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Pioneras de la arqueología valenciana para niños

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Las pioneras de la arqueología valenciana fueron un grupo de mujeres muy importantes que cambiaron la forma en que se estudiaba la arqueología en la Comunidad Valenciana. Ellas empezaron a trabajar en este campo a partir de los años 60 y 70 del siglo XX, tanto en las universidades como en otros centros de investigación. Su trabajo en las excavaciones fue fundamental. Durante mucho tiempo, el esfuerzo de muchas de estas mujeres no fue reconocido, pero en los últimos años se han hecho exposiciones y publicaciones para destacar su gran contribución a la arqueología.

El comienzo del siglo XX: Mujeres en la universidad

Aunque desde la Revolución de 1868 se había facilitado que las mujeres entraran a la universidad en España, al principio del siglo XX su presencia era muy pequeña. No fue hasta 1910 cuando más mujeres comenzaron a asistir a clases. Era más común verlas en las facultades de Filosofía y Letras, donde aprendían sobre filosofía, idiomas antiguos, geografía e historia.

En la Universidad de Valencia, la primera mujer en obtener un título fue Ascensión Chirivella Marín. Ella estudió Historia entre 1910 y 1914. En esa época, estudiar en la universidad era más una forma de tener prestigio social para las mujeres que una manera de conseguir un trabajo, excepto en áreas como la biblioteconomía, los archivos y la enseñanza.

La arqueología: Un campo para hombres

La arqueología, sin embargo, siguió siendo un campo dominado por los hombres. Antes del siglo XX, la arqueología se enseñaba en la Escuela Superior de Diplomática de Madrid, donde las mujeres no podían entrar. Cuando esta escuela cerró en 1900, las materias de arqueología, Epigrafía (estudio de inscripciones) y Numismática (estudio de monedas) se incluyeron en las facultades de Filosofía y Letras. Esto permitió que las mujeres tuvieran contacto con la arqueología, aunque solo fuera en las clases y de forma teórica.

En Valencia, esta renovación llevó a la creación del Laboratorio de Arqueología en 1924. Este laboratorio, junto con el Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia (SIP), fue clave para que la arqueología valenciana se organizara mejor y se usaran nuevas formas de trabajo.

El Laboratorio de Arqueología (1924-1956)

En los años 20, la Facultad de Filosofía y Letras de Valencia vivía un momento de mucha actividad cultural. En este ambiente, Luis Gonzalvo París, profesor de Arqueología desde 1905, decidió crear un seminario con un grupo de estudiantes. La idea era que los alumnos pudieran familiarizarse con la arqueología y los objetos antiguos. Así, el 3 de diciembre de 1921, se propuso crear el Laboratorio de Arqueología, aunque sus actividades regulares comenzaron en 1924.

El Laboratorio buscaba ofrecer una formación extra a las clases oficiales. Quería que los estudiantes conocieran de cerca cómo se hacía la arqueología. A través de clasificar materiales, visitar museos y archivos, escuchar a expertos y hacer excursiones por la Comunidad Valenciana, se empezó a enseñar arqueología de una forma más moderna. El grupo, formado por profesores y alumnos, se reunía los miércoles por la tarde en un edificio de la La Nau, que era la antigua sede de la Universidad de Valencia.

La primera mujer en el Laboratorio

Durante las primeras décadas del Laboratorio, solo hubo una mujer, Olimpia Arozena Torres. Ella era profesora auxiliar y trabajaba con Luis Gonzalvo París. Su presencia marca el inicio oficial de la participación de las mujeres en la arqueología valenciana. Sin embargo, su trabajo se limitó a lo académico. Las mujeres aún no podían participar en las excavaciones. De hecho, en esa época, las mujeres en los yacimientos arqueológicos solían ser cocineras, encargadas de la comida de los trabajadores, como muestran las fotos de entonces.

Esta situación era diferente a la de otros países, como Inglaterra, donde ya había arqueólogas desde la segunda mitad del siglo XIX. Algunas de ellas fueron Germaine Henri-Martín, Gertrude Caton-Thompson y Dorothy Garrod. La visita de Dorothy Garrod al Abrigo de les Malladetes (Barig) y a otros yacimientos valencianos en 1951 es una de las pocas pruebas de la participación de mujeres en el trabajo arqueológico valenciano de esos años.

Las pioneras (1956-1980)

El Laboratorio de Arqueología cambió mucho con la llegada del profesor Miquel Tarradell en 1956. Su llegada fue importante para modernizar la arqueología en Valencia y para incluir a las mujeres en ella. Tarradell tenía mucha experiencia de trabajo en otros países y una mentalidad abierta. Él no discriminaba en su equipo, y abrió las puertas de la investigación y el trabajo de campo a las mujeres. Esto les dio la oportunidad de seguir una carrera profesional en la arqueología.

Fue en este momento cuando empezaron a destacar nombres de mujeres, como Gabriela Martín Ávila, Milagro Gil-Mascarell y Carmen Aranegui. Ellas son consideradas las pioneras de la arqueología valenciana.

El reconocimiento de su trabajo

Aunque a menudo se las conocía como las "chicas de Tarradell", todas ellas lograron ser reconocidas como profesionales de la arqueología gracias a su intenso trabajo de investigación. Combinaron el trabajo en las excavaciones con el estudio de los materiales arqueológicos, siempre bajo la supervisión de Tarradell. También participaron en reuniones científicas y tuvieron contacto con expertos. Pronto, sus esfuerzos dieron frutos en forma de tesis doctorales, publicaciones y la dirección de excavaciones por toda la Comunidad Valenciana.

Aunque Gabriela Martín Ávila, Milagro Gil-Mascarell y Carmen Aranegui fueron las más reconocidas y continuaron sus carreras en la universidad, no debemos olvidar a otras mujeres que también contribuyeron a que la presencia femenina en la arqueología valenciana fuera algo normal. Entre ellas están María Ángeles Vall Ojeda, Matilde Font y Rosa Enguix. En algunos casos, el trabajo de estas mujeres quedó menos visible que el de sus maridos, y no siempre se les reconoció su labor como arqueólogas.

Cuando Tarradell se fue a Barcelona en 1971, Milagro Gil-Mascarell y Carmen Aranegui tomaron las riendas del Laboratorio de Arqueología. Esta situación era poco común en el mundo académico de la arqueología española. Ellas mantuvieron el espíritu innovador del Laboratorio hasta la llegada de Martín Almagro como profesor y director en 1976.

Aunque la estancia de Martín Almagro fue breve (1976-1980) y cambió un poco la dirección que Tarradell y su equipo habían establecido, tanto Milagro Gil-Mascarell como Carmen Aranegui lograron mantener el espíritu de renovación. En estos años, además, se empezaron a formar equipos de trabajo con diferentes especialistas para los proyectos arqueológicos. En estos equipos participaron investigadoras como Michèl Dupré y Pilar Fumanal, que combinaron la arqueología con la geografía.

Finales del siglo XX: La normalización

Durante los años 80, ocurrieron varios cambios importantes en las universidades españolas. La Transición española, la creación de las Comunidades Autónomas, una nueva ley universitaria en 1983 y la democratización de la cultura, entre otros factores, hicieron que el acceso a la universidad se convirtiera en un servicio público y de calidad para todos, tanto hombres como mujeres.

El número de estudiantes matriculados aumentó, lo que hizo necesario contratar a más profesores. Esto abrió las puertas a muchas mujeres que se habían formado en las décadas anteriores. Esta situación, junto con los cambios en la Arqueología y en la sociedad, creó un ambiente favorable para que el trabajo de las mujeres fuera algo normal. Las oportunidades de trabajo se diversificaron para todos. Así, la presencia de arqueólogas fue cada vez más importante, tanto en la universidad como fuera de ella. En el recién creado Departamento de Prehistoria y Arqueología (1987), se incorporaron profesoras como Ernestina Badal, Consuelo Mata, Elena Grau y Teresa Orozco, que aún forman parte del equipo.

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