Sepulcros reales del monasterio de Poblet para niños
Datos para niños Sepulcros reales del monasterio de Poblet |
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Tipo | Panteón | |
Localización | Vimbodí y Poblet (España) | |
Coordenadas | 41°22′51″N 1°04′57″E / 41.380833333333, 1.0825 | |
Los sepulcros reales del monasterio de Poblet son un conjunto de tumbas muy importantes que se encuentran en el Monasterio de Poblet, en Tarragona, España. Fueron construidos en el siglo XIV y están ubicados en la parte central de la iglesia del monasterio, conocida como crucero. Este grupo de esculturas funerarias fue el más destacado y valioso de su tipo en la región de Cataluña durante el estilo gótico.
Este lugar llegó a ser conocido como la Capilla Real, un sitio especial para enterrar a los reyes. Fue una idea del rey Pedro IV de Aragón (quien gobernó de 1336 a 1387). Con un diseño muy inteligente y original, el lugar llegó a albergar seis tumbas de reyes de la Corona de Aragón y seis de sus esposas, colocadas sobre unos arcos. Además, fuera de estos arcos, hay tumbas de otros dos reyes, príncipes y personas de la realeza.
Contenido
Historia de los Sepulcros Reales de Poblet
¿Cómo surgieron los sepulcros reales?
La idea de que el Monasterio de Poblet fuera un lugar de entierro para los reyes comenzó en el año 1194. El rey Alfonso II el Casto expresó en su testamento, firmado en Perpiñán, su deseo de ser enterrado allí. Él quería que Poblet se convirtiera en el futuro panteón (lugar de entierro) de los reyes.
Sin embargo, fue el rey Pedro IV, conocido como el Ceremonioso, quien hizo realidad este gran proyecto de tumbas. Él encargó los trabajos al talentoso escultor maestro Aloi (también llamado Eloy).
La evolución del diseño y la construcción
En 1359, el rey Pedro IV de Aragón contactó al arquitecto Aloi de Montbrai, quien trabajaba en Barcelona, para que se encargara de la obra. La idea inicial era construir cuatro sepulcros en el crucero con un pasillo en medio, pero no había suficiente espacio.
En 1370, surgió una nueva idea: construir unos arcos especiales, llamados arcos escarzanos, que fueran lo suficientemente amplios. Estos arcos permitirían a los monjes pasar libremente por el crucero. Sobre estos arcos se colocaron seis sepulcros reales, tres a cada lado. Las estatuas de los reyes y reinas, que parecen estar acostadas (llamadas yacentes), se hicieron de alabastro y se pintaron con colores.
Más tarde, en 1382, el abad Guillén de Agulló encargó al carpintero Bernardo Teixidor, de Vimbodí, la creación de unos doseles de madera. Estos doseles tenían detalles como pináculos y hastiales calados, y fueron diseñados por el maestro imaginero Jaime Cascalls de Lérida. Una vez terminados, los doseles se pintaron y se les añadió oro. Las partes interiores se pintaron de azul con estrellas doradas y se colocaron sobre las losas de las tumbas, como si fueran lujosos tejados.
Este conjunto se conoció como la Capilla Real. Al principio, solo tenía tres enterramientos:
- Alfonso II (el Casto) (fallecido en 1196)
- Jaime I (el Conquistador) (fallecido en 1276)
- Pedro IV (el Ceremonioso) (fallecido en 1387), junto con sus tres esposas: María de Navarra, Leonor de Portugal y Leonor de Sicilia.
Con el tiempo, se añadieron más enterramientos:
- Juan I (el Cazador) (fallecido en 1396) con sus dos esposas Marta de Armagnac y Violante de Bar.
- Fernando I (de Antequera) (fallecido en 1416) y su esposa Leonor.
- Juan II (el Grande) (fallecido en 1479) y su segunda esposa Juana Enríquez.
En total, se cree que hubo 16 estatuas yacentes bajo los doseles de madera, según lo describió el padre Jaime Finestres y de Monsalvo en su libro Historia del Real Monasterio de Poblet en el siglo XVIII.

Sabemos cómo era esta estructura gracias a un grabado que se conserva del viajero y escritor del siglo XIX, Alexandre de Laborde. Este grabado, incluido en su obra Voyage pittoresque et historique de l’Espagne (París, 1806-1820), muestra una mejora que se hizo en el siglo XVII. En 1660, Juan Francisco Grau añadió una base con escudos y relieves, y se abrió una puerta para acceder al interior. Esto significó que el espacio abierto de los arcos escarzanos se cerró. Esta modificación fue necesaria porque se habían acumulado bajo los arcos varios ataúdes con los restos de algunos infantes (príncipes y princesas) de la Casa Real. Eran cajas de madera sencillas, cubiertas con terciopelo, que se tapaban con tapices especiales en días importantes. Se colocaban allí temporalmente mientras se encontraba un lugar y un sepulcro adecuados. Entre ellos estaban los restos de Martín el Humano, Carlos Príncipe de Viana y los duques de Segorbe y Cardona.
Los artistas y su trabajo
El rey Pedro IV tuvo una gran influencia en la elección del estilo artístico y de los artistas. Él conocía el taller del escultor Jaume Cascalls y le gustó mucho un relieve funerario que vio allí. Este relieve estaba decorado con figuras de personas que lloraban y tenía un fondo azul brillante con detalles dorados. El rey eligió este tipo de decoración para su propio sepulcro y para los demás.
Aunque se hizo así, esta decoración se perdió casi por completo después de las destrucciones del siglo XIX. Incluso los historiadores no la conocieron hasta que se descubrió un documento del siglo XVIII que la describía:
...las estatuas son también de alabastro y entre las imágenes y estatuas assentó el artífice diferentes vidrios azules y dorados... [se hicieron] dos grandes cobertizos de madera [...] pintados de oro y variedad de cobres [...] velos pintados de azul y sembrados de estrellas de oro...
Los primeros artistas que trabajaron en los sepulcros durante la época de Pedro IV fueron de origen francés: Aloi de Montbrai y Pere de Guines. Después, Jaume Cascalls y su equipo tomaron la dirección de la obra. Cuando Cascalls falleció, su ayudante, un esclavo griego llamado Jordi de Déu, obtuvo su libertad y lo sucedió en la dirección del proyecto. Otros maestros también participaron, como Esteve de Burgos y el carpintero Bernat Teixidor, quien en 1380 hizo los baldaquines (especie de doseles) y, junto con sus compañeros, construyó los arcos escarzanos que permitían el paso libre a los monjes.
Sobre estos arcos se colocaron los sepulcros con estatuas yacentes. Estas estatuas llevaban vestimentas y símbolos que mostraban su dignidad real y su conexión con la orden cisterciense (los monjes del monasterio). Era una costumbre antigua representar en la figura del difunto su participación en los beneficios espirituales de la orden religiosa que los había acogido. Por ejemplo, Pedro IV fue representado con la misma ropa que usó el día de su coronación. Marta de Armanyac llevaba la corona de reina en sus manos y no sobre la cabeza, porque falleció en 1378, antes de que su esposo Juan I de Aragón fuera nombrado rey en 1387.
Destrucción y recuperación de los sepulcros
El arquitecto Elías Rogent visitó Poblet varias veces en 1845 y tomó notas en un manuscrito que aún se conserva. Según sus apuntes, en ese año los sepulcros reales todavía estaban en sus bases, pero ya habían sido abiertos y dañados.
La destrucción y el saqueo en busca de tesoros habían comenzado diez años antes, en 1835. Esto ocurrió después de que los monjes abandonaran el monasterio debido a un proceso llamado desamortización. Los restos de los reyes fueron sacados de sus tumbas y esparcidos por el suelo de la iglesia.
Dos años después, en 1837, el párroco de la iglesia de Espluga de Francolí, Antonio Serret, recogió estos restos y los apiló bajo la escalera que sube al coro de la iglesia de su pueblo. Esta situación llegó a oídos de la corte de Madrid y alertó a los encargados del Patrimonio. La reina gobernadora María Cristina emitió una Orden Real el 3 de mayo de 1840 pidiendo información sobre el estado del panteón de Poblet y de otros sepulcros importantes en España.

A pesar de esta orden, no se hizo nada por los restos que estaban en Espluga. En 1856, Pedro Gil y Serra, quien compraba propiedades del monasterio de Poblet, se enteró del estado de los restos reales. Él pagó por unos ataúdes de madera para depositarlos temporalmente y los envió a Tarragona para que fueran custodiados en la catedral. Los restos de Jaime I estuvieron expuestos al público por un tiempo en una capilla del claustro.
Cuando la ciudad de Valencia se enteró, reclamó los restos de este rey. Tarragona respondió prometiendo construir en dos años un monumento funerario digno para los reyes de Aragón. La idea era usar la arquitectura y las esculturas que aún quedaban en el monasterio abandonado de Poblet para este proyecto.
Para ello, se formó un equipo con el arqueólogo Buenaventura Hernández Sanahuja (1810-1891), el escultor Bernardo Verderol con su ayudante José Jiménez, un albañil con cuatro ayudantes y un cantero. El trabajo que hicieron no fue muy cuidadoso; arrancaron y movieron los elementos arquitectónicos y escultóricos de forma brusca. Luego los transportaron en un carro a Tarragona sin protección, lo que causó que llegaran casi totalmente destruidos.
Debido a los malos resultados, estos elementos se guardaron en los sótanos del Ayuntamiento de Tarragona. Después de la muerte del arqueólogo Sanahuja, nadie se acordó de ellos hasta 1894. Con motivo de unas obras para convertir ese lugar en una escuela, se encontraron estos restos, que fueron trasladados de inmediato al museo del Ayuntamiento. Más tarde, ya en el siglo XX, todas estas piezas fueron llevadas al Museo Arqueológico Nacional de Tarragona, a una sala dedicada a objetos medievales.
En 1930, se creó el Patronato de Poblet para ayudar a recuperar las antiguas piedras y obras de arte que aún quedaban. También se formó una Hermandad de Amigos del Monasterio. Poco a poco, se fueron recuperando espacios del monasterio, y en 1940, la vida monástica pudo restaurarse.
En 1942, el Ministerio de Educación se encargó de restaurar los sepulcros reales. El proyecto era volver a colocar los arcos escarzanos y los sarcófagos tal como se sabía que habían estado. El arquitecto provincial a cargo de la obra fue Monravá, y el escultor responsable de restaurar las esculturas fue Federico Marés. Él hizo un trabajo increíble, utilizando unos 500 fragmentos de alabastro que pudo reunir de la obra original. Aunque eran muchos fragmentos, representaban solo el dos por ciento de lo que se había perdido. Marés usó alabastro de Beuda, en Gerona, la misma cantera que había abastecido a los artistas del siglo XIV. Durante diez años, trabajó con mucha paciencia y profesionalidad en este gran rompecabezas.
Cuando el trabajo terminó con éxito, la Administración quiso celebrarlo organizando tres exposiciones en Madrid, Zaragoza y Barcelona. Las esculturas recién restauradas se trasladaron en camiones descubiertos. En uno de los viajes, cayó una fuerte lluvia que causó graves daños. De nuevo, el escultor Marés tuvo que intervenir para reparar los desperfectos. Finalmente, en 1952, la obra de los sepulcros se inauguró en Poblet.
¿Dónde se encuentran los sepulcros?
Los sepulcros están organizados de la siguiente manera:
Lado del Evangelio (a la izquierda mirando al altar):
- Jaime I (fallecido en 1276)
- Pedro IV el Ceremonioso (fallecido en 1387) con sus tres esposas: María de Navarra, Leonor de Portugal y Leonor de Sicilia
- Fernando I de Antequera (fallecido en 1416) y su esposa Leonor de Alburquerque
Lado de la Epístola (a la derecha mirando al altar):
- Alfonso II el Casto (fallecido en 1196)
- Juan I (fallecido en 1396), con sus dos esposas Marta de Armagnac y Violante de Bar
- Juan II (fallecido en 1479) y su segunda esposa Juana Enríquez
Fuera de los arcos, en sepulcros individuales, se encuentran los restos de:
- Martín I el Humano (fallecido en 1410)
- Alfonso V el Magnánimo (fallecido en 1458).