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Benito Quinquela Martín para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
Benito Quinquela Martín
Benito Q. Martín.jpg
Benito Quinquela Martín, en 1933
Información personal
Nombre de nacimiento Benito Enrique Martín
Nacimiento 1 de marzo de 1890
La Boca, Buenos Aires, Argentina
Fallecimiento 28 de enero de 1977

Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina
Sepultura Cementerio de la Chacarita
Nacionalidad Argentina
Educación
Educación no tuvo educación formal- Estudió con el maestro Alfredo Lazzari y luego fue autodidacta.
Información profesional
Área Pintura, grabado, muralismo
Años activo desde 1904
Movimientos Nuevo realismo, arte social
Firma
Firma Quinquela Martín.svg

Benito Quinquela Martín (nacido en Buenos Aires el 1 de marzo de 1890 y fallecido el 28 de enero de 1977) fue un famoso pintor argentino. Su nombre de nacimiento era Benito Juan Martín. Fue abandonado de bebé y adoptado siete años después por la familia Chinchella, que tenía una carbonería en el barrio de La Boca.

Quinquela Martín es conocido como el "pintor de puertos". Es uno de los artistas más queridos de Argentina. Sus cuadros muestran la vida activa y fuerte del puerto de La Boca. De niño, Benito trabajó cargando bolsas de carbón. Estas experiencias influyeron mucho en sus obras.

Expuso sus pinturas en Argentina y en otros países. Vendió muchas de sus obras y también donó varias. Con el dinero que ganó, hizo muchas cosas buenas para su barrio. Por ejemplo, construyó una escuela-museo llamada Escuela Pedro de Mendoza.

Benito no estudió arte de forma tradicional. Aprendió por sí mismo, lo que a veces hizo que otros artistas y críticos no valoraran su trabajo. Una de sus herramientas principales era la espátula, en lugar del pincel.

La vida de Benito Quinquela Martín

La fecha exacta de nacimiento de Quinquela Martín no se sabe con seguridad. Fue abandonado el 20 de marzo de 1890 en un orfanato. Una nota decía que había sido bautizado como Benito Juan Martín. Por su aspecto, se pensó que había nacido unos 20 días antes, por eso se fijó el 1 de marzo como su cumpleaños.

Sus primeros siete años los pasó en un asilo. Tenía pocos recuerdos de esa época, que describía como triste y solitaria. Vivió rodeado de las Hermanas de Caridad, sin figuras paternas. A pesar de esto, Benito siempre fue alegre y amable. El asilo era grande y limpio, y nunca faltaba comida.

Su adopción y la familia Chinchella

Cuando tenía seis años, el 18 de noviembre de 1896, fue adoptado por Manuel Chinchella y Justina Molina. Benito tomó el apellido de su padre adoptivo, Chinchella. Más tarde, este apellido se cambió a "Quinquela" para que sonara igual en español. Benito escribió en su autobiografía que su madre adoptiva lo quiso mucho desde el primer momento.

Manuel Chinchella era de Italia y llegó a Argentina para buscar una vida mejor. Trabajaba descargando carbón en el puerto de La Boca. Allí conoció a Justina, quien sería su esposa. Justina era de Entre Ríos y, aunque no sabía leer ni escribir, manejaba la carbonería de manera muy eficiente.

Manuel y Justina querían tener un hijo, pero no podían. Decidieron adoptar un niño mayor que pudiera ayudar en la carbonería. Así fue como Benito, que tenía entre seis y ocho años, llegó a su hogar. Su madre adoptiva lo trataba con mucho cariño. Su padre era más rudo, pero también le mostraba afecto. Mientras el padre trabajaba en el puerto, la madre y Benito atendían la carbonería y hacían las tareas de la casa.

Archivo:Quinquela Martín en su estudio (2)
Benito Quinquela Martín en su taller.

Ese mismo año, Benito empezó la escuela primaria. Solo estudió hasta tercer grado porque su familia necesitaba que trabajara. Su maestra, Margarita Erlin, le enseñó a leer, escribir y matemáticas básicas.

Benito se hizo amigo de los mellizos García, que eran muy listos. Ellos lo ayudaron con sus tareas. Cuando Benito dejó la escuela, le enseñaron cosas útiles para la vida en el barrio.

En 1904, la familia se mudó a la calle Magallanes. En esa época, era común que la gente se interesara por temas sociales y políticos. Benito empezó a participar en la campaña de Alfredo Palacios, un político socialista. Aunque era joven, lo que había aprendido trabajando lo acercó a ese grupo. Ayudó repartiendo folletos y pegando carteles. Palacios ganó la elección, y Benito aprendió que luchar por lo que uno quiere da resultados.

Al año siguiente, la situación económica empeoró. Su padre pensó que si Benito podía trabajar en política, también podía hacerlo en el puerto. Su tarea era subir a los barcos, llenar bolsas de carbón y llevarlas a los compradores. Ganaba poco dinero y le dolía mucho la espalda. A pesar de ser delgado, era muy fuerte y rápido, por eso lo apodaron "el mosquito".

Sus primeros pasos en el arte

Archivo:Regreso de la pesca
Cuadro Regreso de la pesca exhibido en un mural en la calle Caminito.

Benito empezó a dibujar inspirado en las escenas y colores del puerto. Al principio, sus dibujos eran sencillos y los hacía con carbón sobre madera. Los escondía para que sus compañeros no se burlaran.

A los 14 años, se unió a la Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural donde se reunían estudiantes y trabajadores. Allí se enseñaban muchas cosas, desde música hasta economía. Benito iba por las tardes, después de trabajar en la carbonería.

A los 17 años, entró al Conservatorio Pezzini-Stiatessi, que era parte de la Sociedad Unión. Allí estudió hasta 1920. Conoció a Juan de Dios Filiberto y otros artistas. Su maestro fue Alfredo Lazzari, quien le dio sus primeras lecciones de arte. Practicaban dibujando y salían a la Isla Maciel para dibujar paisajes naturales.

Benito quería aprender mucho, así que después del trabajo iba a la biblioteca. Un libro que lo marcó fue El arte del escultor francés Auguste Rodin. De ese libro, Quinquela aprendió una frase importante: "Pinta tu aldea y pintarás el mundo". Él siempre siguió este consejo, pintando su barrio, sus vecinos y el puerto.

En esa época, también iba a reuniones en una peluquería donde se hablaba de política, cultura y arte.

En 1909, Benito se enfermó de tuberculosis. Sus padres lo enviaron a la casa de su tío en Villa Dolores, Córdoba, para que se recuperara con el aire de la montaña. Pasó seis meses allí, se curó y conoció al pintor Walter de Navazio. Pintaron juntos al aire libre, pero el paisaje de Córdoba no lo inspiraba tanto como el puerto. Esto lo hizo decidir que solo pintaría su propio mundo.

Cuando regresó a casa, ya con la idea de seguir pintando, montó un taller encima de la carbonería. Sus amigos artistas lo visitaban y a veces se quedaban a vivir allí. Esto sorprendía a sus padres. Benito usaba huesos para estudiar anatomía, lo que generó rumores divertidos. Su padre no estaba contento porque Benito descuidaba su trabajo en el puerto. Un día, después de discusiones, Benito dejó la casa familiar. Siguió trabajando en el puerto para mantenerse y dedicó más tiempo a la pintura.

Durante un tiempo, vivió en la Isla Maciel. Allí conoció a personas de todo tipo. Aprendió mucho de sus experiencias y esto enriqueció su pintura.

Tuvo talleres en diferentes lugares, incluso en un barco. Pero su madre le pedía que volviera a casa. Siguiendo su consejo, Benito regresó y consiguió un trabajo en la Aduana. Limpiaba ventanas y preparaba mate, lo que le dejaba tiempo para pintar. Dejó ese trabajo cuando le pidieron que transportara objetos de valor, pues no quería tener problemas.

En 1910, Benito participó en su primera exposición con otros alumnos de Alfredo Lazzari. Expuso cinco obras, que eran algo sencillas porque aún no tenía mucha experiencia.

Benito quería mejorar su técnica. El maestro Pompeyo Boggio le enseñó a dibujar mejor. Junto a otros artistas, formaron el grupo "Artistas del Pueblo". Querían usar el arte para mejorar la sociedad.

Como Quinquela y sus amigos no eran aceptados en el Salón Nacional (la galería más importante), crearon el Primer Salón de los Recusados. Allí expuso sus obras y recibió críticas variadas, pero lo importante es que la prensa empezó a hablar de su trabajo.

También fue profesor de Dibujo en una escuela para adultos. Les enseñaba a aplicar el arte a la industria, buscando acercar el arte a los trabajadores.

Reconocimiento y viajes

En 1916, la revista Fray Mocho publicó un artículo sobre él, llamado "El carbonero". Esto lo animó a dedicarse por completo a la pintura. Gracias a este artículo, consiguió su primer cliente, Dámaso Arce, quien compró una de sus obras. La revista Caras y Caretas también publicó una de sus pinturas. Esto hizo que Benito se sintiera más seguro de su vocación, y su padre empezó a respetarlo más.

Benito y su amigo Facio Hebequer crearon "Artistas del Pueblo" para ayudar a personas con pocos recursos a descubrir el arte.

Hebequer le presentó a Pío Collivadino, director de la Academia Nacional de Bellas Artes. Collivadino quedó impresionado con las pinturas de Quinquela y le pidió a su secretario, Eduardo Taladrid, que lo conociera.

Cuando Taladrid visitó la casa de Quinquela, su padre no podía creer que un señor tan elegante buscara a su hijo pintor. Taladrid tuvo que subir por una escalera para ver el estudio de Benito. Así nació una gran amistad. Taladrid le dio una beca a Quinquela para que pudiera pintar en lienzos grandes y le pagó una sala para su primera exposición individual. A partir de ese momento, Benito usó solo la espátula para pintar.

Su primera exposición individual fue en la Galería Witcomb en 1918. Se vendieron diez cuadros y la prensa lo elogió como el "embajador de La Boca".

En 1919, una de sus obras fue aceptada en el Salón Nacional de las Artes. Esto fue un gran logro. Después, Taladrid le organizó una segunda exposición en el Jockey Club, un lugar muy elegante. Allí se mezclaron banqueros y gente de la alta sociedad con carboneros y amigos del puerto de Quinquela.

Para evitar confusiones con su apellido, Benito cambió legalmente "Chinchella" a "Quinquela". Así, su nombre completo pasó a ser Benito Quinquela Martín.

Viajes por el mundo

En 1921, a los 31 años, Quinquela empezó a viajar por el mundo. Primero fue a Río de Janeiro, Brasil, donde expuso sus obras. El presidente de Brasil, Epitácio Pessoa, visitó su exposición.

En 1923, viajó a Madrid, España, con un cargo diplomático. Allí conoció a importantes personalidades y expuso veinte de sus obras en el Círculo de Bellas Artes. El rey Alfonso XIII y la Infanta Isabel lo recibieron. Dos de sus cuadros fueron comprados por el Museo de Arte Moderno de Madrid. Le ofrecieron una condecoración, pero él la rechazó, diciendo que era un pintor de La Boca.

Al regresar a Argentina, fue recibido con alegría. Con el dinero que ganó, compró la casa de sus padres, que era también la carbonería, y la cerró para que ellos pudieran descansar.

En 1925, viajó a París, Francia, considerada la capital del arte. Expuso en la galería Charpentier, y una de sus obras, "Tormenta en el astillero", fue comprada por el Museo de Luxemburgo.

En 1927, visitó Estados Unidos. En Nueva York, expuso treinta óleos en las Anderson Galleries. Dos de sus obras fueron adquiridas por el Metropolitan Museum. Un empresario le ofreció decorar sus fábricas con murales por mucho dinero, pero Quinquela rechazó la oferta. Él sentía que su arte pertenecía a Argentina y a La Boca.

Después de Nueva York, expuso en La Habana, Cuba. Luego, regresó a Argentina, donde el presidente Alvear lo recibió con una gran fiesta.

Continuó sus viajes, visitando Italia en 1929. En Roma, el rey Vittorio Emanuelle III y el presidente Benito Mussolini visitaron su exposición. El Papa Pio XI también lo recibió en el Vaticano.

Su último viaje internacional fue a Londres, Inglaterra, en 1930. Expuso en la galería Burlinghton. Un periodista le preguntó por qué no pintaba mujeres, y él respondió que aún no había conocido a la mujer ideal. Siete de sus cuadros fueron vendidos a importantes museos, incluyendo la Tate Gallery. Después de este viaje, Quinquela decidió no viajar más lejos para no dejar sola a su madre, que ya era muy anciana.

Giras en Argentina

Quinquela también expuso sus obras en varias ciudades de Argentina. En 1930, hizo su primera muestra en el interior del país, en Santa Fe.

En 1943, viajó a Tucumán y, por primera vez, expuso grabados, una técnica que había empezado a explorar.

En 1944, realizó una segunda exposición en la galería Witcomb de Buenos Aires. Vendió muchas obras, demostrando su creciente éxito.

También expuso en Mar del Plata, Mendoza y Rosario. En Rosario, organizó una muestra en homenaje a su maestro Alfredo Lazzari.

Su última gran exposición individual fue en 1953 en la galería Witcomb, en Buenos Aires. Fue una de las más visitadas en la historia del arte argentino, con miles de personas haciendo fila para ver sus sesenta obras.

Otras exposiciones menores se realizaron en Bahía Blanca, Córdoba, Tres Arroyos, Coronel Dorrego y Tandil.

Su última exposición individual fue en 1959 en La Plata. Después de esto, se dedicó más a sus obras de ayuda social y cultural.

En 1972, aunque solo había estudiado hasta segundo grado de primaria, fue nombrado Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.

Donaciones y obras solidarias

Al regresar de sus viajes, Quinquela quiso ayudar a su barrio, La Boca. Su primer proyecto fue la creación del Instituto Sanmartiniano.

Su segundo gran proyecto fue construir una escuela primaria. Compró un terreno para una escuela con dieciocho aulas para mil niños. Decoró las aulas con murales que representaban diferentes trabajos. La construcción tuvo algunos problemas, pero finalmente, el 19 de julio de 1936, se inauguró la escuela. Se llamó Pedro de Mendoza, pero la gente la conoce como "la escuela de Quinquela". Él no quiso que llevara su nombre.

Archivo:LactarioMunicipalLaBoca
Lactario Municipal Nro. 4.

Quinquela también donó un Jardín de Infantes (hoy Jardín Maternal Quinquela Martín), el Lactario Municipal n.º 4 y una Escuela de Artes Gráficas. La donación de la Escuela de Artes Gráficas tuvo muchos trámites burocráticos. Un empleado público lo acusó de querer publicitarse, pero Perón, que era coronel en ese momento, lo apoyó. La construcción comenzó en 1947. Hoy funciona como la Escuela Técnica n.º 31 «Maestro Quinquela».

En la década de 1940, Quinquela también quiso construir un hospital, pero en su lugar se hizo un lactario, que era muy necesario en el barrio. El Lactario Municipal Nro. 4 abrió sus puertas en 1947.

La última donación del pintor fue el Jardín de Infantes Nro. 61, inaugurado en 1948.

También donó el Museo de Mascarones de Proa y murales para varias instituciones. Quinquela explicó que estas donaciones eran por su gran amor al barrio de La Boca, donde siempre vivió y trabajó.

Archivo:HospitalMunicipaldeOdontología
Hospital Municipal de Odontología.

En 1959, se inauguró el Instituto Odontológico Infantil, construido en otro terreno donado por él. Atendía a 800 niños al día y hoy es el Hospital Municipal de Odontología Don Benito Quinquela Martín.

Su última obra solidaria fue el Teatro de la Ribera, cuya construcción comenzó en 1966 en uno de los terrenos que él donó.

La República de La Boca

En 1943, Quinquela buscó nuevos espacios para reuniones sociales y culturales. Uno de ellos fue "La Orden del Tornillo", un grupo de artistas y pensadores que se reunían para usar su imaginación libremente. A los nuevos miembros se les daba un tornillo, como símbolo de su "falta de cordura". Benito fue el líder de esta organización.

Otro lugar de reunión fue la "República de La Boca", un país imaginario con fronteras cambiantes. Quinquela fue nombrado "Almirante de Tierra y de Mar". Esta idea de "nacionalismo" representaba el pensamiento de Quinquela y su amor por su barrio.

En una entrevista para el programa Sábados Circulares, Quinquela donó 27 fotos y varias de sus pinturas, valoradas en millones de pesos. Dijo que "Todo lo que es trabajo es un deber entregárselo otra vez al estado". También recibió un cheque de un supermercado, que donó a cooperadoras para niños necesitados.

Quinquela se inspiró en muchos lugares de "La República de La Boca" para sus obras, como la famosa "Vuelta de Rocha" y varias instituciones que él mismo ayudó a crear.

Calle Caminito

Archivo:LaBoca ST 98
Calle Caminito, una obra colectiva impulsada por Quinquela Martín.

En 1950, Benito Quinquela Martín y otros vecinos decidieron recuperar una vía de tren abandonada. En 1959, por iniciativa de Quinquela, el gobierno municipal construyó allí una calle-museo. Le pusieron el nombre del famoso tango, "Caminito".

Quinquela Martín dijo: "Un buen día se me ocurrió convertir ese terreno en una calle alegre. Logré que todas las casas fueran pintadas con colores. Y el viejo terreno se convirtió en una calle alegre y hermosa, con el nombre de la hermosa canción, y en ella se instaló un verdadero Museo de Arte".

En 2019, Caminito fue restaurado con sus colores originales. Es uno de los lugares más visitados por turistas en Argentina.

Vida personal y fallecimiento

Benito Quinquela Martín apareció en la película He nacido en la ribera en 1972, interpretándose a sí mismo. Fue una comedia musical ambientada en La Boca.

A los 84 años, se casó por primera vez con su secretaria de toda la vida, Alejandrina Marta Cerruti. La boda fue el 15 de marzo de 1974. Su esposa fue su única heredera.

Archivo:Quinquela Martín lápida cementerio Chacarita
Mausoleo de Quinquela Martín, en el cementerio de la Chacarita.

Benito Quinquela Martín falleció el 28 de enero de 1977 por un problema cardíaco. Fue velado en su casa y estudio. Lo enterraron en un féretro que él mismo había pintado años antes. Decía que "quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa". Sobre la madera del féretro había pintado una escena del puerto de La Boca.

Un empresario de servicios fúnebres contó que Quinquela le había pedido que le hiciera el féretro en 1958. Benito lo pintó por dentro con la bandera argentina, porque quería descansar directamente sobre ella. Aunque él quería ser sepultado, su esposa prefirió un nicho. Años después, se le hizo un mausoleo.

El arte de Quinquela Martín

El contexto de La Boca

El barrio de La Boca, donde Quinquela se inspiró, era un lugar de depósitos, astilleros y casas de chapa. Era un barrio humilde, con colores grises, muy diferente a lo que Quinquela pintaba. Él podía ver más allá de lo evidente, la riqueza cultural de cada rincón.

Su fuerte conexión con el barrio hizo que algunos lo criticaran por pintar siempre lo mismo. Pero él estaba orgulloso de eso. Una vez le pidieron que pintara un mural en Santiago del Estero, y él se negó. Dijo que el arte de un lugar debe ser pintado por un artista de ese lugar, y que su "color local" estaba en La Boca.

Su técnica única

La forma de pintar de Quinquela era muy original. Pintaba rápido, con fuerza y agilidad, usando principalmente la espátula en lugar del pincel. Tardaba poco en crear un cuadro, pero muchas horas en pensarlo. Conocía muy bien el ambiente y la vida del puerto. Primero hacía un boceto con carbonilla y luego lo rellenaba con la espátula.

Temas de sus obras

De todos los temas que podía elegir en La Boca, Quinquela eligió el trabajo. Quizás por su propia experiencia como carbonero, quería mostrar las dificultades de la vida laboral a través del arte. Todas sus escenas portuarias son un homenaje al trabajo, con figuras humanas activas y en movimiento, cargando bolsas de carbón. Casi siempre incluía personas en sus cuadros, porque el protagonista para él era el ser humano.

Los críticos de arte han destacado el dinamismo y los colores de sus obras, que muestran la actividad y el ajetreo del puerto. Se dice que nadie antes ni después de Quinquela logró capturar la vida intensa de La Boca como él.

El pintor del pueblo

Benito Quinquela Martín es el pintor más popular y querido de Argentina. La gente lo veía como un héroe por la calidad de su arte y por todo lo que hizo por su comunidad. Algunos críticos más especializados han cuestionado su talento, pero es importante separar su obra de su vida social para evaluarlo.

Quinquela no pertenecía a ninguna escuela o corriente artística específica. Su pintura no era totalmente impresionista ni expresionista. Él decía que el estudio académico excesivo afectaba la originalidad. Aprendió a pintar por sí mismo, dibujando con carbones.

Sus obras tenían un fuerte sentimiento nacional, tanto en los temas como en su forma de trabajar y en su labor social. Siempre defendió que el arte debía tener una función patriótica y educativa. Por eso pintó muchos murales gratis para su país y defendió la decoración de la Escuela-Museo Pedro de Mendoza.

La crítica española

Cuando Quinquela expuso en Madrid, los críticos españoles lo elogiaron. Francisco Alcántara, del diario El Sol de Madrid, destacó la conexión entre su pintura, la música y la arquitectura, mostrando la profunda comprensión del arte de Quinquela. Lo comparó con artistas ibéricos por la sencillez de su idealismo. Esta comparación era muy valiosa, ya que en esa época el arte europeo se consideraba superior al americano.

José Francés, en La Esfera de Madrid, describió sus cuadros con más detalle, resaltando la sencillez y la fuerza de sus obras, y su lucha personal para superar las dificultades de la vida.

Rafael Doménech, en el ABC de Madrid, destacó la modernidad del arte de Quinquela. Aunque Quinquela prefería el clasicismo y veía las vanguardias como un peligro, su estilo era considerado muy moderno.

No todas las críticas fueron positivas. Fernando Beltrán, en La Correspondencia de Madrid, lo acusó de ser demasiado artificial y de buscar un efecto específico en el observador. Sin embargo, al final de su nota, le deseó un buen futuro.

Galería de imágenes

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Benito Quinquela Martín Facts for Kids

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Benito Quinquela Martín para Niños. Enciclopedia Kiddle.