Novena de Aguinaldos para niños
Datos para niños Novena de Aguinaldos |
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Localización | ||
País | ![]() ![]() ![]() |
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Datos generales | ||
Tipo | tradición navideña | |
Origen | Colombia | |
La Novena de Aguinaldos es una tradición especial que se celebra en algunos países de América Latina, especialmente en Colombia. Es una costumbre de la fe católica que se lleva a cabo durante los nueve días antes de la Navidad, es decir, del 16 al 24 de diciembre. Durante estos días, las personas se reúnen para rezar, reflexionar sobre el nacimiento de Jesús y cantar villancicos navideños.
Contenido
¿Qué es la Novena de Aguinaldos?
La Novena de Aguinaldos es una serie de oraciones y cantos que recuerdan la historia del nacimiento de Jesús. Es una forma de prepararse para la Navidad y celebrar la llegada del Niño Jesús.
¿Dónde se celebra esta tradición?
Aunque es una costumbre muy arraigada en Colombia, también se celebra en Ecuador y en algunas zonas de Venezuela. Es similar a las Posadas que se festejan en México y América Central.
¿Cómo se celebra la Novena?
En Colombia, la Novena de Aguinaldos es más que solo un evento religioso. Es una reunión social donde familias, amigos, compañeros de trabajo y comunidades se juntan. Se reza, se canta y se comparte.
¿Qué se come y se canta?
Durante la Novena, es común cantar villancicos alegres. También se comparten comidas típicas de la Navidad, como galletas, buñuelos, natilla y arroz con leche. Algunas familias también dan regalos a los niños al final de cada día de la Novena.
¿Cómo se decoran los lugares?
Los lugares donde se celebra la Novena se adornan con motivos navideños. Se usan luces de colores, pesebres (nacimientos), árboles de Navidad, estrellas y figuras de Papá Noel. A veces, incluso hay grupos musicales que tocan villancicos en vivo.
¿Quiénes participan y cómo?
Los participantes suelen vestirse con ropa de colores navideños como rojo, verde y blanco, y con gorros de Navidad. Las personas se turnan para leer las oraciones y cantar los villancicos. En las empresas, diferentes equipos o departamentos pueden encargarse de organizar un día de la Novena, decorando y ofreciendo meriendas.
¿Cuál es la historia de la Novena?
La Novena de Aguinaldos tiene una historia interesante que se remonta a hace muchos años.
¿Quién la creó y quién la modificó?
La Novena fue creada por un fraile llamado Fernando de Jesús Larrea. Él nació en Quito en el año 1700. Escribió la Novena a petición de una mujer llamada Clemencia de Jesús Caycedo Vélez, quien fundó un colegio en Bogotá. La primera versión se publicó en 1743. Años después, una religiosa llamada Madre María Ignacia la modificó y le añadió los "gozos", que son las canciones que se cantan.
¿Ha cambiado el lenguaje con el tiempo?
El lenguaje original de la Novena era un poco antiguo. Por eso, se han hecho varias versiones más modernas para que sea más fácil de entender. Por ejemplo, algunas palabras o formas de hablar se han cambiado para que suenen más actuales. También se han publicado nuevas versiones que incluyen textos de la Biblia.
¿Cómo se reza la Novena?
La Novena se reza durante nueve días, desde el 16 hasta el 24 de diciembre. Cada día se recuerda un momento diferente de la historia antes del nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén.
Cada día se rezan varias oraciones:
- Oración para todos los días
- Reflexiones del día
- Oración a la Santísima Virgen
- Oración a San José
- Gozos o Aspiraciones para la venida del Niño Jesús
- Oración al Niño Jesús
Oraciones diarias importantes
Oración para todos los días
Esta oración fue escrita por Fray Fernando de Jesús Larrea.
Dios de amor infinito, que tanto nos amaste que nos diste a tu Hijo como la mejor muestra de tu cariño. Él se hizo hombre en el vientre de una Virgen y nació en un pesebre para nuestra salvación. Yo, en nombre de todos, te doy infinitas gracias por este gran regalo. A cambio, te ofrezco la humildad y las virtudes de tu Hijo hecho hombre. Te pido, por sus méritos divinos, por las dificultades con las que nació y por las lágrimas que derramó en el pesebre, que prepares nuestros corazones con humildad y amor. Que no nos importe lo material, para que el Niño Jesús recién nacido encuentre en nosotros su hogar y viva eternamente. Amén.
(Se reza tres veces el Gloria al Padre)
Reflexiones diarias
Cada día de la Novena se lee una reflexión diferente.
Día Primero (16 de diciembre)
Al principio de los tiempos, el Hijo de Dios vivía con su Padre en el cielo. Él era la razón y el modelo de todo lo creado. Allí, en la eternidad, estaba el Niño de Belén. Su vida era maravillosa, pero por un gran misterio, buscó un hogar en la Tierra. No porque le faltara algo en su felicidad infinita, sino porque su gran amor quería salvarnos.
El error de Adán había ofendido a Dios, y solo Dios mismo podía perdonar esa ofensa. La humanidad había desobedecido y merecía un castigo. Por eso, para salvarnos, era necesario que Dios, sin dejar el cielo, se hiciera hombre. Así, al obedecer a su Padre, repararía la desobediencia y la falta de gratitud.
Era necesario que tomara la forma humana, con nuestras debilidades. Que creciera para darnos crecimiento espiritual. Que sufriera para que nosotros dejáramos nuestras malas costumbres y nuestro orgullo. Por eso, el Hijo de Dios, con un gran deseo de salvarnos, decidió hacerse hombre para rescatarnos.
Día Segundo (17 de diciembre)
El Hijo de Dios está a punto de tomar forma humana en la casa de Nazaret, donde vivían María y José. Cuando la decisión divina llegó a ella, María estaba sola y rezando. Pasaba las horas de la noche en profunda unión con Dios. Mientras oraba, el Hijo de Dios tomó su lugar en ella. Pero no llegó de repente. Antes, envió un mensajero, el Arcángel San Gabriel, para pedirle a María su consentimiento. Dios no quiso hacer este gran misterio sin el permiso de su criatura. Fue un momento muy importante. María podía haber dicho que no. ¡Con qué alegría y complacencia esperaría la Santísima Trinidad a que María hablara y dijera el "sí"! Ese "sí" fue una dulce melodía para Dios, y con él, la humildad de María aceptó la voluntad divina. La Virgen Inmaculada dio su consentimiento. El arcángel se fue. Dios se vistió de una naturaleza humana; la voluntad eterna se cumplió y la creación se completó. En el cielo, los ángeles estallaron de alegría, pero la Virgen María no los escuchaba. Tenía la cabeza inclinada y su alma estaba en un silencio parecido al de Dios. El Hijo de Dios se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, ya vivía entre los hombres a quienes su inmenso amor había venido a rescatar. Ya no era solo el Hijo de Dios eterno; era el Niño Jesús con apariencia humana, y ya justificaba el elogio de todas las generaciones al llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
Día Tercero (18 de diciembre)
Así comenzó la vida del Niño Jesús hecho hombre. Pensemos en su alma gloriosa y en el cuerpo santo que tomó, adorándolos profundamente. Primero, admiremos el alma de este Niño divino. En ella, vemos su gracia santificadora y su conocimiento perfecto. Desde el primer momento de su vida, vio a Dios más claramente que todos los ángeles y conocía todo el pasado y el futuro. Nunca aprendió nada por sí mismo que no supiera desde el principio. Pero Él aceptó todas las debilidades de nuestra naturaleza que dignamente podía soportar, aunque no fueran necesarias para su gran misión. Pidámosle que sus divinas capacidades suplan nuestras debilidades y nos den nueva fuerza. Que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en Él, y nuestra voluntad a hacer solo lo que Él quiere y a su servicio. Del alma del Niño Jesús, pasemos ahora a su cuerpo. Era una maravilla, una obra maestra de Dios. No era, como el nuestro, un obstáculo para el alma; al contrario, era una nueva fuente de santidad. Quiso ser pequeño y débil como todos los niños, y sufrir las incomodidades de la infancia, para parecerse más a nosotros y compartir nuestras humildades. El Espíritu Santo formó ese cuerpecito divino con tanta delicadeza y capacidad de sentir, que pudiera sufrir al máximo para cumplir la gran obra de nuestra salvación. La belleza de ese cuerpo del Niño divino fue superior a todo lo imaginado. La sangre divina que empezó a circular por sus venas desde el momento de su concepción es la que limpia todas las faltas del mundo. Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre limpios, perdonados y listos para recibirle con amor y beneficio espiritual.
Día Cuarto (19 de diciembre)
Desde el vientre de su madre, el Niño Jesús comenzó a obedecer completamente a Dios. Esta obediencia continuó sin interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Padre Eterno, lo amaba y se sometía a su voluntad. Aceptaba con calma el estado en que se encontraba, conociendo toda su debilidad, su humildad y sus incomodidades. ¿Quién de nosotros querría volver a un estado así, con plena conciencia y razón? ¿Quién podría soportar a sabiendas un sufrimiento tan largo y difícil? Así comenzó el Niño Divino su camino de dolor y humildad. Así empezó a hacerse pequeño ante su Padre, para enseñarnos lo que Dios merece de nosotros, para reparar nuestro orgullo, que es el origen de todos nuestros errores, y para hacernos sentir lo malo que es el orgullo.
Si queremos rezar de verdad, empecemos por entenderlo bien, contemplando al Niño en el vientre de su madre. El Niño divino reza de la manera más perfecta. No habla, no medita ni se deshace en tiernos sentimientos. Su mismo estado, aceptado para honrar a Dios, es su oración. Y ese estado expresa claramente todo lo que Dios merece y cómo quiere ser adorado por nosotros.
Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el vientre de María. Unámonos a su profunda humildad, y que este sea el primer efecto de nuestra entrega a Dios. Entreguémonos a Dios no para ser algo, como nuestra vanidad siempre quiere, sino para ser nada. Para ser completamente consumidos y desaparecer, para renunciar a la buena opinión de nosotros mismos, a toda preocupación por nuestra grandeza, incluso espiritual, y a todo deseo de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que solo Dios sea todo para nosotros.
Día Quinto (20 de diciembre)
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el vientre de su purísima Madre. Veamos hoy la vida que también llevaba María durante ese mismo tiempo. Es necesario que nos detengamos en ella si queremos entender, en la medida de nuestra limitada capacidad, los grandes misterios de la encarnación y cómo debemos responder a ellos.
María no dejaba de desear el momento en que disfrutaría de esa visión maravillosa en la Tierra: el rostro de Dios hecho hombre. Estaba a punto de ver esa cara humana que iluminaría el cielo por toda la eternidad. Iba a leer el amor de hijo en esos mismos ojos cuyos rayos esparcirían para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver ese rostro todos los días, a todas horas, a cada instante, durante muchos años. Iba a verlo en la aparente inocencia de la infancia, en los encantos especiales de la juventud y en la serenidad de la edad adulta. Podría hacer lo que quisiera con ese rostro divino; podría abrazarlo contra el suyo con toda la libertad del amor de madre; cubrir de besos los labios que pronunciarían la sentencia a todos los hombres; contemplarlo a su gusto mientras dormía o estaba despierto, hasta que lo hubiera aprendido de memoria. ¡Cuán ardientemente deseaba ese día!
Tal era la vida de espera de María. Era algo increíble en sí misma, pero no por eso dejaba de ser un magnífico ejemplo de toda vida cristiana. No nos conformemos con admirar a Jesús viviendo en María, sino pensemos que en nosotros también vive por su esencia, poder y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas acciones que nos hace capaces de realizar y por nuestra cooperación con su gracia. Así como el alma de quien está en gracia es un vientre perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión, Jesús habita en nosotros, por unos instantes, de forma real y sustancial como Dios y como hombre, porque el mismo niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos meses maravillosos, y una espera llena de alegría como la suya?
Día Sexto (21 de diciembre)
Jesús fue concebido en Nazaret, donde vivían San José y María. Era lógico pensar que allí nacería. Pero Dios tenía otros planes, y los profetas habían anunciado que el Mesías nacería en Belén de Judá, la ciudad de David. Para que esta predicción se cumpliera, Dios usó un medio que no parecía tener relación con esto: la orden del emperador Augusto de que todos los habitantes del Imperio Romano se registraran en su lugar de origen. María y José, al ser descendientes de David, debían ir a Belén. Ni la situación de la Virgen María ni la necesidad de José de trabajar para vivir, pudieron librarlos de este largo y difícil viaje, en la época más fría e incómoda del año. Jesús sabía dónde debía nacer e inspiró a sus padres a confiar en Dios. Así, sin saberlo, ellos ayudaron a cumplir los planes divinos. Almas devotas, observen cómo actúa el Niño divino, porque es lo más importante en la vida espiritual: aprendan que quien se ha entregado a Dios ya no debe pertenecerse a sí mismo, ni querer en cada momento sino lo que Dios quiera para él. Síganlo ciegamente, incluso en cosas externas, como el cambio de lugar a donde Él quiera llevarlos. Tendrán ocasión de observar esta dependencia y esta fidelidad inquebrantable en toda la vida de Jesucristo. Este es el punto en el que los santos y las almas verdaderamente devotas se han esforzado por imitarlo, renunciando completamente a su propia voluntad.
Día Séptimo (22 de diciembre)
Imaginemos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al creador del universo, hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Niño Divino. Aunque era de raza judía y había amado a su pueblo con un cariño especial durante siglos, obedece a un príncipe extranjero que ordena un censo en su provincia. Como si hubiera algo que le agradara en esa situación, y quisiera apresurarse a registrarse oficial y auténticamente como ciudadano en el momento en que venía al mundo.
El deseo de José y la espera de María son cosas que el lenguaje humano no puede expresar. El Padre Eterno está, si podemos usar esta expresión, con una adorable impaciencia por dar a su único Hijo al mundo y verlo ocupar su lugar entre las criaturas visibles.
El Espíritu Santo arde en deseos de mostrar a la luz del día esa santa humanidad, que Él mismo ha formado con divino cuidado.
Día Octavo (23 de diciembre)
José y María llegan a Belén buscando dónde quedarse en las posadas, pero no encuentran lugar. Esto sucede porque todo está ocupado o porque los rechazan por su pobreza. Sin embargo, nada puede quitar la paz interior de quienes confían en Dios.
Si José sentía tristeza al ser rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, también sonreía con santa tranquilidad al mirar a su pura esposa. El sonido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos.
Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones fue lo que lo llevó a tomar forma humana. ¡Oh, Divino Niño de Belén! Estos días que muchos han pasado en fiestas y diversiones o descansando cómodamente en casas lujosas, han sido para tus padres días de cansancio y dificultades de todo tipo. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios.
¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro! El sol se pone el 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima de las rocas empinadas que lo rodean. Hombres rudos empujan al Señor en las calles de aquella aldea oriental y cierran sus puertas al ver a su Madre.
El cielo se ve de color púrpura sobre aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo una tras otra. Unas horas más y aparecerá el Hijo de Dios.
La noche ha caído por completo en los campos de Belén. Rechazados por la gente y sin un lugar donde quedarse, María y José han salido del pueblo inhóspito y se han refugiado en una cueva al pie de la colina. El burro que había llevado a la Reina de los Ángeles durante el viaje los seguía, y en esa cueva encontraron un buey manso, probablemente dejado allí por algún viajero que había ido a buscar alojamiento en la ciudad.
El Niño Divino, desconocido por sus propias criaturas, tendrá que recurrir a los animales para que calienten con su aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno. Así, le muestran con su humilde actitud el respeto y la adoración que Belén le había negado. La linterna rojiza que José tenía en la mano iluminaba débilmente ese lugar tan pobre, ese pesebre lleno de paja que es una señal de las maravillas del altar y de la unión íntima y asombrosa que Jesús tendrá con los hombres en la Eucaristía. María está adorando en medio de la cueva, y así pasan silenciosamente las horas de esa noche llena de misterios. Pero ha llegado la medianoche y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío, al Niño Divino esperado, anunciado y deseado durante cuatro mil años con tanto anhelo. A sus pies se postra su Santísima Madre con una adoración que nada puede describir. José también se acerca y le rinde homenaje, comenzando así su misterioso e inquebrantable papel de padre adoptivo del salvador de los hombres.
La multitud de ángeles que descienden del cielo para contemplar esta maravilla sin igual, dejan estallar su alegría y hacen vibrar en el aire las armonías de ese "Gloria in Excelsis", que es el eco de adoración que se produce alrededor del trono de Dios, hecho perceptible por un instante a los oídos de la pobre Tierra. Convocados por ellos, vienen en grupo los pastores de la región a adorar al "recién nacido" y a ofrecerle sus humildes regalos.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a dejar a los pies del Niño Divino el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y del sacrificio. ¡Oh, adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos para el día de tu Navidad, queremos ofrecerte nuestra humilde adoración; no la rechaces: ven a nuestras almas, ven a nuestros corazones llenos de amor.
Enciende en ellos la devoción a tu Santa Infancia, no solo en Navidad, sino siempre y en todo momento. Una devoción que, fiel y celosamente difundida, nos lleve a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
Oración a la Santísima Virgen
Esta oración fue escrita por Fray Fernando de Jesús y adaptada por la Madre María Ignacia. Se lee todos los días.
María Soberana, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que Dios te eligiera como su madre. Te suplico que tú misma prepares mi alma y la de todos los que hagan esta novena, para el nacimiento espiritual de tu amado Hijo.
¡Oh, Madre dulcísima! Dame algo de la profunda concentración y ternura divina con que lo esperaste, para que seamos menos indignos de verlo, amarlo y adorarlo por toda la eternidad.
Amén.
(Se reza nueve veces el Ave María).
Oración a San José
Esta oración fue escrita por Fray Fernando de Jesús Larrea. Se lee todos los días.
¡Oh, Santísimo José! Esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Doy infinitas gracias a Dios porque te eligió para tan importantes tareas y te llenó de todos los dones adecuados para tan grande honor. Te ruego, por el amor que tuviste al Niño Divino, que me llenes de deseos fervientes de verlo y recibirlo en la Eucaristía, mientras en su esencia divina lo veo y lo disfruto en el cielo. Amén.
(Se reza Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre)
Gozos
Los Gozos se leen todos los días. La respuesta, muchas veces, se canta.
- Coro
- Dulce Jesús Mío,
- mi niño adorado:
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 1
- ¡Oh Sabiduría suprema
- del Dios soberano,
- que a un nivel de niño
- te haces humilde y sagrado!
- ¡Oh Divino Niño
- ven para enseñarnos
- la sabiduría que hace
- verdaderos sabios!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 2
- ¡Oh, Dios poderoso
- que a Moisés hablando,
- al pueblo de Israel
- diste los mandatos!
- ¡Ah, ven pronto
- para rescatarnos,
- y que un niño débil
- muestre fuerte brazo!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 3
- ¡Oh raíz sagrada
- de Jesé que en lo alto
- presentas al mundo
- tu fragante nardo!
- ¡Dulcísimo Niño
- que has sido llamado
- “Lirio de los Valles,
- Bella flor del campo”!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 4
- ¡Llave de David
- que abre al desterrado
- las puertas cerradas
- de un palacio real!
- ¡Sácanos, oh Niño,
- con tu blanca mano
- de la cárcel triste
- que el pecado construyó!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 5
- ¡Oh luz de Oriente,
- sol de rayos eternos,
- que entre las tinieblas
- tu esplendor veamos!
- ¡Niño tan precioso,
- alegría del cristiano,
- que brille la sonrisa
- de tus dulces labios!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 6
- ¡Espejo sin mancha
- santo de los santos,
- imagen sin igual del
- Dios soberano!
- ¡Borra nuestras faltas,
- salva al desterrado
- y en forma de niño,
- da al pobre ayuda!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 7
- ¡Rey de las naciones,
- Emmanuel famoso.
- anhelo de Israel,
- pastor de rebaño!
- ¡Niño que cuidas
- con suave bastón
- ya la oveja rebelde
- ya el cordero manso!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 8
- ¡Ábranse los cielos
- y llueva de lo alto
- rocío que hace bien
- como riego santo!
- ¡Ven hermoso Niño!
- ¡Ven Dios hecho hombre!
- ¡Brilla, hermosa estrella,
- brota, flor del campo!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 9
- Ven que ya María
- prepara sus brazos
- donde a su Niño vean
- en tiempo cercano!
- ¡Ven que ya José
- con deseo sagrado
- se dispone a hacerse
- de tu amor un templo!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 10
- ¡Del débil auxilio,
- del que sufre amparo,
- consuelo del triste,
- luz del desterrado!
- ¡Vida de mi vida,
- mi dueño adorado,
- mi amigo constante,
- mi hermano divino!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 11
- ¡Que mis ojos te vean
- de ti enamorados!
- ¡Que bese ya tus pies!
- ¡Que bese ya tus manos!
- ¡Postrado en tierra
- te tiendo los brazos,
- y aún más que mis frases
- te dice mi llanto!
- respuesta
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
- 12
- ¡Ven Salvador Nuestro
- por quien suspiramos!
- ¡Ven a nuestras almas!
- ¡Ven no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Esta oración fue traducida por la Madre María Ignacia.
Recuerda, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que le dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento y, a través de ella, a todos tus devotos, estas palabras tan reconfortantes para nuestra humanidad tan cansada y doliente:
- “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Ti, ¡Oh Jesús!, que eres la verdad misma, venimos a contarte todas nuestras dificultades. Ayúdanos a llevar una vida santa, para alcanzar una eternidad feliz. Concédenos, por los méritos infinitos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia que tanto necesitamos. Nos entregamos a Ti, ¡oh Niño todopoderoso! Seguros de que nuestra esperanza no será en vano y de que, por tu divina promesa, escucharás y concederás favorablemente nuestra petición.
Amén.
Después de esto, es común hacer peticiones al Niño Jesús, pidiendo por la familia, el hogar y las bendiciones para el próximo año.
Oraciones comunes
Oración de Gloria al Padre
- Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
- Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
- Amén.
Oración del Ave María
- Dios te salve María,
- llena eres de gracia,
- el Señor es contigo,
- bendita tú eres entre todas las mujeres,
- y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
- Santa María, madre de Dios,
- ruega por nosotros pecadores,
- ahora y en la hora de nuestra muerte.
- Amén.
Oración del Padre Nuestro
- Padre nuestro que estás en el Cielo,
- santificado sea Tu nombre,
- venga a nosotros Tu reino,
- hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo.
- Danos hoy nuestro pan de cada día,
- perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
- no nos dejes caer en tentación,
- y líbranos del mal,
- Amén.
Galería de imágenes
Véase también
En inglés: Novena of aguinaldos Facts for Kids