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Gran cruz del tesoro de Guarrazar para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
Gran cruz del tesoro de Guarrazar
Gran cruz (Tesoro de Guarrazar) - M.A.N. 52.561.jpg
Vista de los elementos conservados de la gran cruz
Material Oro
gemas
perlas
nácar
Tamaño 31 cm x 14 cm x 0'03 cm
Realización Siglo VI
Período Edad Media
Civilización Hispania Visigoda
Descubrimiento 1858
Ubicación actual

Museo Arqueológico Nacional

EspañaBandera de España España
Identificación M.A.N. 52.561

La gran cruz, o cruz procesional del tesoro de Guarrazar, es una cruz que fue encontrada en 1858 en la localidad de Guadamur, cerca de la ciudad de Toledo (España), cuando se descubrió el llamado tesoro de Guarrazar, del que forma parte. Este tesoro está compuesto por una serie de valiosísimas piezas de orfebrería visigoda que aparentemente fueron ocultadas al producirse la invasión musulmana de la península ibérica en el año 711. Aunque la cruz fue encontrada formando parte de ese tesoro se cree que no es de fabricación visigoda sino obra de un taller externo, posiblemente italiano. La gran cruz sólo se conserva hoy de forma parcial —dos placas de oro que cubrían la parte delantera o trasera de dos brazos— ya que el resto de ella fue destruido por sus descubridores para intentar obtener un beneficio económico del oro y de las piedras preciosas que la formaban. Los dos fragmentos que se conservan se guardan en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid (número de catálogo M.A.N. 52.561). Hay razones para creer que puede ser identificada con una cruz-relicario de oro mencionada en fuentes antiguas como un importante regalo diplomático del papa san Gregorio Magno al rey visigodo Recaredo I. Con el regalo de esa cruz, que contenía un fragmento del Lignum Crucis, es decir, una reliquia de la madera de la cruz sobre la que se crucificó a Jesucristo, el papa quería conmemorar la conversión del rey y de la gran mayoría del pueblo visigodo al catolicismo, un acontecimiento de gran importancia para la Iglesia.

Descubrimiento y destrucción parcial de la cruz

El tesoro de Guarrazar fue descubierto accidentalmente en 1858 en Guadamur, a causa de unas lluvias torrenciales. Se encontraba repartido en el interior de dos tumbas diferentes de un antiguo cementerio visigótico. Cada depósito fue descubierto de manera independiente y casi simultánea por dos personas diferentes, Francisco Morales y Domingo de la Cruz, dos agricultores de la localidad. Ambos decidieron quedarse lo que habían encontrado y guardar silencio, ya que no eran los propietarios de la parcela en la que se hizo el descubrimiento y, por tanto, tampoco eran los propietarios legales de las piezas encontradas. A partir de aquí la historia es confusa y existen versiones diferentes y numerosas lagunas. Lo que se sabe es que en un primer momento los descubridores del tesoro y sus familias intentaron obtener dinero vendiendo en secreto gradualmente varias de las piezas encontradas, o pedazos de ellas, a diversos plateros toledanos, hasta que el rumor se extendió por Toledo y algunas personas empezaron a ser conscientes de la importancia arqueológica y artística de las piezas que se estaban vendiendo y fundiendo. Estas personas decidieron comprar todas las que aún pudieron encontrar, restauraron en la medida de lo posible los desperfectos que se les habían ocasionado y las sacaron en secreto de España para venderlas en Francia. El gobierno francés las adquirió en 1859 para destinarlas al Museo de Cluny (París), especializado en arte medieval. Cuando eso ocurrió la prensa francesa publicó la noticia de la venta y como consecuencia de ello el asunto fue conocido por primera vez por las autoridades españolas, que hasta ese momento no sabían nada. Se produjo entonces una reclamación diplomática ante el gobierno francés, que no fue atendida hasta un acuerdo de intercambio de obras de arte entre España y Francia en 1940, se abrió una investigación judicial en Toledo y se iniciaron unas excavaciones en el yacimiento de Guadamur.

En cualquier caso, para ese momento unos dos tercios del tesoro ya habían sido destruidos, y la mayor parte de lo que quedaba se encontraba en Francia. No obstante, aún quedaban en España algunas piezas. Ante la imposibilidad de seguir vendiéndolas —había ya una orden del gobernador civil de Toledo ordenando requisar todo lo que se encontrara—, Domingo de la Cruz, uno de los descubridores, regaló a la reina Isabel II las piezas que aún conservaba en su poder, entre ellas la corona de Suintila, a cambio de una suma de dinero y de una pensión vitalicia.

Por su parte, el joyero madrileño José Navarro, que fue quien vendió en Francia las piezas que ahora tenía el Museo de Cluny, aún conservaba las dos placas de oro de la gran cruz. Se ignora en qué lote fue hallada ésta, aunque se cree que pudo formar parte del segundo, el que cayó en manos de Domingo de la Cruz. También se sospecha que las placas debieron llegar a Navarro por compra de éste a algún platero toledano. Además de las placas, José Navarro tenía también unos “carbones ” que al parecer provenían de la cruz y que no eran restos del alma de madera interior, es decir, del soporte sobre el que iban colocadas las placas de oro. Es importante recordar que la hipótesis más probable es que la gran cruz no fuera una cruz procesional en sentido estricto, sino una cruz-relicario, y los “carbones ” debieron de ser, muy probablemente, las reliquias que se hallaron en su interior, y que por ese motivo no se descartaron como madera vieja. Es posible también que la cruz portara alguna inscripción en latín en su reverso, como en otras cruces de la época que se han conservado.

La supervivencia de los carbones sugiere, como hipótesis más probable, que fuera un joyero toledano el que desmembrara la cruz y no uno de los descubridores. Posiblemente aparecieron durante el desguace, en vez de haber sido comprados por el joyero junto a las placas de oro, dado que carecen de interés en joyería. Los carbones se debieron de encontrar en algún lugar importante de la cruz, seguramente en una cápsula en su centro, y eso evitó que fueran destruidos. De idéntica manera, José Navarro los conservó junto a los restos de la cruz, y vendió el conjunto al gobierno español en 1860, negándose a proponer ningún precio, sino por lo que le quisieran dar. El Ministerio de Fomento compró el lote y adscribió temporalmente los restos de la gran cruz al Gabinete de Antigüedades de la Biblioteca Nacional, de donde pasaron al Museo Nacional de Arqueología tras su fundación, en 1867, donde se encuentran desde entonces.

Posible mención de la cruz en fuentes documentales antiguas

Archivo:Millstaetter Handschrift 01
El papa san Gregorio Magno representado en una miniatura medieval

El año 589, durante la celebración del III Concilio de Toledo, el rey visigodo Recaredo I abjuró del arrianismo y se convirtió al catolicismo. Junto a él se convirtió la gran mayoría del pueblo visigodo. Esta conversión suponía un hecho de enorme importancia para la Iglesia. El rey comunicó su decisión al papa san Gregorio Magno a través de una carta, cuyo contenido se ha conservado, y por ella se sabe que también le enviaba como obsequio un cáliz de oro cubierto de piedras preciosas, que sin duda debió ser una pieza extraordinaria.

A su vez, la Crónica de Alfonso III menciona que en el año 599, para conmemorar la conversión, el papa san Gregorio Magno regaló al rey Recaredo una cruz-relicario de oro que contenía una reliquia del Lignum Crucis —un fragmento de la cruz de Jesús que se creía auténtico— y unos cabellos de san Juan Bautista. También se conoce por el Liber Ordinum la existencia en Toledo de una iglesia llamada de la Santa Cruz donde cada Viernes Santo se celebraba una procesión para mostrar la reliquia del Lignum Crucis.

Tal como ya se ha mencionado, se cree que la gran cruz del tesoro de Guarrazar data del siglo VI y es obra de un taller externo al ámbito visigodo, posiblemente itálico. Por el contrario, la gran mayoría del resto de piezas del tesoro fueron realizadas por uno o más talleres hispano-visigóticos en diversos momentos a lo largo del siglo VII. Según el estudio tecnológico realizado a la corona de Recesvinto, ésta fue realizada teniendo expresamente como modelo a la gran cruz, y los mismos patrones decorativos se observan en la desparecida corona de Suintila, según las fotografías y dibujos de ella que se conservan. Es decir, que esas coronas, realizadas en los talleres hispano-visigóticos con posterioridad al reinado de Recaredo I, reproducen motivos decorativos tomados de una pieza más antigua, cosa que no ocurre en piezas conservadas anteriores a ese reinado. Este hecho parece indicar que la gran cruz no se encontraba en la actual España antes del reinado de Recaredo I, y que sólo a partir de ese período comenzó a ejercer su influencia y se convirtió en un modelo a seguir. Esta influencia solo podría explicarse si la gran cruz hubiera tenido una especial significación religiosa o votiva, tal vez por ser objeto de veneración al estar asociada a una importante reliquia, o como símbolo de la sanción divina del poder real, o por ambos motivos. Por ello se ha sugerido que los brazos de la gran cruz podrían ser en realidad los restos de la cruz-relicario enviada por el papa san Gregorio Magno al rey Recaredo I para conmemorar su conversión al catolicismo.

Como ya se ha mencionado, en el momento de la compra de los restos de la gran cruz por parte del gobierno español se encontraban también unos “carbones” que se decían provenientes de la cruz y que se consideraban posibles reliquias guardadas en su interior. Este hecho parece reafirmar la hipótesis de que la gran cruz era en realidad una cruz-relicario. Si se toman como modelo otras cruces-relicario más o menos análogas, como la ya mencionada Cruz de los Ángeles de la catedral de Oviedo, las posibles reliquias podrían haber estado guardadas en una cápsula circular situada en el centro de la cruz, en la intersección entre sus brazos. El análisis de las placas conservadas de la gran cruz muestra una curvatura cóncava en el extremo interior de una de ellas, aunque no en la otra. No obstante, consta documentalmente que se tomaron muestras del borde de una de las placas para realizar un análisis químico del oro: la muestra o muestras hubieron de recortarse precisamente de ese sector, ya que es el único que hoy en día no tiene rebordes. Por ello, el análisis morfológico de los restos de la gran cruz también es compatible con la hipótesis de la cruz-relicario.

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Gran cruz del tesoro de Guarrazar para Niños. Enciclopedia Kiddle.