Edicto de fe para niños
El edicto de fe era un anuncio muy importante que se hacía en el pasado. En este anuncio, se explicaban detalladamente las prácticas que se consideraban contrarias a las creencias de la Iglesia católica. Luego, se les pedía a los habitantes de una ciudad o pueblo, que estaban siendo "visitados" por los inquisidores, que denunciaran a cualquier vecino que hubiera hecho algo considerado una herejía. Si no denunciaban, podían ser expulsados de la Iglesia.
Este edicto fue un paso clave en el proceso de la Inquisición española. A principios del siglo XVI, el edicto de fe reemplazó al edicto de gracia. El edicto de gracia invitaba a las personas a denunciarse a sí mismas si creían haber cometido una herejía, y tenían un plazo de 30 a 40 días para hacerlo sin recibir castigos severos. Por eso se le llamaba "período de gracia".
Contenido
Historia del Edicto de Fe
¿Cómo Surgió el Edicto de Fe?
En los primeros veinte años de la Inquisición española, entre 1480 y 1500, se usaba el "edicto de gracia". La diferencia principal entre este y el edicto de fe era que el edicto de gracia, después de nombrar una lista de herejías, invitaba a las personas a denunciarse a sí mismas si pensaban que habían cometido alguna. Si lo hacían dentro de un "período de gracia" (generalmente de treinta a cuarenta días), eran "reconciliados" con la Iglesia sin sufrir castigos muy duros.
Después del año 1500, los edictos de gracia ya no se usaron tanto y fueron reemplazados por los edictos de fe. Estos nuevos edictos no tenían un período de gracia. En su lugar, pedían a la gente que denunciara a quienes fueran culpables de los delitos que aparecían en una larga lista de ofensas. La obligación de denunciar a cualquier persona sospechosa de herejía se extendía a todos los creyentes, bajo pena de ser expulsados de la Iglesia.
El Proceso de Lectura del Edicto
Cuando los inquisidores llegaban a una ciudad o pueblo, lo primero que hacían era presentarse a las autoridades de la Iglesia y a las autoridades locales. Luego, en una misa de domingo o de día festivo, al terminar el sermón o el rezo del credo, el inquisidor sostenía un crucifijo y se dirigía a los asistentes. Les pedía que se persignaran y juraran, levantando la mano derecha, que ayudarían a la Inquisición a perseguir la herejía.
Inmediatamente después, se leía el edicto de fe. Este incluía una lista muy larga de todas las creencias y comportamientos que se consideraban heréticos. Con este "inventario detallado de todas las palabras y actitudes que podían mostrar opiniones diferentes", se buscaba, según el historiador Joseph Pérez, "explicar a los fieles cómo reconocer a un hereje". Era costumbre leer el edicto de fe una vez al año, un domingo de Cuaresma, durante el momento del ofertorio, de forma lenta y en voz alta.
Evolución y Contenido del Edicto
El edicto de fe no tuvo su forma final hasta el siglo XVII. A partir de 1630, se leía el mismo texto en todos los tribunales de la Inquisición.
El edicto comenzaba describiendo las palabras y prácticas más comunes entre los que seguían costumbres judías. Por ejemplo, abstenerse de comer ciertos alimentos o no trabajar los sábados. También se ponía mucha atención a las prácticas funerarias, como girar al difunto hacia la pared, lavarlo con agua caliente o cortarle la barba y depilarle las axilas, o ponerle una moneda o una perla en la boca.
Luego, se mencionaban las señales que delataban a los moriscos que seguían practicando la religión musulmana. Por ejemplo, ayunar durante el Ramadán, no beber vino ni comer cerdo, lavar a los muertos y poner junto a ellos miel, leche y otros alimentos para el alma del difunto.
El tercer apartado se dedicaba a los seguidores de Lutero (los protestantes). Se destacaban como señales de pertenencia a este grupo decir que bastaba con confesar los pecados a Dios para salvarse, sin que los sacerdotes intervinieran. O que en la hostia consagrada no estaba el cuerpo de Cristo. O que no tenía sentido adorar a los santos ni poner imágenes en las iglesias. O que el purgatorio no existía, por lo que no era necesario rezar por los muertos. O que los sacerdotes y las monjas podían casarse.
Un cuarto apartado hablaba de los "alumbrados", cuyos miembros se reconocían, según el edicto de fe, cuando una persona prefería la oración mental a la oración en voz alta, o defendía que el matrimonio no era un sacramento, o que había que dejarse guiar por el Espíritu Santo.
Finalmente, se trataban otras herejías diversas, como las blasfemias, la brujería o la bigamia. También se mencionaban los libros cuya posesión y lectura estaban prohibidas. Esto incluía las obras de autores protestantes, el Corán, la Biblia en el idioma común de la gente, y todos aquellos libros que aparecieran en el Índice de Libros Prohibidos que publicaba la Inquisición. En 1738, se añadió un párrafo sobre la masonería.
¿Por Qué se Dejó de Leer?
Algunas personas, como Francisco de Borja, se opusieron a la lectura pública del edicto de fe. Creían que, al describir tan detalladamente las creencias y conductas heréticas, el edicto podía, de forma curiosa, difundir la herejía en lugares donde nadie sabía nada de ella. Por ejemplo, un inquisidor de Logroño escribió en 1611 que en su zona no se conocía la brujería hasta que se empezó a hablar de ella por el edicto.
A pesar de estas críticas, los edictos se siguieron leyendo al menos hasta mediados del siglo XVII. Sin embargo, a partir de 1660, la costumbre de leerlos fue desapareciendo poco a poco.
Los edictos de fe, al igual que los edictos de gracia, se basaban en la idea de que la herejía no era solo un pecado, sino también un delito. Por eso, los sacerdotes que escuchaban confesiones no podían perdonar a los herejes. El edicto de fe contenía una frase que lo dejaba claro: los sacerdotes que confesaban a alguien que admitía haber cometido un pecado contra la fe (ser un hereje) tenían la obligación de denunciarlo a la Inquisición. Además, al ser considerado un delito, el culpable debía pasar por la humillación de un proceso público.
El edicto de fe fue una de las herramientas principales de la Inquisición en España. Convirtió a los ciudadanos en colaboradores de la Inquisición. Sin embargo, también provocó denuncias falsas, hechas por interés o venganza, aunque la Inquisición intentaba evitar esto castigando a quienes mentían.