Gabriel Fernández de Villalobos para niños
Datos para niños Gabriel Fernández de Villalobos |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Gabriel Fernández de Villalobos y de la Plaza | |
Nacimiento | c. 1642 Almendros (España) |
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Fallecimiento | 1702 Mostaganem (Francia) |
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Nacionalidad | Española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Marino | |
Cargos ocupados | Marqués | |
Miembro de | Orden de Santiago | |
Gabriel Fernández de Villalobos y de la Plaza, marqués de Barinas y Guanaguanare (nacido en Almendros, Cuenca, alrededor de 1642 y fallecido en Mostaganem, Argelia, en 1702), fue un marino español. Él advirtió al rey Carlos II de España sobre los desafíos que enfrentaba el imperio colonial español.
Contenido
¿Quién fue Gabriel Fernández de Villalobos?
Gabriel Fernández de Villalobos nació en el pueblo de Almendros, Cuenca, cerca del año 1642. En esa época, el rey Felipe IV gobernaba España, y el país pasaba por momentos difíciles. No se sabe mucho de sus primeros años ni de su familia.
Sus primeros años y viajes
Debido a la situación económica de España, Gabriel tuvo una infancia con muchas limitaciones. A los doce años, cruzó el Atlántico. Pasó su juventud navegando como grumete (un aprendiz de marinero) en barcos que recorrían los puertos del Caribe.
Durante esos años, Gabriel trabajó en muchas cosas. Fue grumete, soldado y marinero. También fue capataz en una plantación de azúcar en Cuba. Conoció a comerciantes y navegantes de diferentes países.
Un giro inesperado en su vida
En sus viajes, conoció todas las costas, ríos y calas donde los barcos se refugiaban de las tormentas. El mar es impredecible, y Gabriel naufragó cinco veces. La última vez fue cerca de la costa de Brasil, alrededor de 1663.
Después de este naufragio, fue capturado y llevado a la isla de Barbados. Allí, tuvo que realizar trabajos muy duros y soportar condiciones difíciles. Pasó varios meses en esta situación, pero su inteligencia y conocimientos llamaron la atención.
Unos comerciantes holandeses lo compraron y le dieron la libertad. A cambio, Gabriel debía trabajar para ellos en Curazao. Su tarea era ayudar en el comercio y conseguir productos de la provincia de Venezuela.
Un nuevo camino en el comercio
Esta nueva oportunidad conectó a Gabriel con el comercio y la agricultura en Venezuela. Así, su experiencia y su habilidad para los negocios crecieron mucho. Pero Villalobos no quería ser solo un empleado.
Hacia 1672, terminó su acuerdo con los holandeses. Decidió abrir su propio negocio en Curazao. También nombró agentes comerciales en Cartagena de Indias, Santa Marta, Maracaibo y en los valles de Aragua y Yaracuy. En estas zonas se cultivaban mucho cacao y tabaco.
El crecimiento de sus negocios
En poco tiempo, Gabriel construyó una gran red comercial. Sus agentes compraban productos y los transportaban con mulas. Su negocio creció muy rápido, y sus ganancias aumentaron. Su reputación como comerciante también se hizo más grande.
Además de visitar las islas del Caribe y las ciudades costeras, sus agentes se adentraron en Venezuela. Llegaron a Barinas, los Andes y los llanos del río Apure. Desde allí, en canoas, alcanzaron las orillas del Orinoco.
Estos agentes compraban productos variados de esas regiones. Desde lugares lejanos, sus hombres y mulas llevaban a los puertos de la costa caribeña los artículos más buscados. Entre ellos estaban cueros de res, pieles de caimán, plumas de aves exóticas, oro, diamantes, tabaco y piedras preciosas. Estos productos se enviaban a España o se comerciaban con barcos franceses, holandeses e ingleses.
Con el tiempo, Gabriel acumuló una gran fortuna. Esto le abrió las puertas a la administración colonial y a la alta sociedad de la época.
Su trabajo como observador y analista
Gabriel conocía muy bien los ríos y las costas del mar Caribe. Recorrió muchos de ellos y tomó notas detalladas de todo lo que veía. Registró las tierras fértiles, los animales, las plantas y las comunidades que vivían allí. También anotó la ubicación de las plantaciones de azúcar o madera.
Dibujó mapas y cartas de navegación. Estudió las corrientes marinas e hizo mediciones de profundidad. Incluso marcó los lugares donde habían naufragado barcos con metales preciosos. También hizo una lista de las calas y lugares donde se escondían barcos.
Fernández de Villalobos ya no era el joven que llegó a América veinte años antes. Ahora tenía una apariencia distinguida y vestía con elegancia. Era muy orgulloso y le gustaba mostrar su riqueza. Sus joyas y su ropa costosa lo demostraban.
A pesar de su forma de ser, era amable y agradecido con el mundo que lo había formado. Recordaba sus tiempos difíciles y usaba su influencia para ayudar a quienes necesitaban favores. También era generoso y ayudaba a los necesitados.
Aspiraciones más grandes
Aunque a veces era un poco impulsivo, su amabilidad era sincera y caía bien a la gente. Maracaibo y, sobre todo, Caracas fueron sus ciudades favoritas en Venezuela. Allí se relacionó con las personas más importantes de la sociedad y de la administración.
Entre 1672 y 1675, su carisma y popularidad lo convirtieron en una persona muy admirada e influyente. Era invitado a todas las fiestas oficiales y privadas.
Las noticias sobre Fernández de Villalobos llegaron a la Corte en Madrid en 1675. En ese momento, España estaba bajo la regencia de doña Mariana de Austria. Ella gobernaba mientras su hijo, Carlos II, era joven.
Gabriel criticaba la política comercial de España, que limitaba mucho el comercio. Esto lo llevó a tener problemas con el gobernador Francisco Dávila y Orejón.
Por estas razones, Villalobos fue llamado a la Corte en 1675. España pasaba por un momento difícil, y la situación en la Corte no era la mejor para que él actuara como consejero real.
Carlos II asumió el trono a los catorce años. El 6 de noviembre de 1675, el mismo día que cumplía esa edad, Gabriel Fernández de Villalobos llegó a Madrid. Es posible que el gobernador Dávila y Orejón lo hubiera recomendado para alejarlo de América. El gobernador lo veía como alguien que podía denunciar los malos manejos de los funcionarios reales.
Fernández de Villalobos, aunque conocía bien el Caribe, no era experto en la diplomacia de la Corte. Sin querer, molestó a personas muy importantes. Atacó especialmente al poderoso conde de Medellín, quien presidía el Consejo de Indias. Gabriel, creyéndose capaz, luchaba por ocupar ese alto cargo.
Desafíos y amenazas
Atacado y presionado por sus enemigos, y amenazado de muerte por algunos nobles, Villalobos tuvo que huir a Lisboa. Los enemigos de España se enteraron de sus problemas y le hicieron ofertas para que revelara secretos sobre América. Pero Gabriel, con un gran sentido de patriotismo, rechazó todas las ofertas. No quiso traicionar a su país ni a su rey. La Corte española, preocupada, lo llamó de nuevo a Madrid.
Después de varios cambios en la Corte, Juan José de Austria (hijo del rey Felipe IV) asumió el gobierno en enero de 1677. Fernández de Villalobos se había hecho amigo de él y recibió su apoyo. Con este respaldo, Gabriel pudo ascender rápidamente en los asuntos de Estado. Gracias a su dedicación, sus ideas de mejora y su conocimiento de América, se convirtió en un valioso colaborador y consejero.
A pesar de la oposición de sus enemigos, Villalobos logró parte de sus objetivos. Se tomaron medidas y se crearon leyes para mejorar el trato a las personas en América. Por ejemplo, se les pagaría un salario a los indígenas por su trabajo. También se buscó frenar el comercio ilegal y controlar mejor la administración y el ejército en América.
Sin embargo, sus esfuerzos no fueron suficientes. A pesar de su trabajo honesto, sus adversarios no dejaron de buscar su ruina. Lo atacaron por todas partes. Aunque el rey le demostró afecto y le dio el cargo de Contador real para Caracas y Maracaibo, el título de marqués de Varinas y lo nombró miembro de la Orden de Santiago.
Gabriel se sentía halagado por estos honores, pero era un hombre de ideas firmes y hablaba sin rodeos. Estos títulos no lo callaron en sus críticas. Su importante cargo en la Corte lo obligaba a tratar con comerciantes deshonestos y personas que realizaban comercio ilegal. Como asesor oficial en asuntos de América, debía revisar muchos permisos y proyectos de comercio.
Varias veces le ofrecieron grandes sumas de dinero para que aprobara negocios o proyectos. Pero Gabriel Fernández de Villalobos no aceptaba estas ofertas. Fiel a sus principios, rechazaba visiblemente cualquier regalo.
Lamentablemente, el gobierno de Juan José de Austria duró solo dos años, pues falleció en septiembre de 1679. La situación en la Corte volvió a ser complicada, llena de intrigas. Como la gestión de Juan José había sido criticada, quienes lo apoyaron cayeron rápidamente.
Villalobos como escritor
Además de cientos de cartas, Gabriel escribió muchos textos y documentos. En ellos, denunciaba las injusticias en América. Estos escritos forman varios volúmenes, aunque algunos se han perdido.
El final de un marqués
Los problemas y la mala gestión del gobierno de Juan José de Austria hicieron que muchas personas lo odiaran. Quienes habían ocupado cargos durante su gobierno, como Fernández de Villalobos, también perdieron el apoyo. Aunque el rey le mostraba afecto, sus enemigos tejieron una red de intrigas en su contra.
La Iglesia, a quien Villalobos criticaba a menudo, también contribuyó a su caída. Una carta anónima, que se cree fue escrita por religiosos, lo acusaba de ser falso y traidor. Esto afectó la confianza del rey en él y aceleró su declive político.
Los ataques de sus poderosos enemigos tuvieron éxito. Fue apartado de sus tareas, perdió el favor de la Corte y el rey firmó un decreto para desterrarlo a Cádiz. Era el año 1689. Villalobos, preocupado por la situación económica de su familia y por el desprecio real, envió cartas al rey desde su exilio. Pedía justicia y explicaciones por el trato injusto que había recibido, a pesar de sus servicios a la Corona.
Sus últimos años
Le quitaron sus bienes personales y lo encerraron en el castillo de Santa Catalina en Cádiz. Meses después, la situación empeoró, y el rey ordenó que lo trasladaran a una prisión en la costa africana de Orán.
Cerca de los sesenta años, su vista empeoraba. Pero esto no detuvo su espíritu luchador. Intentó escapar de su encierro. Al descubrirse sus planes, fue llevado al castillo de San Andrés, una prisión de máxima seguridad. Con el tiempo, las cartas de reclamo del marqués se multiplicaron. La Corte, influenciada por sus enemigos, lo trató con más dureza.
El 8 de febrero de 1698, un evento inesperado le dio la oportunidad de escapar. Aunque casi ciego, con la ayuda de algunos soldados que lo apoyaron, escaló la muralla y huyó en una pequeña embarcación. Pero una tormenta hizo que el bote naufragara contra las rocas. Milagrosamente, se salvaron y esa noche caminaron hacia la ciudad argelina de Mostaganem.
Aun así, le quedaban fuerzas para escribir al nuevo rey de España, Felipe V. En esa carta, fechada el 24 de julio de 1702, le daba consejos sobre los asuntos de América. Se cree que esta fue su última carta. Debido a sus enfermedades y sufrimientos, se piensa que murió ese mismo año en un hospital de Mostaganem.