Agua de los Padres para niños
El Agua de los Padres, también conocido desde 1999 como Santuario Agua de los Padres, es un lugar especial que recuerda un hecho histórico importante. Se encuentra en la comuna chilena de Contulmo, en el sur de la provincia de Arauco, Región del Biobío. Está en el camino que une el pueblo con la orilla sur del lago Lanalhue.
Su nombre viene de una pequeña vertiente de agua que fluye allí. En este lugar, el 14 de diciembre de 1612, ocurrió un trágico suceso: tres sacerdotes jesuitas y cinco líderes mapuche llamados toquis, perdieron la vida. Fueron atacados por un grupo de otros mapuches, liderados por el cacique Ancanamún. Esto ocurrió durante un periodo de la Guerra de Arauco conocido como la «guerra defensiva», una estrategia impulsada por el misionero jesuita Luis de Valdivia. La Iglesia católica considera a las ocho personas que fallecieron como mártires.
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Santuario Agua de los Padres: Un Lugar con Historia
¿Qué Antecedentes Llevaron al Conflicto?
El origen de este conflicto, que terminó con la muerte de estas personas, estuvo relacionado con las esposas del toqui Anganamón (o Ancanamún). Él tenía tres esposas: dos mapuches y una española llamada María de Jorquera, quien había sido capturada por su tribu. Todas ellas lograron escapar con la ayuda de otros soldados españoles que también estaban cautivos, y llegaron al Fuerte de Paicaví.
En esa época, entre los mapuches, un hombre podía tener varias esposas bajo ciertas condiciones, especialmente si tenía poder o riqueza. Después de un encuentro llamado el Parlamento de Paicaví, que fue el primer intento de lograr una tregua entre españoles y mapuches, los líderes mapuches permitieron que diez sacerdotes católicos, la mayoría jesuitas, entraran a sus tierras. Su misión era promover la paz y enseñar el catolicismo a quienes quisieran aprenderlo. También servirían como mediadores y ayudarían a desmantelar las fortificaciones españolas en la Araucanía, como parte de los acuerdos de paz.
Otro acuerdo importante era el intercambio de prisioneros de guerra. Por eso, la huida del soldado español Juan de Torres junto con las tres esposas del cacique Ancanamún fue un problema. Para Ancanamún, no solo era un asunto de honor, sino que también rompía la frágil paz que se había acordado.
El 7 de diciembre, un grupo de líderes mapuches, llamados loncos y caciques, se presentaron ante la fortaleza española. Llevaban trariloncos (adornos en la cabeza que mostraban su autoridad) y ramas de canelo, el árbol sagrado de la religión mapuche, como señal de paz. Querían dialogar y pidieron dos cosas: que se demoliera el fuerte y que les entregaran a las esposas. La demolición del fuerte fue fácil de acordar. Sin embargo, el problema surgió con las esposas, ya que mientras estaban en la fortaleza española, pidieron ser bautizadas y convertirse al catolicismo. Esto hizo que las autoridades religiosas y militares no quisieran entregarlas.
Entonces, los misioneros jesuitas se ofrecieron a hablar directamente con Ancanamún para llegar a un acuerdo. El cacique Utablame, considerado el Señor del Valle de Elicura, se ofreció a acompañar y proteger a los misioneros. También los acompañaron los caciques Tereulipe, Coñuemanque, Caniumanque y Calbuñamcu. Al principio, se designaron dos sacerdotes para esta misión: el Padre Martín de Aranda Valdivia, chileno de Villarrica, y el Padre Horacio Vecchi, de Italia. A ellos se unió, por su propia voluntad, el Padre Diego de Montalbán, recién ordenado, que venía del Virreinato de Nueva España (hoy México).
El Trágico Suceso
Según escritos del Padre Horacio, el grupo de misioneros y toquis se encontró con Anganamón a media legua del lago Lanalhue, en un lugar neutral cerca de su tribu. Al principio, como se menciona en una carta escrita por los misioneros el 10 de ese mes, el cacique aceptó recibir una compensación a cambio de dejar en libertad a las esposas, quienes no querían regresar con él.
Sin embargo, cuatro días después, ocurrió la tragedia. Ancanamún reapareció de forma agresiva, exigiendo la recuperación de sus esposas. El Padre Martín de Aranda, que hablaba perfectamente el idioma mapuche y servía de traductor, se acercó a él para hablar. Pero en medio de la confusión, Ancanamún lo atacó con una lanza. Luego, de la misma manera, atacó al cacique Utablame, quien había prometido proteger al grupo. La furia de Ancanamún no se calmó, y continuó con sus ataques, acabando con la vida del resto de los misioneros y líderes indígenas.
La noticia de estas muertes llegó rápidamente a la Diócesis de la Santísima Concepción, que en ese entonces estaba en Penco. Luego, la noticia se extendió y llegó a gran parte de los territorios del Imperio español en la época de la conquista de América. Los cuerpos fueron enterrados en la Iglesia de la Compañía de Concepción.
Este suceso tuvo muchas consecuencias para las autoridades españolas. Se cuestionó la efectividad de la "guerra defensiva" y se inició un periodo de mayor hostilidad con los mapuches, rompiendo la paz que se había establecido. En 1614, el gobernador colonial de Chile, Alonso de Ribera, envió a España dos representantes para intentar convencer al Rey Felipe III de que la "guerra defensiva" no era necesaria. Sin embargo, el Padre Valdivia envió al Padre Gaspar Sobrino, cuyos argumentos sí lograron convencer al rey de seguir apoyando esta estrategia en esos territorios, la cual seguía siendo financiada por el Real Situado, un fondo establecido por el rey años antes.
El Legado y el Monumento Actual
En octubre de 1999, se levantó una cruz de madera en el lugar donde, según los registros históricos, ocurrió el trágico suceso. Esta cruz tiene una base de piedra y una fuente de agua a un lado. Junto a la cruz, hay un pequeño monolito con una placa de bronce que lleva los nombres de los «Mártires de Elicura». Se les llama así por la cercanía del lugar al valle del mismo nombre. Este monumento fue inaugurado en una ceremonia presidida por el Arzobispo de Concepción, Antonio Moreno Casamitjana.