Comuna de París en España para niños
La Comuna de París fue un gobierno popular que existió en la ciudad de París, Francia, por un corto tiempo, desde marzo hasta mayo de 1871. Este evento tuvo un gran impacto en España y en toda Europa.
En España, el gobierno de la monarquía de Amadeo I y las clases más poderosas vieron la Comuna de París como un evento muy preocupante. Culpaban a la Primera Internacional, una organización de trabajadores que se había establecido en España el año anterior. Por eso, el gobierno empezó a tomar medidas contra esta organización.
Por otro lado, el movimiento obrero (los trabajadores organizados) en España vio la Comuna como un ejemplo de lucha por sus derechos. Este evento les ayudó a separarse de los partidos republicanos federales y a seguir su propio camino.
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¿Cómo se informó en España sobre la Comuna de París?
Los periódicos españoles informaron mucho sobre lo que pasaba en París. La mayoría de ellos condenó las acciones de los communards (como se llamaba a los participantes de la Comuna), aunque con algunas diferencias.
La prensa más tradicional y católica describió los hechos como algo terrible, destacando que era una "revolución" peligrosa. Los periódicos liberales hablaron de los "sucesos lamentables" en la nación vecina y aprovecharon para criticar a los republicanos federales.
Así, se creó una historia en la que los periódicos resaltaban la destrucción causada por los communards, a quienes describían como personas que no querían a su país, que no tenían creencias religiosas y que eran "socialistas". Por ejemplo, el periódico liberal La Iberia publicó al inicio de la sublevación: "La capital, bajo el control del socialismo, debe estar siendo escenario de actos de destrucción y violencia". El periódico tradicionalista Altar y Trono decía: "El rechazo a la religión ha llegado a un punto increíble. Se destruyen todos los crucifijos e imágenes de la Virgen".
Cuando la Comuna fue derrotada, La Iberia publicó un artículo el 30 de mayo que justificaba las ejecuciones masivas, diciendo que "las ideas de lo bueno y lo justo no están en todos los corazones humanos". El artículo comenzaba así:
El día del castigo ha llegado al fin, y los violentos que durante muchas semanas han estado afectando la libertad, dañando los derechos de la vida y la propiedad y asombrando al mundo con sus actos, sus robos, sus acciones contra lo sagrado, su tiranía... van, gracias a Dios, a sufrir todo el rigor de la ley.
Para explicar lo sucedido, se usaron varias ideas. Una era la psicológica, que decía que la Comuna fue una explosión de los peores impulsos, especialmente de jóvenes y mujeres. Se decía que las mujeres actuaban con gran fuerza, lanzando objetos a los soldados. Otra explicación era la apocalíptica, que veía la Comuna como el Mal, comparando París con ciudades antiguas que desaparecieron por sus errores. La tercera explicación, la conspiratoria, decía que la Comuna fue resultado de grupos secretos, principalmente "extranjeros", que se identificaron con la Primera Internacional, aunque los internacionalistas eran solo un grupo más de los que participaron.
La prensa republicana federal fue la que intentó dar una información más equilibrada. Dudaban de las noticias que llegaban de París y trataban de diferenciar entre los principios políticos de la Comuna y los posibles excesos cometidos por algunos.
La reacción de las clases poderosas y del gobierno
Los eventos de París hicieron que la burguesía española (las clases medias y altas) descubriera un "enemigo nuevo y amenazador". Aunque ya sabían que había diferencias entre las clases sociales, ahora veían a la clase trabajadora organizada a través de la Internacional. Esto causó un gran miedo no solo en los grupos conservadores, sino también en la mayoría de la burguesía.
El 31 de marzo, poco después del inicio de la Comuna, el periódico conservador Diario de Barcelona ya informaba: "Es seguro que han llegado a España agentes de la Internacional para provocar conflictos en las ciudades más preparadas". Y añadía: "Algunos periódicos [de Madrid] piden al gobierno que preste atención a las actividades de la Internacional en Madrid, Barcelona y Valencia, donde se busca que la clase obrera influya en un sentido comunista y prepare no una revolución política, sino una revolución social de los que no tienen fortuna contra los que sí la tienen".
El 2 de mayo, un grupo de agitadores interrumpió un banquete de solidaridad franco-española organizado por la sección de la Internacional de Madrid. Los periódicos conservadores de la época decían que los asistentes "rechazaban toda idea de patriotismo". El incidente dejó una veintena de heridos, y la policía no intervino, lo que llevó a dos diputados republicanos federales a preguntar al gobierno del general Serrano sobre lo ocurrido.
Una de las primeras acciones de las autoridades fue prohibir huelgas y reuniones en Barcelona. También se asaltó el local de "Las Tres Clases del Vapor" y se detuvo a su presidente, Bové, el 29 de abril. Esta acción provocó que el 22 de mayo, varios diputados republicanos federales catalanes presentaran una protesta en las Cortes. Esto generó un debate intenso sobre la Internacional, justo cuando la Comuna estaba siendo derrotada.
El ministro de la Gobernación, Práxedes Mateo Sagasta, respondió diciendo que los internacionalistas eran personas extranjeras que causaban problemas: "más de trescientos enviados extranjeros de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) cuya misión es alterar el orden y conseguir nuevos seguidores". En realidad, eran refugiados de la Comuna que huían de la represión. Sagasta añadió que el trabajo de estos "perturbadores" era "provocar desorden entre los trabajadores, promover huelgas, y convencer con regalos a los obreros menos experimentados o más inclinados a la inactividad". Su intervención terminó con palabras que dejaban algo en el aire: "Basta por hoy de la Internacional; necesito guardar ciertas cosas que sé, para saber muchas más". La propuesta de los diputados fue rechazada.
Seis días después, el 28 de mayo de 1871, Sagasta envió una circular a los gobernadores civiles dándoles amplios poderes para actuar contra la Internacional. El 3 de junio, anunció en el Congreso de los Diputados que no permitiría la propaganda que incitara a la rebelión. Pocos días después, se suspendió la publicación del periódico internacionalista La Federación y su administrador, Gaspar Sentiñón, fue detenido y llevado al castillo de Montjuic junto con Bové. También se suspendió el periódico madrileño La Solidaridad, y en su lugar se empezó a publicar La Emancipación. Hubo más detenciones y registros en otras localidades.
Ante esta situación, el Consejo Federal de la Internacional decidió el 3 de junio abandonar Madrid e irse a Lisboa, donde ayudaron a crear la sección portuguesa de la Internacional. Allí fueron Anselmo Lorenzo, Tomás González Morago y Francisco Mora Méndez. El Consejo exiliado acordó suspender el Congreso de Valencia y reemplazarlo por una "Conferencia privada" que se celebraría también en Valencia el 10 de septiembre.

El debate en las Cortes se reabrió por una pregunta sobre la política del gobierno con los refugiados que llegaban de Francia. Sagasta respondió: "los sucesos ocurridos en París están fuera de la política, y sus autores no pueden considerarse como hombres políticos. Son delincuentes y se les entregará a las autoridades francesas cuando estas pidan su extradición". Entonces, los diputados que apoyaban al gobierno presentaron una propuesta para felicitar al Gobierno por "sus enérgicas protestas contra los terribles actos cometidos por la Commune de París" y se unían "al sentimiento de indignación que despierta en todas las conciencias la conducta de aquellos que han violado las leyes de la Humanidad". La propuesta fue aprobada. El 14 de junio, Sagasta afirmó que el objetivo de la Internacional era "destruir la familia, destruir la sociedad, borrar la patria, hacer desaparecer por la fuerza todos los elementos de la civilización conocidos".
Desde Lisboa, el Consejo de la Internacional respondió a las acusaciones de Sagasta en una carta al ministro de la Gobernación:
Los obreros tienen el derecho indiscutible, innegable, de organizarse y lograr lo que se proponen. Esto lo conseguirán con la ley o a pesar de ella.
[…]
La Internacional no se parece a esas empresas comerciales aceptadas por el Gobierno, verdaderas sociedades de crédito, permitidas y protegidas por el Estado, y cuya verdadera dirección también está fuera de España. No se parece, en fin, a esa organización religiosa, protegida y pagada por el Estado, a pesar de la conciencia, la libertad y el dinero de muchos miles de ciudadanos, que también tiene su centro directivo, un verdadero poder, fuera de España. No, la Federación Regional Española es tan libre dentro de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), como puede serlo España, a pesar de su acuerdo y solidaridad con las naciones europeas.
La Comuna no solo causó una reacción de defensa entre la burguesía española, sino que también generó una mayor conciencia sobre los problemas sociales. Así, el 15 de junio, el Congreso de los Diputados acordó por unanimidad formar una comisión "para estudiar la situación moral, intelectual y material de las clases trabajadoras", con el fin de mejorar sus condiciones.
Una muestra del impacto de la Comuna en las clases poderosas españolas fue la aparición, meses después de su fin, de una publicación llamada La Defensa de la Sociedad. Revista de intereses permanentes y fundamentales contra las doctrinas y tendencias de la Internacional. Ajena por completo a todos partido político. Religión-Familia-Patria-Trabajo-Propiedad.
El impacto en el movimiento obrero español
MANIFIESTO DE ALGUNOS PARTIDARIOS DE LA COMMUNE A LOS PODEROSOS DE LA TIERRA:
Clase privilegiada, afortunados de la tierra, personas que acumulan riquezas y no trabajan, respirad tranquilos; no temáis por vuestros privilegios; no temáis por vuestra seguridad.[...] ¡Desafortunados! ¿Tan ciegos estáis que no veis que es imposible acabar con los defensores de la Commune sin acabar con todos los trabajadores del mundo? [...] De ahora en adelante, todo está permitido: entre vosotros y nosotros no hay acuerdo posible. Un abismo de violencia, un abismo de actos dañinos, una montaña inaccesible de intolerancia nos separa. Vosotros lo habéis querido; vosotros lo habéis dicho; vosotros, en fin, lo habéis hecho: lucha sin cuartel; lucha del que produce contra el que no hace nada y se aprovecha; lucha entre ricos y pobres; lucha entre el que sin producir nada lo consume todo y el que produciéndolo todo, no tiene pan que dar a sus hijos.[...] En una palabra: los acontecimientos de París, que aceptamos, en lo que se refiere a la Commune, en todas sus partes, sin ninguna excepción, nos han demostrado que si un día nos arrastráis a la lucha como clase, si ellos han quemado, si ellos han ejecutado y causado daño, nosotros deberemos reducir estos extremos a uno solo: nosotros destruiremos las ciudades y a vosotros. Con toda confianza y tranquilidad podéis gritar: La Commune ha muerto; ya no queda ninguno de sus partidarios. A ese grito, muchos millones de trabajadores os respondemos desde todas las regiones de Europa: ¡¡LA COMMUNE HA MUERTO!! ¡¡VIVA LA COMMUNE!! Madrid, 4 de junio de 1871. Anselmo Lorenzo, Francisco Mora, Tomás González Morago. |
Cuando estalló la guerra franco-prusiana en julio de 1870, el Consejo Federal de la FRE-AIT envió un mensaje a los trabajadores de ambos países para que impidieran la guerra. El periódico La Solidaridad también publicó un artículo contra la guerra, firmado por P.I., iniciales de un joven tipógrafo llamado Paulino Iglesias (quien más tarde se daría cuenta de que su nombre real era Pablo).
La Comuna de París ayudó a que la separación entre el movimiento obrero y el republicanismo fuera más profunda. Para los internacionalistas, los eventos de París mostraron claramente que la burguesía (clase media y alta) y el proletariado (clase trabajadora) tenían intereses y objetivos completamente opuestos. La Comuna fue una prueba real de esta idea. La Internacional pensó que si la burguesía republicana francesa actuaba contra los obreros y se oponía a la libertad, esto significaba que la república burguesa era tan enemiga del obrero como la monarquía.
El Consejo Federal de la FRE-AIT expresó el 6 de agosto de 1871:
Destruida la antigua aristocracia y habiendo conseguido la clase media ocupar su lugar… la clase trabajadora, el proletariado… no ve ni puede ver en los privilegios del capital otra cosa que el reemplazo del antiguo sistema feudal por un sistema capitalista.
El periódico La Emancipación publicó un artículo titulado De por qué combatimos el partido republicano que decía:
Entre la república parlamentaria de Thiers y Julio Favre, y la república representativa que los burgueses quieren establecer en España, no vemos la más mínima diferencia… Si los republicanos llegaran al poder y les pidiéramos la aplicación estricta de los principios democráticos, nos responderían igual que sus compañeros de Francia, con la fuerza de los cañones.
Las críticas a los republicanos federales continuaron. En abril de 1872, la Federación local de la Internacional de Palma de Mallorca publicó un folleto que los llamaba "servidores de las clases conservadoras del orden existente", añadiendo que "en esta sociedad de explotados y explotadores, de víctimas y verdugos, es un deber para la clase trabajadora en general no participar en las elecciones".
Otra consecuencia de la Comuna de París para el movimiento obrero español fue que reforzó su rechazo a la guerra y a las ideas nacionalistas extremas. Pero una consecuencia aún más importante fue que la "insurrección" (levantamiento) se convirtió en la forma principal de buscar cambios, especialmente cuando la FRE tuvo que operar en secreto después de ser prohibida en enero de 1874. Para entonces, la Comuna ya se había convertido en un símbolo, y cada 18 de marzo se celebraba el levantamiento del pueblo de París contra "los opresores de la humanidad" y el inicio de su "revolución gloriosa". Cada 28 de mayo, se recordaba que "la Commune había sido reprimida con gran violencia, en la masacre más terrible de los tiempos modernos. La clase trabajadora, que había visto en la Commune el amanecer de una sociedad nueva, volvió a caer en la difícil situación de la vieja sociedad, la sociedad burguesa".