Campaña del Cantábrico de 1936 para niños
Datos para niños Campaña del Cantábrico de 1936 |
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Parte de Guerra Civil Española | ||||
![]() Destructor Velasco de la Armada del bando sublevado
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Fecha | 18 de julio de 1936 - 9 de enero de 1937 | |||
Lugar | Mar Cantábrico | |||
Beligerantes | ||||
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La Campaña del Cantábrico de 1936 fue un conjunto de operaciones navales que ocurrieron en el mar Cantábrico. Estas acciones tuvieron lugar desde el inicio de la Guerra Civil Española hasta finales de 1936. Su objetivo principal fue el apoyo de la Armada del bando sublevado al avance de las tropas en tierra.
Este apoyo naval fue clave para que las fuerzas sublevadas pudieran avanzar en la Campaña de Guipúzcoa. Esto obligó a la mayor parte de la Armada republicana a dejar la zona del Estrecho de Gibraltar. Así, los sublevados pudieron romper el bloqueo que impedía el paso de materiales y tropas a la península. Otra misión de la Armada sublevada fue detener el tráfico de barcos comerciales hacia los puertos del Cantábrico. Para esto, contaron con el apoyo de la marina de guerra de Alemania. Para enfrentar este bloqueo, el gobierno vasco creó la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi. Esta marina, a pesar de sus pocos recursos, tuvo una participación importante.
Contenido
El control inicial del mar Cantábrico
Al principio, la pequeña flota del bando sublevado controló el mar Cantábrico. Esta flota incluía el crucero Almirante Cervera, el acorazado España y el destructor Velasco. También se unieron a ellos varios barcos pesqueros armados, llamados bous. En otoño, ya eran 19 unidades, todas bajo el mando de oficiales de la Armada.
Misiones de la flota sublevada
Las primeras misiones de estos barcos fueron bombardear la costa. Esto ayudaba a las fuerzas en tierra, especialmente a las que estaban rodeadas. Por ejemplo, apoyaron a las tropas en el Sitio del Cuartel de Loyola en San Sebastián y en el cuartel de Simancas en Gijón. Cuando estas zonas cayeron en manos de las fuerzas leales, los barcos bombardearon otros puntos importantes. Un ejemplo fue el bombardeo de los depósitos de petróleo de Santurce por el Velasco.
También apoyaron la campaña de Guipúzcoa, liderada por el general Mola. En la primera quincena de septiembre, lograron tomar Irún y San Sebastián. Esto cortó la comunicación de la zona norte republicana con Francia.
El bloqueo marítimo
Otra tarea de la flota sublevada era bloquear el paso de barcos mercantes hacia los puertos republicanos. Sin embargo, la mayoría de los barcos en esa zona eran británicos. Estos contaban con la protección de la Royal Navy (la marina británica). Los sublevados temían problemas diplomáticos si los detenían. Por eso, el bloqueo no fue muy efectivo y se limitó a barcos de otras nacionalidades. Solo una vez, en septiembre, un barco sublevado intentó detener un mercante británico. Pero un destructor inglés lo escoltó hasta el límite de las aguas españolas. Desde allí, un submarino republicano lo acompañó hasta Santander.
El gobierno de la República envió cuatro submarinos de la Clase C y uno de la Clase B entre agosto y septiembre de 1936. Su misión era proteger el tráfico de barcos y atacar a la flota sublevada. Sin embargo, muchos de sus comandantes no eran completamente leales a la República. Por ello, actuaron de forma ineficaz y no cumplieron sus misiones. Por ejemplo, el comandante del C-6 se negó a disparar contra el Almirante Cervera y el España. La tripulación lo obligó a regresar a la base. También hubo problemas con los torpedos. Cuando el submarino C-5, al mando de un comandante leal, tuvo a tiro al acorazado España, el torpedo que lanzó no explotó.
La presencia de la Armada republicana en el Cantábrico
Debido a la poca efectividad de los submarinos, el gobierno decidió enviar la mayor parte de la flota republicana al Cantábrico. Esto ocurrió el 21 de septiembre. La flota incluía el acorazado Jaime I, los cruceros Miguel de Cervantes y Libertad, y seis destructores. Su objetivo principal era detener el avance de las tropas sublevadas por la costa.
Razones del envío de la flota
Esta decisión, considerada una de las más difíciles de la guerra, se tomó por varias razones. Se creía que el crucero Canarias tardaría en terminarse en el astillero de El Ferrol. También había un motivo político: apoyar la autoridad del Gobierno de la República en el País Vasco. Allí estaba a punto de formarse un gobierno autónomo. Además, se confiaba en que los cinco destructores que quedaban en el Estrecho de Gibraltar serían suficientes para mantener el bloqueo. Finalmente, el gobierno británico no permitía que la República detuviera el tráfico de barcos neutrales hacia territorio enemigo. Esto significaba que los barcos de guerra republicanos no podían impedir que barcos alemanes e italianos descargaran material de guerra en puertos controlados por los sublevados.
El 23 de septiembre, la escuadra llegó a Gijón, y tres destructores continuaron hacia Santander. Se logró el objetivo de frenar las operaciones en tierra de los sublevados. El general Mola tuvo que suspender el ataque a Vizcaya y Bilbao. También se retrasó el avance de las columnas gallegas hacia Oviedo. Durante la estancia de la flota republicana en el Cantábrico, la marina sublevada no tuvo actividad y se refugió en El Ferrol. Sin embargo, la flota republicana no logró controlar las comunicaciones enemigas. El material de Alemania siguió llegando a Sevilla sin interrupciones. Tampoco se aprovechó este control temporal para desembarcar tropas en la costa norte. La consecuencia más importante de estas decisiones fue la entrada del Canarias y el Almirante Cervera en el Estrecho de Gibraltar.

El 13 de octubre de 1936, la mayor parte de la escuadra republicana regresó al Mediterráneo. En el Cantábrico solo quedó el destructor José Luis Díez, junto con dos submarinos (el C-2 y el C-5) y el torpedero T-3. Pero esta pequeña escuadra pronto mostró poca actividad. El José Luis Díez era conocido en Bilbao por salir poco a navegar. Esto se debía a la poca confianza que ofrecían sus mandos. Los comandantes del José Luis Díez y del submarino C-5 apoyaban a la causa sublevada. El del torpedero T-3 no era un mando profesional. El comandante del submarino C-2, que sí era leal a la República, tenía muchos problemas con las reparaciones de su nave. Las baterías del C-2 estaban tan mal que no podía permanecer sumergido más de dos horas. Mientras tanto, los barcos del bando sublevado (el acorazado España, el destructor Velasco, tres mercantes armados y las flotillas de bous) controlaban el Cantábrico. Apresaban fácilmente los barcos mercantes que se dirigían a los puertos republicanos del norte.
Las fuerzas navales de la Armada republicana en el Cantábrico sufrieron un golpe duro. El submarino C-5 desapareció el 30 de diciembre mientras realizaba una misión cerca de Bilbao. Es probable que su desaparición fuera causada por su comandante, José Lara Dorda, quien apoyaba a la causa sublevada. Se pidió al gobierno de Valencia que enviara más unidades al Cantábrico. Sin embargo, el jefe del Estado Mayor Central de la Armada, Luis González de Ubieta, no quiso dividir las fuerzas navales. Tampoco hizo nada para solucionar la inactividad del destructor José Luis Díez y del submarino C-2.
La Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi
Debido a la poca actividad de las Fuerzas Navales del Cantábrico, la defensa de Bilbao recayó en la flotilla de bous de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi. Esta marina fue creada por el Gobierno vasco. Su misión era proteger los accesos a Bilbao, el principal puerto republicano del Cantábrico, y los barcos que traían material de guerra de Francia.
A diferencia de las unidades de la Armada republicana, estos bous vascos mostraron un gran espíritu de lucha. Interceptaron barcos mercantes alemanes con cargamento para los sublevados. Incluso se enfrentaron al destructor Velasco el 15 de noviembre de 1936. Así lograron reducir la captura de mercantes por el bando sublevado durante el resto de 1936 y los primeros meses de 1937. La única captura en ese periodo fue el 9 de enero, cuando el destructor Velasco apresó al buque soviético Smidovich. Este barco se dirigía a Bilbao con alimentos. Fue incautado y renombrado como Castillo Peñafiel. Esto inició una serie de siete barcos soviéticos capturados por los sublevados, cuyos nombres fueron cambiados a la serie de los Castillos.
La captura del mercante alemán Palos por el bou Bizkaia el 20 de noviembre causó una situación difícil. Demostró hasta qué punto la marina alemana estaba dispuesta a proteger los envíos a los sublevados. El Palos fue llevado al puerto de Bilbao. Al revisar sus bodegas, se encontró material para fabricar proyectiles de artillería y máquinas de comunicación. La detención ocurrió a cinco millas de la costa, fuera de las tres millas reconocidas internacionalmente. Sin embargo, España decía que el límite de sus aguas era de seis millas. El gobierno alemán reclamó la carga, negando que fuera material de guerra. Como su exigencia no fue atendida, el 1 de enero de 1937, el crucero Graf Spee tomó como represalia el vapor Aragón cerca de Almería. Dos días después, el Königsberg tomó el mercante Marta Junquera cerca del cabo de Ajo. Como la carga del Palos no fue devuelta, los alemanes entregaron los barcos al bando sublevado después de liberar a la tripulación. Este incidente reforzó la postura de Alemania y Gran Bretaña de no permitir que ningún bando detuviera sus barcos fuera de las aguas territoriales.
Más información
- Guerra Civil Española en el mar
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