lugdunum con la zona central y septentrional de la Galia. Aparentemente, la sublevación fue de gran envergadura, y no se limitó a una sola ciudad, lo que representó un levantamiento civil contra el poder del emperador galo. Sin embargo, Claudio no hizo nada para apoyar a la ciudad, por lo que cayó tras varias semanas de asedio y fue saqueada. Aún se desconoce por qué Claudio no hizo nada para ayudar a Augustodunum, aunque es posible que esto se debiera a que el emperador estaba ocupado con la guerra con los godos y no pudiera enviar refuerzos, y Placidiano, dejado en la Galia, tenía muy poco poder para intervenir. A juzgar por las inscripciones individuales, la autoridad de Claudio fue reconocida por una de las legiones estacionadas en Britania hasta que Victorino restauró su autoridad allí.
Claudio y el Reino de Palmira
Las fuentes informan que las relaciones entre el Imperio romano y el Reino de Palmira se deterioraron gradualmente durante el reinado de Claudio II. Tras los fracasos de las guerras persas, Palmira se convirtió en una especie de amortiguador que separaba el Imperio romano del Estado sasánida y servía de protección al primero contra posibles ataques del segundo. Galieno reconoció esta posición y confirió al gobernante palmireno Odenato el título de «gobernante de todo el Oriente» e incluso pudo haberlo proclamado su cogobernante. Meonio intentó hacerse con el poder en Palmira, pero el hijo de Zenobia, Vabalato, se convirtió en rey, mientras que la propia Zenobia era la jefa de facto del Estado. La Historia Augusta informa que Galieno, al enterarse de la muerte de Odenato, envió un ejército al mando de Aurelio Heracliano hacia al este, pero fue derrotado por las tropas de Zenobia y en consecuencia perdió muchos soldados. Sin embargo, dado que Heracliano no estaba realmente en Oriente en 268, ya que en ese momento estaba en Mediolano involucrado en una conspiración contra Galieno, es obvio que este mensaje cronológicamente no es correcto. Es posible que, con el deseo de culpar a Galieno de todos los problemas, el historiador antiguo transfiriera deliberadamente los eventos del reinado de Claudio a la biografía de Galieno, o se confundió en su secuencia. Es probable que Zenobia reconociera originalmente a Claudio como emperador, conclusión sacada a partir de un análisis a las monedas de Palmira. Sin embargo, la ausencia de cualquier mención de la victoria sobre los godos y la deificación de Claudio en las monedas acuñadas en Antioquía indica que esta y Siria quedaron bajo el dominio de Palmira aproximadamente cuando los godos fueron derrotados cerca de Naisso. Arabia pronto quedó también bajo el control de los palmirenos y, junto a Siria, ambas provincias se convirtieron en un trampolín para la invasión palmirena del Egipto romano.
Según Zósimo, durante el reinado de Claudio, Zenobia al enterarse de que un egipcio llamado Timagenes quería reconocer su autoridad, envió a Egipto un gran ejército de palmirenos bajo el mando de Septimio Zabdas, quien salió victorioso y se apoderó de la región, y en consecuencia dejó allí una guarnición de cinco mil hombres. El gobernador egipcio Tenagino Probo, quien luchó en ese momento con los godos en el mar, desembarcó en Egipto y expulsó a los palmirenos a finales del verano de 269. Sin embargo, Timageno reunió un nuevo ejército y nuevamente invadió Egipto, por lo que en respuesta, Probo levantó un ejército de africanos y egipcios, pero fue derrotado en la batalla del monte Babilonia en el verano de 270. En consecuencia, Tenagino fue hecho prisionero. Trebelio Polión cuenta que los palmirenos bajo el mando de Zabdas y Timagenes fueron al principio derrotados por un tal Probato, pero debido a las intrigas de Timagenes, este murió y los egipcios juraron fidelidad a Palmira. La biografía del emperador Probo también afirma que luchó con los palmirenos, pero probablemente el antiguo historiador lo confundió con Tenagino Probo. Es posible que Zósimo también se equivocara al atribuir la pérdida de Egipto al reinado de Claudio II. Las monedas acuñadas en Alejandría indican el apoyo egipcio tanto a Claudio como a su sucesor Quintilo.
De los confusos relatos de los historiadores antiguos, se puede concluir que hubo un partido propalmireno en Egipto, dirigido por Timagenes, quien levantó un ejército propio durante la invasión de Zabdas. Este Timagenes debe identificarse probablemente con Aurelio Timagenes, el arzobispo de Egipto y Alejandría, quien estaba a cargo del sistema de culto provincial, lo que le permitió atraer a los partidarios durante el ataque de Palmira. Los descubrimientos en Egipto de papiros con el nombre de Vabalato apuntan al establecimiento temporal del poder de Palmira en la región, aunque no existe información sobre el destino de Timagenes. Claudio nombró a un nuevo prefecto de Egipto, Julio Marcelino, quien anteriormente había servido bajo el mando de Tenagino Probo, y posteriormente fue sucedido por Estatilio Amiano, quien probablemente derrotó a Timagenes y recuperó la autoridad romana sobre Egipto. Sin embargo, tras la muerte de Claudio, los palmirenos, aprovechando el vacío de poder, reconquistaron Egipto. A partir de ese momento, el suministro de cereales a Roma se detuvo hasta el momento en que Aureliano reconquistó el Reino de Palmira.
Relaciones con el Senado y política interior
Tras asumir el trono, Claudio comenzó a seguir una política de cooperación con el Senado, debido, entre otras cosas, al hecho de que los senadores, quizás, participaron en su nominación y entronización. En 269 se acuñaron monedas con la inscripción GENIVS SENATVS (en español: genio del Senado), lo que, según Andreas Alföldy, indica una mejora en las relaciones entre el emperador y el Senado, así como un aumento de la autoridad de este organismo estatal. Si se considera fidedigno el mensaje de Juan Zonaras, Claudio incluso le dio al Senado el derecho a declarar la guerra tanto a los godos como a Póstumo, aunque aún el emperador mantuvo la última palabra. A pesar de la cooperación demostrada con el Senado, Claudio no anuló las reformas de Galieno, que prohibían a los senadores ingresar al servicio militar.
Bajo Claudio, aumentó la influencia de los estadistas y mandos militares de origen balcánico. Antes de Claudio, solamente dos emperadores provenían de los Balcanes, pero después de él, y hasta 378, todos los césares eran originarios de las provincias balcánicas, a excepción de Caro, cuya provincia natal era Galia Narbonense. Esto finalizó cuando un hispano, Teodosio I el Grande, subió al trono.
Cuatro inscripciones permiten comprender la estructura del gobierno de Claudio el Gótico. Uno de ellas es la dedicación de Trajano Muciano al prefecto pretoriano Aurelio Heracliano, quien jugó un papel central en la conspiración contra Galieno, en su ciudad natal de Augusta Trajana (en la actualidad Stara Zagora, Bulgaria). La segunda consagración situada en el mismo lugar se hizo en honor al gobernador de Tracia, Marco Aurelio Apolinar, hermano de Heracliano. El hecho de que todas estas personas llevaran el nombre de Marco Aurelio, asignado a los nuevos ciudadanos del imperio de acuerdo con el edicto de Caracalla, sugiere que provenían de familias que no pertenecían a la élite imperial. La tercera inscripción muestra la carrera de Marciano, otro general influyente en el momento de la muerte de Galieno. La cuarta inscripción, situada en Grenoble está hecha en honor al prefecto de los vigiles, Julio Placidiano.
Aunque no se puede afirmar inequívocamente que Heracliano, su hermano Placidiano o Marciano procediesen de las provincias del Danubio, es obvio que ninguno de ellos era miembro de la aristocracia de la dinastía Severa. Además, todos ellos, aparentemente, deben su ascenso al servicio militar. A estos también hay que añadir a Aureliano y Probo, los sucesores de Claudio, quienes procedían de los Balcanes de familias que recibieron la ciudadanía por el edicto de Caracalla. Sin embargo, el gobierno siguió contando con representantes de la nobleza romana, como el procónsul de África Aspasio Paterno, los prefectos de la Ciudad Flavio Antioquiano y Virio Orfito, el princeps del Senado Pomponio Baso y el cónsul Junio Veldumniano.
El breve reinado de Claudio II estuvo marcado no solo por los ataques de un enemigo externo, sino también por problemas internos. Quizás en los años 269 y 270 hubo un levantamiento liderado por Censorino, aunque la fecha de la rebelión e incluso su existencia son dudosas. La Historia Augusta lo menciona como el último de los «Treinta Tiranos» y enumera varios cargos que ocupó antes del levantamiento, incluidos dos consulados, pero otras fuentes no confirman su carrera. La Historia Augusta dice que los soldados lo proclamaron emperador, pero poco después lo derrocaron debido a su severidad. Además, se menciona que la tumba de Censorino estaba en Bononia, lo que puede dar una idea del lugar del levantamiento. Henry Cohen fecha la rebelión a principios de 270, pero sugiere que las monedas atribuidas a Censorino en obras anteriores son falsas.
Política religiosa
El breve reinado de Claudio el Gótico y la parquedad de las fuentes no permiten una caracterización completa de su política religiosa. Aunque Eusebio de Cesarea y Sulpicio Severo representan el período entre el reinado de Valeriano y Diocleciano con una pausa en la persecución de los cristianos, según las Actas de los mártires, varios cristianos fueron martirizados durante el reinado de Claudio II, entre los que, aparentemente, también se incluye Valentín de Roma. La obra de Santiago de la Vorágine Leyenda áurea, escrita hacia 1260, cuenta que Valentín se negó a negar a Cristo ante el emperador, por lo que fue ejecutado. Además, la leyenda menciona que este emperador se llamaba Claudio. Los intérpretes de esta historia creían que, dado que claramente no se le puede identificar con el representante de la dinastía Julio-Claudia, Claudio, ya que no persiguió a los cristianos, lo más probable es que fuera Claudio el Gótico.
Una idea parcial de la política religiosa de Claudio se puede extraer de las imágenes de las monedas, donde, junto con el retrato del emperador, aparecen varias deidades del panteón romano tradicional. Claudio es uno de los pocos emperadores que emitió monedas con la imagen de Vulcano, al que representan con un martillo y unas tenazas, y la inscripción REGI ARTIS (en español: rey de las artes). Otra versión con una imagen similar contiene la inscripción DEO CABIRO (en español: al dios Cabiro) y, aparentemente, simboliza a uno de los hijos de Vulcano. Aunque la razón para honrar a Vulcano y sus hijos no está clara, esto puede explicarse por el hecho de que los Cabiros eran los dioses patronos de Tesalónica, quienes «protegieron» a esta ciudad del ataque de los godos. Claudio II emitió una serie de monedas inusual y rara, cuyo reverso representa pares de deidades, de los que el primer tipo muestra a Apolo y Diana, el segundo, Serapis e Isis, y el tercero, Heracles y Minerva, cuyo significado común era que estas deidades protegían el futuro del imperio y del emperador.
En otras monedas de Claudio aparece la imagen del Sol Invictus, lo que indica cierto interés por esta deidad, que comenzará a ocupar posiciones dominantes años después, bajo Aureliano. También se representaron numerosas diosas, como Ceres, Diana Lucifer y Diana la Victoriosa, Minerva, Venus y Juno Regina. Además, Claudio se convirtió en el primer emperador bajo el cual se acuñaron monedas que representaban a la exótica diosa egipcia Isis Faria.
Fallecimiento
En 270, el emperador recibió el apelativo honorífico de «Pártico Máximo», pero el hecho de que durante el breve reinado de Claudio apenas hubo un conflicto con los persas hace que este evento sea difícil de justificar. P. Damerau sugiere que, de hecho, los palmireños derrotaron a los persas y el princeps se apropió de su victoria. En la Historia Augusta se menciona que Claudio prácticamente convenció a los isaurios para que se trasladaran a los llanos de Cilicia y transfirieran sus tierras a la propiedad de uno de sus amigos más cercanos, a fin de evitar la posibilidad de que se sublevasen. Sin embargo, lo más probable es que este evento deba atribuirse a la época del reinado de Probo.
Aunque los godos fueron derrotados el año anterior, algunas grupos continuaron luchando en los Balcanes, donde, en las montañas, algunas escaramuzas incluso terminaron en derrota para los romanos. Sin embargo, en general, la implementación del plan para destruir a las bandas godas por separado llegó a su fin. Las condiciones en las que tuvo lugar el asedio de los godos en las montañas balcánicas no fueron fáciles para el ejército romano, ya que la disciplina comenzó a decaer en algunas unidades. Es posible que los romanos descartaran a los godos demasiado pronto, ya que su espíritu de lucha estaba lejos de haberse quebrado y aprovecharon las circunstancias para hacer un intento desesperado por escapar de su campamento. Claudio claramente subestimó la situación, y haciendo caso omiso del consejo de Aureliano, refrenó su caballería y envió solo a la infantería a la batalla. Los godos lucharon ferozmente, lo que causó graves daños al ejército romano, y la catástrofe solo se evitó con la intervención de la caballería de Aureliano, aunque era demasiado tarde para evitar que el enemigo saliera del cerco.
Durante la primavera, los godos supervivientes atravesaron Tracia, perseguidos por el ejército romano; sin comida y debilitados por el hambre, muchos cayeron ante la devastadora plaga que azotó los Balcanes en la primavera y el verano de 270, que también se extendió por el ejército romano. De hecho el propio emperador enfermó y regresó a Sirmio, por lo que dejó a Aureliano para que dirigiera la limpieza de Tracia y Mesia Inferior de los merodeadores godos. Además, Claudio recibió noticias de que vándalos y jutungos estaban preparándose para invadir Recia y Panonia. Aureliano logró dividir al enemigo en grupos más pequeños con los que era más fácil lidiar y, finalmente, la campaña duró hasta el verano. Mientras tanto, el propio Claudio aceptó el apelativo de «Gótico Máximo» y destacó sus logros en las monedas. Sin embargo, el emperador murió pronto a causa de la plaga.
Alaric Watson indica que Claudio falleció a mediados de agosto de 270 a partir de las monedas con la imagen de Claudio de Egipto, acuñadas en la ceca de Alejandría y fechadas en el tercer año de su reinado, teóricamente entre 29 de agosto de 270 y 28 de agosto de 271. En Oxirrinco, cinco días de viaje hacia el sur, el papiro menciona a Claudio como emperador a fines de septiembre de 270. La noticia de la muerte del soberano llegó a Menfis sólo a principios de octubre. Michael Grant fecha la muerte de Claudio en enero, mientras que D. Kienast en septiembre. El primer papiro que menciona a Aureliano está fechado el 25 de mayo de 270, lo que sugiere que Claudio debió morir antes de esa fecha.
Hay una versión más dramática de la muerte de Claudio. Según Aurelio Víctor y el autor anónimo del Epítome, en los libros sibilinos se leyó una predicción de que para derrotar al enemigo, se debía sacrificar a los primeros del orden senatorial. En ese momento, lo era Pomponio Baso, pero Claudio dijo que «nadie en el orden senatorial tiene ventaja sobre el propio emperador», y él mismo sacrificó su vida en aras de la victoria. De esto se puede concluir que murió en batalla, pero no se indica directamente. Es probable que esta versión sea solo un recurso retórico insertado en el relato de las hazañas de Claudio para presentar su muerte como consecuencia de la peste, que contrajo durante la campaña, como un heroico autosacrificio. Es sorprendente que Trebelio Polión ignore por completo esta versión, y que en su biografía Claudio simplemente murió de peste. El historiador Tadeusz Kotula cree que el mito del autosacrificio de Claudio nació en el entorno del césar Juliano hacia 355 y entró en la tradición histórica gracias a la obra del partidario de Juliano Aurelio Víctor De Caesaribus. A finales del siglo IV, esta leyenda fue desarrollada por el autor anónimo del Epítome, quien probablemente vio paralelos entre el autosacrificio de Claudio en la guerra con los godos y la muerte de Juliano durante la campaña persa.
Características de la personalidad y el gobierno
La descripción más completa de la apariencia y el carácter de Claudio la dejó el autor de su biografía en la Historia Augusta:
Claudio se distinguió por la pureza de sus costumbres, por su vida ejemplar y singular castidad. Bebía poco vino y comía mucho. Era muy alto y tenía los ojos penetrantes, y tanta fuerza en las manos que muchas veces se le vio romper de un puñetazo los dientes a un caballo o a un mulo.
Además, el historiador bizantino del siglo VI Juan Malalas describe a Claudio de la siguiente manera:
Era de mediana estatura, piel clara, barriga grande, cabello lacio y rubio, rostro ancho, nariz ligeramente respingada, ojos grisáceos, boca torcida y labios pequeños.
Eutropio enfatiza que Claudio es «un hombre humilde, manso y justo». Aurelio Víctor caracteriza al emperador como una persona muy justa y activa, completamente dedicada a los intereses del estado. Trebelio Polión escribe que Claudio combinó «el valor de Trajano, la piedad de Antonino, y la moderación de Augusto». Las monedas representan al emperador como un caudillo militar típico de la época: pelo corto, barbudo y con la frente arrugada.
A pesar de que el reinado de Claudio II duró poco menos de dos años, todos sus súbditos lamentaron sinceramente su muerte. La deificación del monarca fallecido se produjo inmediatamente después de que se recibiera la noticia de su muerte. El autor de la biografía de Claudio en la Historia Augusta escribe que «lo amaban de modo que podemos decir con toda seguridad que ni Trajano, ni ninguno de los Antoninos, ni ningún otro soberano fue tan amado». Además, en honor suyo, se colocó en la Curia romana un escudo de oro en cuyo centro estaba esculpida su imagen, mientras que el pueblo romano hizo que en el Capitolio se erigiese a sus expensas una estatua suya de oro de diez pies de altura. También se elevó cerca de los rostra una columna coronada por una estatua de Claudio de plata adornada con palmas. Después de que Claudio restaurará Cirene, la ciudad pasó a llamarse Claudiopolis.
Fallecido Claudio, su hermano Quintilo, quien dirigió las tropas estacionadas en el norte de Italia para proteger la península y la capital de la supuesta invasión de los bárbaros, se autoproclamó emperador. Al parecer, contó con el apoyo del Senado, que se puso de su lado por respeto a Claudio. Sin embargo, las tropas del Danubio no expresaron entusiasmo por su llegada al poder, y Aureliano, difundiendo rumores de que Claudio lo había nombrado su sucesor en su lecho de muerte, reclamó para sí la púrpura. Al enterarse, Quintilo intentó luchar por el poder, pero sus soldados lo abandonaron.
Claudio fue un destacado líder militar, un excelente ejemplo de conocimiento militar y valor, al que el Imperio romano debe su supervivencia y el comienzo del fin de una crisis prolongada. Los autores antiguos dejaron comentarios positivos sobre Claudio y su reinado, lo que se debe, en primer lugar, al odio al predecesor de Claudio Galieno y, en segundo lugar, a la leyenda de su muerte. En general, Claudio el Gótico dio un fuerte impulso a la restauración del Imperio romano. Durante su corto reinado, el emperador no tuvo la oportunidad de abordar los difíciles problemas económicos del imperio: los recursos del Estado estaban al límite, en relación con lo cual el contenido de plata en el antoniniano se redujo al 2-3 %, lo que aceleró el ya rápido aumento de los precios.
En el siglo IV, se difundió ampliamente la afirmación sobre la relación de Constantino I el Grande y Claudio el Gótico. Probablemente, este vínculo no sea cierto; sin embargo, contribuyó a que la vida de Claudio se convirtiera en un panegírico. El autor de la biografía de Claudio en la Historia Augusta narra que «la escribió con el debido cuidado, por respeto a Constancio César» (o sea a Constancio I Cloro). Además, se acuñaron monedas con las inscripciones DIVO CLAVDIO OPT [IMO] IMP [ERATORI], MEMORIAE AETERNAE (en español: divino Claudio, el mejor emperador, memoria eterna) y REQVIES OPT [IMORVM] ME [RITORVM] (en español: paz a los mejores y más dignos). La idea de la relación entre Claudio y Constantino se remonta al año 310, cuando se mencionó por primera vez en un panegírico pronunciado por un orador anónimo en Augusta Treverorum, lo que, sin duda, se debió a la necesidad de fortalecer la posición política de Constantino tras la muerte de su suegro Maximiano Hercúleo.
Las valoraciones positivas unánimes de Claudio pueden explicarse por el hecho de que en la historiografía antigua, especialmente en la latina, prevalecía la valoración prosenatorial de los acontecimientos. Por lo tanto, no es de extrañar que, de hecho, Claudio se opusiera a Galieno, cuyas actividades el Senado expresó un evidente descontento. El lamentable estado de las fuentes, la pérdida casi completa de la tradición historiográfica contemporánea de Claudio II, con la excepción de algunos fragmentos de las obras de Dexipo, sólo contribuyó a la difusión de la leyenda sobre él, comenzando con los discursos de los panegiristas latinos de la era tetrarquica y terminando con la biografía en la Historia Augusta, escrito probablemente a finales del siglo IV. Posteriormente, los historiadores bizantinos continuaron apoyando la leyenda de Claudio, el conquistador de los bárbaros y el salvador de Grecia.