Antínoo para niños
Datos para niños Antínoo |
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Información personal | ||
Nombre en latín | Antinous | |
Nombre en griego antiguo | Ἀντίνοος | |
Nacimiento | 27 de noviembre de entre 110 y 115 Bitinio-Claudiópolis, Bitinia |
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Fallecimiento | 30 de octubre de 130, o poco antes Río Nilo, junto a Besa |
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Causa de muerte | Ahogamiento | |
Sepultura | Villa Adriana | |
Familia | ||
Pareja | Adriano | |
Información profesional | ||
Ocupación | Deidad | |
Antínoo o Antinoo (en griego Aντίνοος, latinizado como Antinous; Bitinio-Claudiópolis, Bitinia, 27 de noviembre de entre 110 y 115 -río Nilo, junto a Besa, 30 de octubre de 130, o poco antes) fue un joven de gran belleza, favorito y amante del emperador romano Adriano. Tras su muerte fue deificado y se le rindió culto. Muchos de los retratos que se hicieron de él se han conservado hasta nuestros días. Desde el Renacimiento hasta la actualidad, Antínoo ha sido muy representado en el arte, especialmente en la escultura, y su enigmática figura ha captado la atención de numerosos artistas.
Contenido
Vida y leyenda
Aunque Antínoo es en realidad un personaje muy poco conocido, su significado actual no depende tanto de los acontecimientos de su vida como de su enaltecimiento posterior, del que han llegado numerosos testimonios hasta nuestros días. Ya en la Antigüedad, los pocos datos auténticos acerca de su vida se mezclaron con leyendas. La fascinación que hasta hoy ejerce Antínoo se basa, fundamentalmente, en su relación con el emperador Adriano y en las numerosas obras de arte que fueron creadas en memoria suya. La personalidad que subyace a los escasos datos y las obras de arte no ha podido ser reconstruida mediante la investigación histórica.
Se sabe con certeza que Antínoo nació en Bitinio-Claudiópolis, ciudad de la región de Bitinia, en el noroeste de Asia Menor, entre los años 110 y 115. Conocido en la historia como «el emperador viajero», Adriano quedó impresionado por el bello adolescente en uno de sus viajes. En la actualidad no puede precisarse si el primer encuentro entre los dos se produjo ya durante la primera estancia de Adriano en Bitinia, en 121, o en 123/124. Desde el momento de su encuentro, y hasta su muerte, Antínoo acompañó al emperador en todos sus viajes.
Durante toda su vida, Adriano aspiró al ideal de vida griego.
Sobre la naturaleza precisa de las relaciones entre Antínoo y Adriano la información es muy escasa. El poeta Páncrates de Alejandría, contemporáneo de Adriano, hace referencia a un hecho que tuvo lugar en el desierto de Libia. Según este autor, Adriano dio muerte a un león con una jabalina poco antes de que atacase a Antínoo. En el lugar en que la sangre del león goteó sobre la arena, habría surgido la «flor de Antínoo», el antinóeios (flor de loto de color rojo). Es imposible saber si el acontecimiento se basa en un hecho que tuvo lugar realmente o si se trata simplemente de un añadido posterior para embellecer la vida del personaje.
También las circunstancias de la temprana muerte de Antínoo están entremezcladas con leyendas. Está firmemente establecido que el joven cayó al río Nilo el 30 de octubre de 130 o poco antes, cerca de la ciudad de Besa, en el Egipto medio, y se ahogó ante la mirada de Adriano. Dion Casio y Aurelio Víctor, que escribieron en fecha muy posterior, explican que las circunstancias de su muerte no estaban claras. Según una de las versiones recogidas por los historiadores, la muerte de Antínoo fue un accidente. Según otra versión, Antínoo se habría quitado la vida por el emperador, para asegurarle, mediante este sacrificio, una vida larga y afortunada. Antínoo habría sabido por un astrólogo que su fallecimiento brindaría al emperador la posibilidad de seguir viviendo después del plazo que le había sido asignado por los hados. Retrospectivamente, no puede tampoco descartarse la hipótesis de una intriga palaciega. La esposa de Adriano no debió de quedar demasiado afligida por la muerte de su competidor.
Culto religioso y juicios sobre Antínoo en la Antigüedad
Inmediatamente después de su muerte, posiblemente incluso desde el mismo día en que esta tuvo lugar, Adriano, profundamente dolido, comenzó el enaltecimiento de su joven compañero. En el mismo escenario del infortunado acontecimiento, a orillas del Nilo, en el Egipto Medio, ordenó levantar, según el modelo helenístico, la ciudad de Antinoópolis o Antínoe. La ciudad y sus habitantes recibieron del emperador privilegios y favores completamente inusuales. En la misma ciudad se levantó también, posiblemente, el monumento funerario del favorito imperial. La construcción es mencionada en una inscripción jeroglífica sobre un obelisco hoy emplazado en Roma. Probablemente el obelisco estaba originalmente situado también en Antinoópolis, y simbolizaba el lugar del renacimiento del fallecido, según las creencias del Antiguo Egipto.
Inmediatamente después de la muerte del joven, comenzó su adoración como divinidad o, al menos, como héroe. Los cultos a Antínoo se establecieron sobre todo en las provincias orientales del Imperio Romano, de fuerte impronta griega (en las provincias occidentales del imperio también se podía encontrar ese tipo de adoración, pero nunca consiguió establecerse con tanta fuerza). Esto se debió a varias razones. Ya desde el período helenístico existía la tradición de deificar a algunos hombres después de su muerte. Además, varias ciudades griegas deseaban halagar con ello al emperador amigo de los griegos. Antínoo fue asociado o identificado con dioses como Dioniso. En Egipto, su identificación con Osiris tuvo un significado especial. Solo la muerte por ahogamiento durante la crecida sagrada del Nilo ya implicaba para los egipcios la exaltación: también el dios Osiris se había ahogado en el Nilo, de acuerdo con la mitología egipcia, por lo cual la consagración del joven como «Osiris-Antínoo» u «Osirantínoo» no fue tan sorprendente. Como el gran dios, después de su deificación, Antínoo podía recibir plegarias y curar a los enfermos.
En muchas de las ciudades del Imperio comenzó, poco después de la muerte de Antínoo, la erección de templos y la institución de sacerdocios para su culto. En su honor se organizaron unas competiciones musicales y deportivas, similares a los Juegos Panhelénicos, las Panateneas y los Ptolemaicos, las Antinóeia. Además de Antinoópolis y de la ciudad natal de Antínoo, Bitinio-Claudiópolis, fueron centros del culto de la nueva deidad las ciudades de Alejandría, en Egipto, y Mantinea, en la región griega de Arcadia, así como Lanuvium, en el Lacio. Allí se celebraban cada cuatro años los Grandes Juegos de Antínoo. Por todo el Imperio se han descubierto inscripciones en su honor, además de en Roma, por ejemplo en Lanuvium y en Tívoli. En numerosos lugares se erigieron estatuas y se acuñaron monedas con la efigie del difunto. El filósofo Numenio de Apamea escribió al emperador una Consolatio y los poetas Mesomedes, Ateneo y Páncrates compusieron poemas sobre Antínoo. Además hay constancia de otro poema de autor desconocido. Probablemente el punto más alto en la exaltación del joven de Bitinia llegó cuando se dio su nombre a una constelación.
El culto de Antínoo alcanzó su máximo desarrollo en los años transcurridos entre su muerte (130) y la de su protector, Adriano (138). No ha llegado hasta nosotros cuál fue la opinión de los contemporáneos del emperador sobre este culto casi obsesivo. Sin embargo, la devoción parece haber sido en parte auténtica. En la parte oriental del Imperio, Antínoo era considerado un héroe a causa de su presunta muerte sacrificial en beneficio de su amigo y protector. Los primeros autores cristianos, sin embargo, lo vieron de forma enteramente distinta. No hicieron referencia ni a su supuesta muerte sacrificial ni a las misteriosas circunstancias de su muerte. Lo juzgaron, en cambio, de forma muy crítica, no exenta de polémica. Por una parte vieron en él a un infeliz (infelix) dios mítico creado por el hombre, y por otra, como a un amante del emperador. Antínoo, sobre todo para los Doctores de la Iglesia del siglo IV, se convirtió en un símbolo de la corrupción moral romana y de la irracionalidad de su politeísmo. No obstante, algunos autores cristianos tardíos valoraron positivamente su sacrificio e incluso lo consideraron imagen de la muerte redentora de Jesucristo.
Representaciones en el arte antiguo
Aunque era bastante infrecuente que personas que no pertenecían a la familia imperial fuesen honradas de modo tan particular, existen todavía numerosos retratos de Antínoo. Esto es extraordinario sobre todo porque su culto se mantuvo en su apogeo solo durante los pocos años que mediaron entre su muerte y la de Adriano (130-138). No está claro si Antínoo fue retratado durante su vida: en cualquier caso, el hecho es que todos los retratos conservados son posteriores a su muerte. Solo en lo que se refiere a esculturas exentas, se conservan en la actualidad unos 100 retratos de Antínoo, a los que hay que añadir unas 250 representaciones en monedas y, además, sus apariciones en obras de arte menores (joyas, camafeos, bronces y similares). Si bien Antínoo no desempeñaba ningún cargo público y por lo tanto solo podía ser considerado un particular, sus retratos no tienen las características de los retratos privados. Además de por su elevado número, las obras son sorprendentes por su variedad iconográfica. Solo pueden encontrarse paralelos en los retratos imperiales romanos. Los diferentes tipos de retrato, tanto en la escultura como en la numismática, combinan diferentes aspectos de la propaganda imperial.
Escultura
Las imágenes de Antínoo fueron modelos a imitar para la retratística de personajes jóvenes durante el siglo II. Muchas esculturas realizadas a lo largo de dicho siglo tomaron como referencia los retratos de Antínoo. Esta es una de las razones por las cuales no siempre es posible identificar con seguridad los retratos de Antínoo.
Las esculturas se caracterizan por sus rasgos suaves, un tanto redondeados. Los labios son gruesos, pero la boca no es muy grande. La nariz es muy recta, y las cejas curvadas. La mirada es generalmente algo ausente y, sobre todo, melancólica. Especialmente llamativos son los rizos, que caen hasta la nuca. A primera vista, parecen caóticos; sin embargo, si se observan con atención, se descubre que siguen un orden riguroso. Según el tratamiento que se dé al cabello pueden distinguirse con facilidad dos estilos diferentes, el denominado tipo Mondragone, y el tipo egipcio.
Si bien los rostros de las estatuas se parecen mucho entre sí, en cuanto al resto del cuerpo existieron grandes variaciones. Se ha supuesto que el prototipo del que derivan las copias se basa en una estatua del estilo severo de la primera etapa del clasicismo griego. Puede ser que ese prototipo sea la escultura conocida como Apolo del Tíber. Del modelo clásico habrían tomado varias estatuas, por ejemplo, la posición erguida, el giro de la cabeza, y las proporciones, sobre todo del torso. Sin embargo, los retratos contienen también elementos que eran habituales en época de Adriano. Las formas son más anchas y más redondeadas, la frontalidad es muy acentuada y el torso está completamente erguido. En cuanto a lo anterior, los retratos de este tipo concuerdan con las tendencias más clasicistas de la escultura de la época de Adriano. Es evidente en estos retratos la fusión entre elementos del clasicismo y de la escultura de la época de Adriano: se intenta conjugar el ideal de la belleza juvenil en el retrato clasicista con detalles naturalistas. Mientras que los artistas griegos del período clásico no realizaban generalmente verdaderos retratos, sino imágenes idealizadas, aquí estas imágenes de belleza ideal se asocian con los verdaderos rasgos del difunto.
A menudo las estatuas poseían los atributos de las divinidades con las cuales Antínoo debía ser identificado o fusionado. Además de Dioniso y Osiris, estos fueron, por ejemplo, Apolo, Hermes y Vertumno.
Numismática
Desde 133/134 se acuñaron en diversas ciudades del oriente griego monedas con el retrato de Antínoo. De la parte occidental del Imperio, e incluso de la capital, Roma, no se conocen monedas en las que aparezca el joven bitinio. Las monedas pueden datarse de forma relativamente precisa, ya que en las acuñadas en Egipto figura la fecha local. Las últimas acuñaciones están documentadas en el año de la muerte del emperador (138). Puede afirmarse, por lo tanto, que fueron acuñadas monedas con la efigie de Antínoo durante un período máximo de cinco años. Esto demuestra, una vez más, cuán grande debió haber sido el dolor de Adriano, o la veneración por el joven en el Oriente, ya que en tan corto período se acuñaron 250 monedas diferentes. Generalmente, los anversos estaban reservados al emperador, miembros de la familia imperial o divinidades. Antínoo fue por lo tanto una particular excepción, que estaba justificada, sin embargo, por su apoteosis.
Las acuñaciones de monedas de Antínoo tuvieron diversos centros, entre los que destacan la región de Arcadia, en Grecia, Bitinia, en Asia Menor, y Alejandría, en Egipto. Además, se emitieron monedas de elevada calidad en Esmirna. Las monedas se acuñaron exclusivamente en bronce. Pueden distinguirse tres tipos diferentes. En primer lugar existieron monedas de gran tamaño, con retratos finamente trabajados, que tienen casi la apariencia de medallas. El segundo tipo corresponde a monedas más pequeñas y ordinarias. En el tercero se integran monedas de muy pequeño tamaño y de inferior calidad. Generalmente, las monedas muestran en su anverso la cabeza o el busto de Antínoo. En la inscripción este es identificado como héroe o como dios. Las monedas de Alejandría y Tarso omiten esta inscripción, y señalan la condición divina del difunto mediante una corona HemHem o una estrella, símbolo de la naturaleza divina del personaje reproducido.
La uniformidad de los anversos contrasta con la mayor variedad iconográfica de los reversos. En las monedas acuñadas en Kyme, en Asia Menor, aparece Atenea en la cara posterior; en las emitidas en Tarso, Dioniso cabalgando sobre una pantera, una pantera sola o el dios río local Cidno. En Nicópolis se presenta una vista de los edificios y las puertas de la ciudad o un toro; este animal está también presente en las acuñaciones de Mitilene. En Arcadia se encuentra un toro en los reversos, y en Delfos un trípode. Más escasas son las referencias directas a Antínoo. En su ciudad natal se le ve al lado de un buey a la carrera, caracterizado como Antínoo-Hermes; en Tarso aparece como Dioniso-Osiris.
No en último lugar, estas acuñaciones debieron atraer la benevolencia del emperador, asegurándole la lealtad de las ciudades. Los fundadores de las ciudades son a menudo mencionados en las monedas acuñadas en ellas, lo que responde probablemente a una intención propagandística. Además de las monedas, se acuñaron teselas de plomo.
Ya en la Antigüedad fueron muy apreciadas las monedas del primer tipo antes citado, semejantes a medallones. Se sabe que fueron reutilizadas en la Antigüedad como relojes de sol o espejos de mano. También se emplearon monedas como fichas de juego, lo que se reconoce por sus reversos fuertemente desgastados. Se han conservado también impresiones de las monedas en arcilla. Estas aplicaciones de terracota fueron aprovechadas como tablas votivas o como ornamentos para sarcófagos de madera. Todavía hoy estas monedas son piezas codiciadas por los coleccionistas. Se conocen también falsificaciones realizadas en el Renacimiento, denominadas paduanas.
Exposiciones
En los últimos años, Antínoo ha vuelto a ser centro de atención del mundo académico gracias a dos exposiciones. Una de ellas, titulada Antinoos – Geliebter und Gott ('Antínoo, amado y dios') tuvo lugar en el Museo de Pérgamo de Berlín, del 3 de diciembre de 2004 al 1 de mayo de 2005. El Instituto Henry Moore organizó también otra exposición en la ciudad de Leeds con el título de Antinous: the face of the Antique ('Antínoo: el rostro de la antigüedad'), entre el 25 de mayo y el 26 de agosto de 2007.
Véase también
En inglés: Antinous Facts for Kids
- Antínoo (constelación)