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Cristología para niños

Enciclopedia para niños

La cristología es la parte de la teología cristiana que dedica su estudio al papel que desempeña Jesús de Nazaret, en tanto designado con el título de «Cristo» o «Mesías», que significa "ungido". Podría dividirse en tres grandes etapas: desde la vida y muerte de Jesús hasta el Concilio de Calcedonia, desde éste hasta la época de la Ilustración, y desde esta última hasta nuestros días.

Aunque la noción puede rastrearse ya en Rm 16:18, la primera obra que dio un tratamiento sistemático de cristología, en el sentido moderno en el que se conoce actualmente, es Christologiae seu sermonum de Christo, del canónigo polaco Hieronymus Powodowski (latinizado Povodovius), publicada en varios volúmenes desde 1602.

Cronología

Primera etapa

La cristología no se desarrolló en el cristianismo primitivo como disciplina, sino como predicación y enseñanza transmitida oralmente sobre las enseñanzas, vida y muerte de Jesús de Nazaret, lo cual fue dando origen a diversos escritos, que a la postre conformaron los llamados Evangelios, entre otros; algunos incorporados como canónicos y otros discutidos (v. gr. los llamados Evangelios apócrifos). Con estas fuentes, la figura de Jesús de Nazaret, predicada como el Cristo, planteaba interrogantes sobre su condición humana en relación con Dios, puesto que las enseñanzas en las comunidades primitivas presentaban dicha figura con el título de «Hijo de Dios», y, por lo tanto, de condición divina.

Así, muy tempranamente, aparecieron interpretaciones de la persona de Jesús que diferían de la predicación original de los primeros discípulos de Jesús o, al menos, cuestionaban sus fórmulas. Una de las primeras fue el llamado «adopcionismo», que postulaba que Jesucristo no era hijo "natural" de Dios, sino que, siendo meramente de condición humana, había sido adoptado por Dios como su hijo. Otra corriente primitiva, muy extendida, fue el arrianismo, que también cuestionaba la divinidad de Jesús, reconociéndolo como «hijo» de Dios, pero inferior al Padre. Estas corrientes —entre otras— originaron disputas en los ámbitos cristianos que llevaron al Concilio de Nicea I, el cual se pronunció por la doble naturaleza de Jesucristo: humana y divina.

No obstante, la relación entre las dos condiciones de Jesús —humana y divina— y en especial con Dios, también planteó diversos interrogantes y posturas respecto a Dios mismo, en especial en cuanto al trinitarismo. Así pueden mencionarse el nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo.

Ya promulgado el Edicto de Milán por Constantino, y la consecuente mayor libertad de los cristianos para difundir y debatir su fe, se celebraron el Concilio de Éfeso (431) primero y luego el Concilio de Calcedonia (451), donde se definió con meridiana claridad la fórmula dogmática, poniendo fin en gran medida a las disputas:

Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres. Así, pues, después de que con toda exactitud y cuidado en todos sus aspectos fue por nosotros redactada esta fórmula, definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será lícito profesar otra fe, ni siquiera escribirla o componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás.

La definición de Calcedonia respecto de Jesús de Nazaret se conoce como la Unión Hipostática (de "hipóstasis"=persona), y, en síntesis, podría enunciarse como:

  • Jesucristo es verdadero Dios.
  • Jesucristo es verdadero hombre.
  • Jesucristo es uno y el mismo, una sola persona.

Uno y el mismo Jesucristo en dos «naturalezas» unidas de manera real (no afectiva ni simbólica), inconfusa (sin mezcla), inmutable (sin cambio) e inseparable (para siempre) en la única Persona divina (hipóstasis).

Esta definición cristológica, a su vez, autorizó a que se siguiera aludiendo a María como «Madre de Dios» y no solamente Madre de Jesús.

Segunda etapa

La claridad de expresión de la definición de Calcedonia llevó a que durante los siglos siguientes la Cristología se limitara a precisar los términos de «naturaleza» y «persona». Asimismo, las doctrinas que se hubieron de apartar de la definición dogmática fueron acusadas de herejías, en algunos casos con persecuciones y enfrentamientos violentos.

De todos modos, hasta la actualidad, diversas confesiones cristianas aceptan en mayor o menor medida la definición de Calcedonia (v. gr. Anglicanos, Protestantes, Ortodoxos, etc.).

Tercera etapa

La invención de la imprenta, la crisis política y moral de la Iglesia católica y consecuente Reforma protestante, y los descubrimientos geográficos y científicos, dieron lugar, en la cultura europea, a la llamada época de la Ilustración. Con la revalorización de la razón como instrumento de conocimiento, fueron tomando fuerza las verdades verificables por la ciencia y poniéndose en duda todo el bagaje cultural hasta el momento. Las investigaciones que hasta entonces eran privativas de los conventos, en un medio de escasa alfabetización, pasaron a ser asumidas por toda aquella persona ávida de conocimientos.

En este contexto, la Cristología dio un giro de paradigma, puesto que lo que se llevó a la mesa de discusión es la autenticidad histórica de sus fuentes primarias, es decir, de los Evangelios; apareciendo como cuestión cristológica nueva y central la historicidad de la vida y muerte de Jesús de Nazaret relatada en ellos, llegándose incluso a poner en duda su propia existencia histórica.

Así, H.S. Reimarus (1694-1768), profesor de lenguas orientales en Hamburgo, redactó un manuscrito de cuatro mil páginas promoviendo la distinción en los evangelios entre el proyecto de Jesús y la intención de sus discípulos. Posteriormente, David Friedrich Strauss (1808-1874) publicó en 1837 su vida de Jesús (Das Leben Jesu), afirmando que el elemento clave para comprender los evangelios es la categoría de mito. Como reacción a estas posturas, se formó la llamada "escuela liberal" de la búsqueda de la vida de Jesús, representada por H.J. Holtzman, K.H. Weisäcker, K. Hase, B. Weiss, D. Schenkel, A. Harnack y E. Renan, entre otros. Esta escuela considera que es posible "reconstruir" la vida de Jesús a partir de fuentes «históricamente puras», es decir, sin el sesgo de la fe.

En este punto cobran relevancia los estudios de Rudolf Karl Bultmann (1884-1976) y la llamada «teología del kerigma». La tesis central podría sintetizarse en dos conceptos: a) no es posible acceder al "Jesús histórico" con las fuentes con que contamos y b) tal circunstancia no es importante para la fe en el kerigma, es decir, en el mensaje central de la fe en Cristo como Salvador de la humanidad. Para Bultmann, el cristianismo comenzó con el Cristo-predicado, es decir, con el kerigma de la primitiva iglesia. Este kerigma supone sin duda la existencia histórica de Jesús, pero no manifiesta ningún interés por la crónica de esa vida. En consecuencia, la salvación cristiana proviene de la fe sola, y este aspecto hizo que la postura de Bultmann tuviese amplia aceptación —no unánime— en el campo protestante.

A partir de la tesis de Bultmann proliferó una «tercera generación» de investigadores, en especial teólogos, con un gran número de obras. En el ámbito protestante puede destacarse a O. Cullmann, W. Pannenberg y J. Moltmann; en el católico a W. Kasper, H. Küng, E. Schillebeeckx y K. Rahner.

De esta profusión de estudios y debates puede concluirse, con carácter general:

  1. El principio de una desmitización de los evangelios, más o menos radical, es aceptado como una exigencia de la interpretación existencial. Los milagros y la resurrección de Jesús plantean dificultades, y para la mayor parte de los críticos no entran en el campo de la realidad histórica.
  2. La crítica sigue centrada en la interpretación existencial de Jesús. En la historia de Jesús se busca menos una información que una significación para la existencia humana.
  3. No hay cristología sin un conocimiento de lo que fue Jesús de Nazaret. Por otra parte, este conocimiento, en el estado actual de la crítica histórica, es una empresa realizable, que conduce a resultados ciertos y substanciales. Los avances en filología y los continuos descubrimientos arqueológicos, permiten, cada vez más, acceder a nuevos conocimientos fiables desde el punto de vista histórico.

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Christology Facts for Kids

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