Cerámica de Paterna para niños
La cerámica de Paterna, elaborada en la localidad de Paterna en la Comunidad Valenciana, tuvo momentos de gran importancia en su producción. Destaca la cerámica de estilo mudéjar, también conocida como hispano-morisca, que se fabricó entre los siglos XIII y XVI.
Entre los tipos más importantes se encuentran la cerámica verde y manganeso (que usaba óxidos de cobre y manganeso sobre un fondo blanco brillante), la de reflejos metálicos (también llamada loza dorada) y la de la serie azul. Se cree que la técnica de la loza dorada llegó de Málaga a Valencia a principios del siglo XIV. Poco después, ya existía un estilo propio muy establecido en los talleres de la zona, especialmente en Paterna y Manises.
Contenido
Historia de la Cerámica de Paterna
Paterna, muy cerca de Valencia y a orillas del río Turia, fue conquistada por Jaime I de Aragón en el año 1237. Después, fue entregada como señorío al noble aragonés Artal de Luna, según el Llibre del Repartiment de Valencia. Este nuevo señor apoyó la fabricación de cerámica, que ya era la ocupación principal de la gente del pueblo. Así, obtuvo muchos beneficios de los impuestos sobre las ventas.
Después de la conquista de Valencia, que ocurrió un año después de la de Paterna, el rey Jaime I también ayudó a los musulmanes que se dedicaban a la cerámica. Emitió un decreto que les daba la exclusividad en la producción de "obra de tierra" (cerámica) entre los siglos XIII y XV. Sin embargo, a partir del siglo XIV ya se encuentran alfareros con nombres cristianos.
Dos barrios de Paterna fueron los principales centros de los artesanos:
- El de «les Oleries Xiques o Menors», al sur del pueblo, cerca del río Turia.
- El de «les Oleries Majors», un poco más lejos, al oeste.
Ambos tenían mucha agua y arcilla. Hasta el año 2005, las excavaciones encontraron 34 talleres de cerámica, 24 hornos grandes y 28 hornos pequeños que se usaban para la loza dorada.
En el siglo XVI, la producción de cerámica de Paterna disminuyó debido a la fuerte competencia de la cercana localidad de Manises, especialmente en la cerámica de reflejos metálicos.
Gran parte de la cerámica de Paterna fue descubierta en excavaciones de 1907, dirigidas por el investigador Manuel González Martí, en un lugar llamado «El Molino del Testar». Parte de estos hallazgos se exhiben en el Museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias González Martí de Valencia y en el Museo de Cerámica de Paterna. Otra parte fue comprada por la Junta de Museos de Cataluña y se conserva en el Museo de Cerámica de Barcelona.
Cómo se Producía la Cerámica de Paterna
A mediados del siglo XIII, las vajillas de madera fueron reemplazadas por las de cerámica. Los nuevos señores se convirtieron en clientes importantes de los alfareros mudéjares. Con el tiempo, y con el estilo gótico, la gente de la nueva clase media (burguesía) hizo que la cerámica de Paterna fuera muy solicitada en toda la península ibérica.
Los contratos de la época medieval especificaban la cantidad de vasijas y el tiempo de entrega. A menudo, el comprador mostraba un ejemplo del diseño que quería, además de la forma y el tamaño, pidiendo que fuera "de lo mejor y tan hermosa como la muestra". Las cerámicas se transportaban en barcazas arrastradas por animales por el río Turia hasta el puerto de Valencia, desde donde se enviaban a diferentes lugares del Mediterráneo. El costo del embalaje y transporte corría a cargo de los alfareros. Las piezas se colocaban dentro de grandes tinajas llamadas «guerres d'estibar escudelles» (jarras para guardar vajillas).
Las excavaciones desde los años ochenta del siglo XX han mostrado que los talleres de cerámica eran rectangulares, con patios y muy juntos. Dentro de los talleres, las zonas de trabajo estaban organizadas. En el siglo XIII, los tornos estaban en los lados más largos del taller, pegados a las paredes, y estaban semienterrados en el suelo.
A mediados del siglo XIV, los tornos se enterraron completamente en hoyos cilíndricos de unos 80 cm de profundidad. El alfarero se sentaba en el borde y usaba los pies para mover el torno, lo que le permitía dejar las piezas terminadas al nivel del suelo sin moverse. En el siglo XV, se usaron tornos de banco, que estaban a nivel del suelo, con solo la base enterrada. Junto a los tornos, había pequeñas pilas excavadas para la arcilla preparada, que permitían que el agua sobrante se escurriera.
En el patio exterior del taller, se lavaban, decantaban y remojaban las arcillas en grandes balsas. Había otras más pequeñas para amasar y mezclar las diferentes tierras. La arcilla se trituraba con rodillos o mazos y luego se pisaba hasta que estuviera lo suficientemente suave para trabajarla. En estos patios, frente a las balsas, estaban los hornos. Normalmente, había un horno grande para las primeras cocciones y otros más pequeños para la loza dorada o de reflejo metálico. Estos hornos pequeños tenían una capacidad de medio metro cúbico, ya que las piezas con esta decoración solían ser pequeñas, como platos o artículos de aseo.
Las primeras piezas de alfarería de Paterna se hacían con una tierra de Cuart de Poblet mezclada con greda y légamo (barro) del río Turia, que servía para que la arcilla no se pegara. Había dos tipos de tierra: una gruesa para loza de despensa y otra fina para vajilla. Sus diseños eran parecidos a la cerámica de Teruel, con formas geométricas como las de la cerámica califal de Córdoba. También representaban figuras de personas y animales como perdices, conejos, ciervos, peces o dragones.
Cerámica de «obra aspra»
La primera cerámica, llamada «obra aspra» (obra áspera), no tenía ningún esmalte y se cocía una sola vez. Con ella se hacían jarras, vinateras, aceiteras, cazuelas, candiles o tinajas grandes para guardar grano. Estas tinajas grandes también se usaban para transportar escudillas y platos para la venta. Las normas decían que debían llevar la marca del alfarero y estar cubiertas de pez (una sustancia pegajosa) que venía de Castilla. Las que se usaban para embalar cerámica debían ir cubiertas de esparto. Pocas piezas tenían decoración, aunque algunas jarras presentaban líneas en zigzag de color oscuro hechas con óxido de manganeso.
Cerámica esmaltada
Esta cerámica, después de la primera cocción, recibía una capa de esmalte blanco que contenía estaño. Sobre esta capa se dibujaban los diseños con óxidos metálicos antes de una nueva cocción. Los colores cambiaron con el tiempo: desde finales del siglo XIII hasta mediados del siglo XIV se usó el azul de óxido de cobalto, mientras que en las últimas producciones hasta principios del siglo XV se usaron los reflejos metálicos. Esta cerámica tenía formas para la mesa: platos llanos, escudillas con asas, cuencos, fuentes hondas y jarras de varios tipos.
Durante esta época, la cerámica adoptó un estilo gótico con elementos islámicos. La mayoría de los artesanos eran musulmanes (convertidos o no) que trabajaban en pequeños talleres familiares y mantenían sus tradiciones. Se cree que sus diseños y técnicas venían de Málaga. Sus obras rara vez estaban firmadas; si lo hacían, era como una marca para no confundir las piezas en los hornos compartidos. La cerámica de Paterna fue imitada en otros talleres de la península y en reinos más lejanos, como los italianos, que intentaron copiar el reflejo dorado y los diseños. En Italia, este tipo de cerámica se llama de la «familia italo-morisca», y sus temas y técnica se inspiraron en la cerámica dorada española, intentando imitarla con manganeso y colores amarillo-anaranjado.
- Técnica del reflejo metálico: El reflejo que se lograba en Paterna y Manises necesitaba tres cocciones:
* Una de bizcocho (primera cocción sin esmalte). * La segunda con el barniz de estaño y, si se quería, el azul de cobalto. * La última, a unos 600°C, en un ambiente con poco oxígeno y mucho humo (llamada atmósfera de reducción). Esta cocción era la que hacía aparecer el reflejo. La capa metálica se hacía con una mezcla de cobre y plata disuelta en vinagre. Esta mezcla, aplicada con pincel o pluma, se adhería a la superficie de la pieza barnizada después de la última cocción. Dependiendo de la cantidad de plata o cobre y del tiempo de cocción, se obtenían diferentes tonos de reflejos. La cocción debía ser corta, unas tres horas, y se usaban plantas ricas en aceites como el romero o la jara para potenciar la reducción. Una vez sacada del horno, la pieza estaba cubierta de humo y necesitaba una limpieza para ver la calidad del trabajo.
Serie verde y manganeso
Los colores verde y morado, hechos con óxidos de cobre y manganeso, se originaron en Mesopotamia a principios del siglo IX y se extendieron rápidamente por el mundo árabe, llegando a la Península Española con los alfareros del califato de Córdoba en el siglo X.
En Paterna, esta técnica apareció hacia el siglo XIII. Las piezas conservadas tienen diseños muy especiales, desde motivos florales con palmetas o piñas (típicos de Egipto y Persia) que formaban franjas o círculos, hasta diseños de animales. Los animales solían estar junto al llamado árbol de la vida (de origen persa) y respetaban un eje simétrico. Las figuras humanas se representaban como damas o guerreros rodeados de hojas, ramas o los sencillos trazos en zigzag islámicos. Si los diseños eran solo geométricos, a menudo venían acompañados de las llaves del Paraíso o la mano de Fátima o Jamsa, símbolos de felicidad y sabiduría en el arte musulmán. También era común la decoración con inscripciones en árabe, como «alafía» (bienestar/bendición). Entre las piezas de vajilla más comunes estaban las escudillas cóncavas o con un pequeño borde. Algunas se llamaban «de pellizco» o «de monja» porque sus bordes tenían ondulaciones hechas con los dedos de los alfareros, y se usaban como saleros. Este tipo era muy popular en la península y se encontraba en talleres de Valladolid, Toledo o Manises.
Serie azul
Las piezas con decoración azul, que reemplazaron a las verdes y moradas, se produjeron en Paterna durante el último tercio del siglo XIV, influenciadas por la cerámica de Málaga. Los diseños cambiaron a líneas más finas y elegantes. Las figuras de animales eran realistas pero con un trazo más lineal y estilizado. También aparecieron figuras humanas representadas como bustos. Una de las piezas más fabricadas fueron los albarelos, que ya se hacían en menor cantidad en la serie anterior. Estas piezas, además de usarse para medicinas, también se utilizaban en los hogares para guardar especias. A finales de este siglo, se exportaron a Italia piezas con reflejo metálico y diseños muy detallados. A principios del siglo XV, se añadieron nuevos motivos religiosos como el «Ave María», «JHS», «Gracia Plena», escudos de familias o hojas de perejil y de hiedra.
Socarrat
En el siglo XV comenzó la fabricación de la cerámica más característica de Paterna: los socarrats. Eran piezas cuadradas o rectangulares, bastante gruesas (unos 3 centímetros), hechas especialmente para decorar techos y que se colocaban entrevigados (entre las vigas). Como no iban a estar en contacto con el agua, se hacían con una sola cocción y sin esmalte. Debido a la altura a la que se colocaban, los dibujos se hacían con trazos gruesos y normalmente en dos colores: negro (de óxido de manganeso) y rojo (de óxido de hierro) sobre una ligera capa blanquecina de fondo con blanco de plomo. Los temas de los dibujos variaban desde formas geométricas y vegetales (con diferentes tipos de hojas) hasta animales o escenas con figuras humanas. En el siglo XVI se hicieron nuevos tipos usando moldes con figuras en relieve, pintadas de rojo y negro, pero sin pintura en el fondo.
-
Socarrat con una liebre (hacia 1513). Procede de la Casa del Delme de Paterna y está en el Walters Art Museum.
-
Socarrat del Museo de Bellas Artes de Castellón mostrando un toro, una garcilla bueyera y un tulipán.
-
Socarrat de Paterna de entre 1490 y 1550. En el Walters Art Museum.
