Orígenes de Oviedo para niños
Los orígenes de Oviedo se remontan a la época del Reino de Asturias. En ese tiempo, sobre una colina, surgió un lugar llamado Ovetao. El rey Fruela I, hijo de Alfonso I de Asturias y yerno del rey Pelayo, fue quien lo fundó. Fruela I gobernó desde el año 757 hasta el 768.
En el año 761, cerca de la antigua ciudad romana de Lucus Asturum, el monje Máximo y su sobrino Fromestano decidieron construir un monasterio. Lo hicieron junto a la calzada romana que conectaba León con Lugo de Llanera, pasando por el puerto de Pajares. Poco después, levantaron una pequeña iglesia en honor a San Vicente. Pronto se unieron a ellos unas dos docenas de monjes, y el lugar se convirtió en un monasterio. Esto quedó registrado en un documento firmado el 25 de noviembre del año 781, con Fromestano como su primer abad.
El rey Fruela I protegió el monasterio y lo eligió como residencia para su esposa, Munia. Allí nació su hijo, Alfonso II, quien más tarde sería conocido como «el Casto».
Más tarde, Alfonso II el Casto trasladó la capital del reino de Asturias desde Pravia a Oviedo. Así, Oviedo se convirtió en un centro importante. El rey Alfonso II la fortificó y la dotó de palacios, iglesias y otras construcciones. La muralla que protegía la ciudad, de la que hoy quedan pocos restos, tenía una forma circular que se adaptaba a la colina. Ocupaba un área de 11 hectáreas y albergaba a unas 6.000 personas en tres barrios: La Villa (con los edificios religiosos y civiles más antiguos), Cimadevilla (dedicado al comercio y las peregrinaciones) y Socastiello.
¿Cómo era la región antes de Oviedo?
La idea tradicional sobre esta zona es que estaba poco influenciada por el Imperio romano. Se pensaba que sus habitantes mantenían sus costumbres y tradiciones, y que no estaban muy conectados con el sistema romano ni con el estado Visigodo que le siguió.
Sin embargo, los estudios recientes de arqueología en el noroeste de España han permitido conocer mejor la realidad. Estos estudios han demostrado que la región sí estaba más integrada de lo que se creía con las estructuras administrativas de las que dependía. Este nuevo conocimiento ha llevado a revisar por completo la historia del reino de Asturias, incluyendo sus orígenes, su alcance y sus relaciones con otros lugares.
Los primeros años de Oviedo
La visión tradicional de Oviedo como la capital del reino asturiano estaba influenciada por la idea de que era un lugar aislado y poco romanizado. Se pensaba que era un centro de poder simbólico en un entorno rural y salvaje.
Se creía que la ciudad estaba formada por edificios importantes, tanto religiosos como civiles, que se mezclaban entre sí. Estos edificios, mencionados en los relatos de la época, incluían la Catedral de San Salvador, la basílica de Santa María (pensada como lugar de entierro real) y la basílica de San Tirso. También se mencionaba el palacio real cerca de San Salvador, edificios para uso diario como baños y almacenes, y viviendas. Todo esto estaba rodeado por un muro y tenía suministro de agua a través de un acueducto. Fuera de la ciudad, como puntos de vigilancia, se encontraban lugares como San Julián de los Prados, Santa María de Bendones y San Pedro de Nora.
Gracias a nuevas investigaciones arqueológicas y al análisis de documentos antiguos, estas ideas han ido cambiando. Ahora se sabe que la ciudad primitiva no estaba aislada, sino que estaba muy conectada con su entorno. Este entorno estaba densamente poblado por muchas villas y granjas de origen romano, y todo se unía a través de una importante red de caminos.
También se ha descubierto que los edificios no estaban tan juntos como se pensaba. Por ejemplo, el palacio real de Alfonso II estaba a más de media milla de la iglesia del Salvador. Los posibles baños, de los que la fuente de Foncalada sería testigo, estaban a medio camino entre la iglesia y el palacio.
Por lo tanto, en su primera etapa, cuando fue fundada por Fruela I y "refundada" por su hijo Alfonso II después de las destrucciones de los años 794 y 795, Oviedo tenía un centro religioso. Este centro incluía los templos mencionados y sus edificios anexos, rodeados por un muro y con servicio de agua, funcionando como Iglesia Catedral y sede de un obispado. Fuera de este recinto, y algo dispersos, se encontraban otros edificios o asentamientos relacionados con la red de caminos, como el posible palacio real de Fruela I, el conjunto de San Julián de los Prados y la fuente de Foncalada.
En una segunda etapa, de crecimiento urbano, bajo el reinado de Alfonso III, se realizaron varias reformas y ampliaciones. Se hicieron obras de defensa en la iglesia de San Salvador y se construyó una nueva muralla que rodeaba el recinto anterior de la época de Alfonso II. También se edificó un castillo en el extremo noroeste de la muralla y un palacio real urbano cerca de la muralla y el castillo. Esto le dio a la ciudad su forma medieval definitiva.
Desde el siglo X, Oviedo ya tenía la forma que conoció la construcción de la nueva muralla por Alfonso X. Esta muralla, como se sabe por estudios arqueológicos, se situó a unos tres metros por fuera de la de Alfonso III.