Campos de concentración franquistas para niños
En la España de la época franquista, entre 1936 y 1947, existieron muchos campos de concentración, algunos permanentes y otros temporales. Estos campos eran una herramienta para controlar a la población.
En ellos terminaban personas que habían luchado en el bando republicano, como soldados del Ejército Popular, de las Fuerzas Aéreas y de la Marina de Guerra. También eran internadas personas con ideas políticas diferentes, personas sin hogar, y otras personas de distintos orígenes o formas de vida.
Dentro de los campos, unas comisiones especiales decidían el destino de los internados. Si se les consideraba "favorables" al nuevo gobierno, eran liberados. Si eran "poco favorables" y sin grandes responsabilidades políticas, los enviaban a batallones de trabajadores. Los "muy desfavorables" iban a prisión y podían ser juzgados por un tribunal militar. Las personas clasificadas como "delincuentes comunes" también eran enviadas a la cárcel.
Según los registros oficiales, al final de la guerra civil, había cerca de 177.905 prisioneros en unos cien campos. En total, se estima que 431.251 personas pasaron por estos lugares.
Al igual que en otros campos similares, los prisioneros estaban organizados de forma jerárquica. Algunas personas, sin motivaciones políticas, estaban en una posición superior y actuaban como vigilantes. Aunque se destruyó mucha documentación, los estudios muestran que en estos campos se explotaba el trabajo de los prisioneros, organizados en batallones.
Los historiadores coinciden, basándose en testimonios de supervivientes y documentos oficiales, en que las condiciones de vida en los campos eran muy difíciles. Además, el bando que tomó el poder no consideraba a los soldados republicanos como prisioneros de guerra. Por eso, no se les aplicó el Convenio de Ginebra de 1929, que protegía a los prisioneros.
Esto significó que se usó a los prisioneros para trabajos militares (lo cual estaba prohibido), se les mantuvo encerrados sin una condena formal, y se usaron malos tratos para obtener información. Tampoco tenían garantías legales. También se ha señalado que había mucha corrupción entre los militares que administraban los campos, lo que empeoraba el sufrimiento de los internados.
Contenido
Historia de los Campos de Concentración
Según el historiador Javier Rodrigo, alrededor de medio millón de prisioneros pasaron por estos campos entre 1936 y 1942. En 2019, el periodista Carlos Hernández de Miguel identificó cerca de 300 campos confirmados, calculando que entre 700.000 y un millón de personas habrían pasado por ellos.
Primeros Campos y su Expansión
El primer campo de concentración fue creado por los militares sublevados el 19 de julio de 1936, poco después del levantamiento, cerca de Melilla. Al día siguiente, un periódico informaba de su apertura en la Alcazaba de Zeluán, una antigua fortaleza. Francisco Franco fue informado y se mostró muy interesado, ordenando la apertura de más campos para encerrar a "elementos problemáticos" y usarlos en trabajos públicos.
El 20 de julio, Franco comunicó al coronel Eduardo Sáenz de Buruaga, a cargo de Tetuán, que las cárceles no eran suficientes para tantos detenidos. Sugirió crear un campo de concentración en las afueras para evitar que los fusilamientos fueran vistos por la prensa extranjera. Así nació el campo de El Mogote, en un lugar apartado para ocultar las duras condiciones. En este campo, muchas personas perdieron la vida.
La siguiente región donde se establecieron campos fue Canarias, en la península de La Isleta, Gran Canaria, desde finales de julio de 1936. Un número desconocido de prisioneros de los campos canarios fueron arrojados al mar o a pozos volcánicos. La prensa oficialista ocultaba la realidad de estos campos, mostrando una imagen falsa y positiva. Otros lugares de reclusión, como la prisión militar del castillo del Monte Hacho en Ceuta, también funcionaron como campos de concentración, aunque no tuvieran ese nombre oficial.
Influencia Externa y Gestión
Algunos historiadores sugieren que funcionarios de la Gestapo (policía secreta de la Alemania nazi) ayudaron a organizar la red de campos de concentración en España, inspirándose en los campos alemanes. Entre ellos destacó Paul Winzer, jefe de la Gestapo en España y director del Campo de concentración de Miranda de Ebro por un tiempo. Algunos autores incluso creen que Winzer fue el principal organizador de toda la red de campos. Además, algunos recintos, como los campos de Laredo o El Dueso, fueron gestionados inicialmente por batallones de voluntarios de la Italia fascista.
El 5 de julio de 1937 se creó la Inspección General de los Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP) para centralizar su gestión. Sin embargo, esta inspección tuvo problemas con los líderes militares de otras zonas del país, como el general Gonzalo Queipo de Llano, responsable del Ejército del Sur. Los campos de Andalucía funcionaron de forma independiente hasta mediados de 1938, y los de Baleares, Canarias o el Marruecos español mantuvieron una autonomía casi total hasta el final de la guerra.
En 1938, los campos de concentración albergaban a más de 170.000 prisioneros. Después de la guerra, en 1939, la cifra de personas recluidas oscilaba entre 367.000 y 500.000. Desde 1940, el general Camilo Alonso Vega supervisó todos estos campos. La función principal era retener a tantos prisioneros de guerra republicanos como fuera posible. Aquellos considerados "irrecuperables" eran ejecutados. Muchos de los encargados de la represión en los campos habían sufrido pérdidas en la zona republicana, lo que los llevó a actuar con gran dureza y deseo de venganza.
En 1946, diez años después del inicio de la Guerra Civil, todavía había 137 campos de trabajo y 3 campos de concentración activos, con 30.000 prisioneros políticos. El último campo de concentración en cerrar fue el de Miranda de Ebro, en enero de 1947.
El Trato a los Internos
Las condiciones de vida en los campos eran muy duras, con escasez de alimentos, enfermedades, hacinamiento y corrupción. Los internos, muchos de ellos sin haber sido acusados formalmente de ningún delito, sufrían malos tratos. A menudo, quienes los golpeaban eran miembros de la Falange o familiares de víctimas, a quienes se les permitía entrar en los establecimientos. Los prisioneros también eran castigados por sus guardianes o por los "cabos de vara" (otros prisioneros con autoridad).
Los prisioneros clasificados como "desfavorables" también eran obligados a realizar trabajos forzados en batallones especiales.
Deportación de Exiliados y Brigadistas
Además de los campos en España, se sabe que cerca de 10.000 españoles exiliados en Francia terminaron en campos de concentración nazis. El ministro de exteriores de Franco, Ramón Serrano Súñer, no hizo nada por ayudarlos. Existe documentación que muestra que los alemanes consultaban qué hacer con los "rojos españoles". Los pocos que sobrevivieron no pudieron regresar a España.
Las autoridades también colaboraron con sus aliados nazis, entregando prisioneros checos, belgas o alemanes para que fueran ejecutados o encerrados en cárceles y campos de concentración en Alemania, donde la mayoría perdió la vida. Estas entregas fueron ordenadas personalmente por Franco, incluso en contra de las normas legales y del criterio de sus propios funcionarios.
Otro uso que Franco dio a los brigadistas internacionales (voluntarios extranjeros que lucharon por la República) recluidos en el campo de San Pedro de Cardeña fue intercambiarlos por prisioneros en manos de las autoridades republicanas. Aunque pocos, algunos militares alemanes e italianos lograron regresar a sus países de esta manera.
Organización de los Campos
Campos de Concentración Notables
Durante la guerra civil española y los primeros años de la dictadura, funcionaron cerca de 300 campos de concentración. Algunos de los más conocidos fueron:
- Campo de concentración de Albatera: Usó terrenos de un campo de trabajo republicano anterior.
- Campo de concentración de Camposancos.
- Campo de concentración de Castuera.
- Campo de concentración de La Corchuela.
- Campo de concentración de Los Almendros.
- Campo de concentración de Miranda de Ebro.
- Campo de concentración de San Pedro de Cardeña: Ubicado en un monasterio, fue donde se internó a los prisioneros de las Brigadas Internacionales.
- Campo de concentración de Horta, en Barcelona.
- Campo de concentración de Higuera de Calatrava, en la provincia de Jaén.
- Campo de concentración de Las Arenas, para personas sin hogar.
Batallones de Trabajadores y Trabajo Forzado

En julio de 1939, había un total de 93.096 prisioneros, tanto de campos de concentración como de cárceles, organizados en 137 Batallones de Trabajadores. A partir de mayo de 1940, se sumaron los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores (BDST), formados por jóvenes que debían hacer el servicio militar pero eran considerados "desfavorables" y peligrosos para el ejército regular.
Tanto los Batallones de Trabajadores como los BDST (que llegaron a sumar 217 batallones de trabajadores forzados más 87 batallones disciplinarios) fueron usados para realizar obras públicas, trabajar en minas, reconstruir edificios e infraestructuras, o construir nuevas obras. En septiembre de 1939, también se creó el Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas, que se encargó de obras hidráulicas, como el canal del Bajo Guadalquivir, conocido también como "el canal de los presos".
La mano de obra forzada de estos batallones también fue utilizada por la Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones, especialmente para reconstruir pueblos muy dañados por la guerra. En los Batallones de Trabajadores y en los BDST, las condiciones de vida y trabajo eran tan duras que hubo muchas muertes. Solo los presos condenados podían reducir su pena trabajando, un sistema que benefició a empresas privadas. Los que nunca habían sido condenados no tenían pena que reducir. Según el historiador Borja de Riquer, su retención fue ilegal y una forma de represión.
Entre las obras en las que los prisioneros fueron empleados para trabajos forzados se encuentran:
- Reconstrucciones, como la de Belchite.
- Trabajos en minas de sal y extracción de mercurio.
- Construcción de carreteras y presas.
- Excavación de canales, como el Canal del Bajo Guadalquivir (hasta 1962).
- Construcción de la Prisión de Carabanchel, el Valle de los Caídos, el Arco de la Victoria y la Academia de Infantería de Toledo.
Posteriormente, este trabajo fue subcontratado a empresas privadas y terratenientes, quienes usaron a los prisioneros para mejorar sus propiedades. Por ejemplo, Gonzalo Queipo de Llano usó prisioneros para su finca en Sevilla.
Para el periodo 1939-1943, se estima que el uso de mano de obra forzada de prisioneros aportó a diversas empresas privadas un beneficio de más de cien millones de pesetas.
Se calcula que la suma de campos de concentración y unidades de trabajos forzados creados durante la guerra y la dictadura fue de cerca de mil recintos en toda España.
Información y Vigilancia
Para controlar y obtener información de los prisioneros, la ICCP creó el Servicio de Investigación Criminal de los campos y, en junio de 1938, un Servicio de Confidencia e Información. Este último buscaba formar una red de veinte informantes en cada batallón de trabajadores. Los militares usaron malos tratos y amenazas para conseguir informantes entre los prisioneros. Muchos testimonios han denunciado que incluso algunos sacerdotes ayudaban en esta tarea, rompiendo la confidencialidad para delatar a personas "desfavorables". Todo esto generaba desconfianza en los campos y afectaba la moral de los detenidos. Sin embargo, los prisioneros intentaron resistir con fugas y actos de solidaridad, como compartir la poca comida o ayudar a los enfermos.
Reeducación y Adoctrinamiento
Una de las grandes misiones de los campos de concentración era la "reeducación" de los internos, al menos de aquellos considerados "recuperables". Para ello, se usaron técnicas de control, humillación, propaganda y adoctrinamiento para intentar cambiar la forma de pensar de los prisioneros. Cada día, eran obligados a formar al menos tres veces, cantar el "Cara al sol" y otros himnos, y hacer el saludo fascista.
En esta tarea de adoctrinamiento, la Iglesia católica tuvo un papel muy importante. En los campos, los capellanes (sacerdotes) colaboraban estrechamente con los militares. Los sacerdotes daban sermones amenazantes a los prisioneros, destacando su condición de "rojos" en las "clases patrióticas" que impartían. No se respetaba la libertad de creencias de los detenidos: la asistencia a misa era obligatoria, y la conversión de los internos era uno de los principales objetivos. Un bautizo o una primera comunión se celebraban como un gran triunfo y se comunicaban al propio Caudillo. Hay testimonios de brigadistas internacionales que fueron obligados a oír misa con castigos físicos.
Estudios y Propaganda
Los brigadistas internados en San Pedro de Cardeña fueron obligados a participar en estudios que se presentaban como científicos, pero que no lo eran, dirigidos por Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares. En esta labor, fue ayudado por médicos y asesores alemanes. Durante meses, los prisioneros fueron fotografiados, se les midió el cráneo y otras partes del cuerpo, y se les sometió a pruebas de estrés y cuestionarios.
Los resultados de estos estudios sirvieron para apoyar las ideas de Vallejo-Nájera, que coincidían con teorías de la época que hablaban de la "mejora de la raza" y la necesidad de una "higiene racial y moral". Este psiquiatra llegó a decir que existía un "gen rojo". Estas ideas justificaron la represión y la separación de niños de sus familias para evitar que desarrollaran la "enfermedad marxista". Según él, la democracia había causado la "degeneración" de las personas, y sus "datos" atribuían todo tipo de problemas a los brigadistas, causados por "el ambiente cultural y social" de otros países.
Los internos de San Pedro también sufrieron otras humillaciones. La prensa oficialista publicó reportajes sobre "el campo de concentración de los soldados rojos de las Brigadas Internacionales", donde se calificaba a estos prisioneros de personas con problemas y criminales. Además, se filmó un documental de propaganda con primeros planos de los prisioneros, mostrando su apariencia de forma degradante. La película terminaba con un prisionero haciendo el saludo fascista.
Galería de imágenes
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Milicianos republicanos hechos prisioneros de los sublevados durante la Batalla de Guadarrama (1936).
Véase también
En inglés: Francoist concentration camps Facts for Kids