Tiburcio de Redín y Cruzat para niños
Datos para niños Tiburcio de Redín y CruzatFrancisco de Pamplona |
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![]() Retrato de Tiburcio de Redín y Cruzat (c. 1635) retrato atribuido a fray Juan Andrés Ricci, Museo del Prado, Madrid.
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Tiburcio de Redín y Cruzat | |
Nacimiento | 11 de agosto de 1597 Pamplona (Navarra, España). |
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Fallecimiento | 31 de agosto de 1651 La Guaira (Venezuela). |
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Nacionalidad | Española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Infante, Marino y Gobernador. | |
Orden religiosa | Orden de Frailes Menores Capuchinos | |
Tiburcio de Redín y Cruzat (Pamplona, España, 11 de agosto de 1597 - La Guaira, Venezuela, 31 de agosto de 1651) fue un importante militar y marino español del siglo XVII. También fue barón de Bigüezal y caballero de Santiago.
Fue conocido por su gran liderazgo y fuerza en el ámbito militar. Aunque su vida personal tuvo muchos desafíos, al llegar a la madurez, Tiburcio decidió cambiar su camino. Descubrió su vocación misionera y se unió a la Orden de Frailes Menores Capuchinos, adoptando el nombre de fray Francisco de Pamplona.
Un retrato suyo, que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, lo muestra con una expresión seria y decidida. En su honor, una calle en su ciudad natal, Pamplona, lleva su nombre.
Contenido
¿Quién fue Tiburcio de Redín y Cruzat?
Tiburcio de Redín y Cruzat nació en Pamplona el 11 de agosto de 1597. Fue el menor de nueve hermanos. Uno de sus hermanos fue Martín de Redín y Cruzat, quien también tuvo una vida destacada.
Sus primeros pasos en la milicia
A los catorce años, Tiburcio se unió a los Tercios de Infantería españoles. Participó en las guerras de Italia. Gracias a su valentía, pronto ascendió al grado de alférez. Este reconocimiento lo obtuvo por sus méritos en el asalto a la fortaleza de San Andrés, durante el sitio de Vercelli en 1617.
En 1620, con solo 23 años, ya era capitán de mar y guerra. Estuvo al mando de uno de los galeones que cruzaban el océano Atlántico hacia el Nuevo Mundo. Se cree que su barco era el "Nuestra Señora de Atocha".
En 1624, fue enviado a Portugal. Allí comandó una compañía de Piqueros de Infantería bajo las órdenes del marqués de Hinojosa, con quien ya había luchado en Italia.
Más tarde, Tiburcio de Redín se unió a la Armada del Océano. Apoyó al marino don Antonio de Oquendo en varios combates navales. En algunas de estas batallas, resultó herido en un brazo y en el pecho.
Después de recuperarse, fue llamado a la Corte. El rey Felipe IV lo recompensó por su valentía. Le regaló una cadena de oro y lo nombró Gobernador de la nueva armada que se estaba preparando en la ensenada de Barcelona.
¿Cómo demostró su valentía y astucia?
Tiburcio de Redín era conocido por su forma directa de resolver situaciones difíciles. Esto hacía que sus oponentes le temieran. Una de sus estrategias más famosas lo convirtió en una leyenda.
La trampa del pirata
En una ocasión, Tiburcio supo que un pirata holandés lo esperaba en el mar. Para engañarlo, ordenó cargar su barco con piedras. Así, parecía que iba lleno de tesoros. También hizo que la artillería de su barco no pudiera usarse y reforzó la tripulación con soldados españoles.
Se hizo a la mar sin preocuparse por el pirata. El barco holandés se acercó para atacar. Los piratas pidieron que se rindieran, diciendo que su capitán estaba muy enfermo. Los españoles, por su parte, fingieron estar asustados.
El capitán holandés creyó la historia y subió al barco español. Se dirigió a la cabina del capitán, donde supuestamente estaba el enfermo. Pero al entrar, Tiburcio de Redín le disparó, derribándolo. Esta fue la señal para que los hombres de Redín abordaran la nave holandesa. Los piratas intentaron usar su propia artillería, pero al ver que estaba inutilizada, no tuvieron más remedio que rendirse.
Esta hazaña ocurrió mientras Redín era llevado a España bajo arresto por una de sus "travesuras". A pesar de estar en una situación difícil, logró capturar el barco holandés y entrar victorioso en la bahía de Cádiz.
Escapando de problemas
Debido a su carácter, Tiburcio a menudo tenía que escapar de la justicia. Su vida estaba llena de aventuras y desafíos. Una vez, en Madrid, tuvo que huir. Con ingenio, logró evadir a quienes lo buscaban haciéndose pasar por una persona con dificultades para moverse.
Regresó a Sevilla y de nuevo tuvo que escapar, esta vez por una persecución. Su creatividad volvió a ser útil. Le pidió a su general el mando de cuatro barcos, con el pretexto de una misión oficial.
¿Cómo cambió su vida?
A los 40 años, después de una vida llena de aventuras militares, Tiburcio de Redín decidió buscar la paz espiritual. Ingresó en un convento y fue aceptado en la Orden Capuchina de Tarazona el 26 de junio de 1637. Allí tomó el nombre de fray Francisco de Pamplona.
El fraile y el barco
Aunque ahora vestía un hábito religioso, los desafíos seguían encontrándolo. En un viaje al norte de África, el barco en el que viajaba con otros frailes fue avistado por una nave holandesa que comenzó a perseguirlos.
El capitán del barco español, al saber que fray Francisco estaba a bordo, le rogó al superior de los capuchinos que le pidiera a Redín que tomara el mando, ya que no veían otra solución. Cuando el superior le dijo que era su deber para evitar caer en manos enemigas, Redín tomó la espada del capitán y comenzó a dar órdenes. Entraron en combate, y la superioridad española se impuso. Los holandeses tuvieron que escapar.
Algún tiempo después, fray Francisco de Pamplona pidió unirse a las misiones en Venezuela.
¿Qué historias se cuentan sobre él?
En su nueva vida religiosa, fray Francisco se comportó con mucha devoción y cumplía estrictamente las reglas de su orden. Sin embargo, su pasado aventurero a veces se asomaba. Se cuentan historias que parecen leyendas, pero dado su carácter fuerte, podrían ser ciertas.
El incidente en la posada
En una ocasión, mientras viajaba, se encontró en una posada en Tudela. Unos hombres problemáticos estaban causando molestias a la dueña y sus hijas. Fray Francisco les recriminó su actitud. Los hombres, al ver a un fraile, no le hicieron caso.
Esto hizo que el "viejo capitán" resurgiera. Usando un látigo, comenzó a darles golpes tan fuertes que los hombres no tuvieron más remedio que huir.
La conversación en la venta
En otra ocasión, mientras se dirigía al sur de España, se hospedó en un pueblo de Toledo. El dueño de la posada, curioso, comenzó a hablar con el fraile. - "¿Es cierto que el famoso soldado, don Tiburcio de Redín, se ha hecho capuchino?" - preguntó el posadero. - "Sí, hermano", respondió el fraile. - "¡Gracias a Dios!", contestó el posadero, "que se ha corregido. Pero, ¿cree usted, padre, que perseverará en sus votos?" - "Confío en Dios que sí, hermano", respondió fray Francisco de Pamplona. - "¡Por Dios!", exclamó el posadero, "mucho me temo... porque un hombre más tremendo que ese no lo he conocido jamás. Cuando pasaba por aquí, siempre había discusiones y problemas."
El posadero siguió contando historias sobre la vida agitada del personaje, mientras el fraile lo escuchaba tranquilamente. Cansado de tanta historia mundana, el fraile le dijo secamente al posadero: "Perdón, hermano... ¡Yo soy Tiburcio de Redín!"
Su legado en Venezuela
Fray Francisco de Pamplona conocía bien la zona del Caribe por su experiencia en barcos que combatían la piratería. A partir de 1650, fue uno de los grandes impulsores de las misiones en Venezuela. Gracias a él y a otros misioneros, se lograron importantes avances.
Duarte Level, un historiador, les dedicó estas palabras de agradecimiento: "Sobre la tumba de los capuchinos, Venezuela está obligada a depositar coronas de agradecimiento. Esos frailes ayudaron a proteger el territorio de la Patria. En nuestra discusión sobre los límites con la Guayana inglesa, el único argumento fuerte que pudimos presentar para justificar nuestro derecho sobre Guayana fue el trabajo que allí hicieron los misioneros. A ellos les debemos no haberlo perdido todo. Hasta donde llegaron los religiosos en su misión, puede decirse que llegaron nuestras fronteras. Al plantar la cruz, fijaron los límites de Venezuela."
Tiburcio de Redín y Cruzat, el soldado y marino que cumplió con su deber y recibió muchos premios (como el hábito de Santiago), o el humilde fray Francisco de Pamplona, como se le conoció en su corta vida religiosa, falleció inesperadamente en el puerto de La Guaira (Venezuela) el 31 de agosto de 1651. En ese momento, regresaba a España para reclutar más misioneros y así continuar la labor de evangelización en Venezuela.