Selva de Doramas para niños
La Selva de Doramas fue un gran bosque de laurisilva que cubría el norte de la isla de Gran Canaria, en las Canarias, España. Era muy famosa por su gran cantidad de plantas y por ser el hogar de Doramas, un importante líder de los antiguos habitantes de Canarias.
Hoy en día, solo queda un pequeño porcentaje de lo que fue la Selva de Doramas. Solo se conservan algunas zonas aisladas, como los Tilos de Moya, el Brezal del Palmital, Barranco Oscuro o Barranco del Laurel en Osorio. En este último lugar, el Cabildo de Gran Canaria está trabajando para plantar más árboles y recuperar el bosque.
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¿Cómo era la Selva de Doramas?
Desde el punto de vista natural, este bosque estaba formado por lo que se conoce como «laurisilva». Este tipo de bosque tiene muchas especies de plantas que reciben su nombre de una de las más importantes: el laurel.
Plantas y animales del bosque
Además del laurel, otras plantas grandes y frondosas que destacaban eran el barbusano, el palo blanco, el til, la faya o el viñátigo. En la densa vegetación del bosque de laurisilva también vivían muchas plantas más pequeñas, como el bicácaro, que es un símbolo vegetal de Canarias.
También había muchos animales, especialmente aves como el pinzón de monte y la paloma rabiche.
La Selva de Doramas en la historia
Muchos historiadores, desde el siglo XVI, hablaban de lo grande y rica que era esta selva canaria. La describían como un verdadero paraíso en la Tierra.
Hoy en día, el nombre de Doramas se mantiene en lugares como la Montaña de Doramas (en Moya) y el parque rural de Doramas. Esta es una zona protegida donde hay campos de cultivo, pequeños bosques y algunas construcciones antiguas.
¿Por qué se llama Selva de Doramas?
El bosque recibió su nombre de Doramas, un líder de los antiguos habitantes de Canarias. Doramas fue uno de los principales líderes que se opuso a la llegada de los europeos a la isla a finales del siglo XV.
La reducción del bosque con el tiempo
Después de la conquista de Gran Canaria, la Selva de Doramas empezó a hacerse más pequeña. Esto se debió a que la nueva sociedad necesitaba madera para construir, leña para calentarse y para la industria del azúcar que estaba empezando. Poco a poco, grandes partes del bosque fueron divididas y entregadas a diferentes personas.
Aunque una parte importante del bosque, cerca de los municipios de Moya, Guía y Firgas, iba a ser para uso común, con el tiempo pasó a manos privadas. Esto causó una destrucción constante de este ecosistema natural.
A partir del siglo XVIII, y sobre todo en el siglo XIX, se hicieron muchos repartos de tierras, agua y recursos naturales. La situación se volvió muy difícil a principios del siglo XIX, cuando la necesidad de tierras para cultivar hizo que, entre 1804 y 1807, más de cien vecinos de esos municipios se repartieran 137 parcelas de tierra cubiertas de bosque. Esta situación se repitió con mucha más fuerza en 1812.
Después de un tiempo de relativo olvido, hubo intentos por parte de las autoridades para conservar y recuperar una parte de este hermoso lugar, pero no tuvieron mucho éxito. A principios del siglo XX, la situación era tan grave que muchos pensadores, como el ecologista canario Francisco González Díaz, comenzaron una campaña para recuperar la riqueza forestal de la zona.
La Selva de Doramas en la literatura
La literatura ha sido muy importante para describir y hacer famoso este lugar histórico a lo largo del tiempo. El primer autor que mencionó la belleza de este espacio natural fue Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538−1610). En su obra Comedia del recibimiento (1582), hizo una descripción poética que ha influido a muchos poetas después. Allí, por primera vez, se describe este lugar de forma poética:
Éste es el bosque umbrífero
que de Doramas tiene el nombre célebre,
mucho más que de Egipto las pirámides…
y aquéstos son los árboles
que frisan ya con los del monte Líbano,
y las palmas altísimas,
Cairasco también habló de la belleza de este lugar en otras de sus obras, como el Templo Militante (1602−1614).
Sin embargo, a medida que la tala de árboles reducía el bosque, los poetas canarios empezaron a escribir de forma más triste, casi como una despedida. Entre ellos se encuentran escritores como José Viera y Clavijo, Graciliano Afonso (que en su poema “El harpa” ya habla de la tala de árboles) y Rafael Bento y Travieso. Otros autores del siglo XIX también trataron el tema.
En el siglo XX, el principal poeta que escribió sobre el bosque fue Tomás Morales. En su poema Tarde en la Selva, lamenta la desaparición de este lugar y la pérdida de su identidad:
''¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento
que, bruscamente, llega, desolador y cruento,
yergue su soberana magnitud de coloso...
de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso