Ananké (mitología) para niños
En la mitología griega, Ananké o Anankaia, a veces Ananque (en griego antiguo Ἀνάγκη Ananke o Ἀνάγκαιη Anankaie), era uno de los dioses primordiales, la personificación de la inevitabilidad, la necesidad, la compulsión y la ineludibilidad. Ella es en esencia la fuerza del destino, de quien ningún hombre o dios puede escapar. En la mitología romana se le llamaba Necessitas, y de ahí su traducción como la Necesidad. En los mitos órficos también puede ser nombrada como Adrastea («la ineludible»). Ananké era raramente adorada hasta la creación de la religión mistérica órfica; Pausanias nos cuenta que en la acrópolis de Corinto había un santuario dedicado a la Necesidad y la Fuerza, cuya entrada estaba prohibida para los no iniciados.
Los textos órficos, citados en boca de Orfeo, cuentan cómo Ananké surgió de la nada al principio de los tiempos formada por sí misma como un ser incorpóreo y serpentino cuyos brazos extendidos abarcaban todo el universo. Desde su aparición, Ananké estuvo entrelazada con su compañero, la personificación del tiempo Crono, quienes son citados como «seres de naturaleza pareja». Parece que en otro fragmento Ananké es identificada con otro dios primordial, Tecmor. Sin embargo Epicuro alega que el mundo comenzó como un huevo y que la Necesidad y el Tiempo rodearon este huevo compuesto por los cuatro elementos, y que de este fuerte enlace constrictivo el huevo se dividió en dos partes. La parte superior del huevo, formada por el fuego y el aire, generó el «aire luminoso», el Éter, y también el «viento enrarecido», identificado con el Caos. La parte inferior, de materia más pesada (tierra y agua), formó a la Tierra, y rodeándola por todas partes estaba el Mar. Así todo surgía por obra del Tiempo y la Necesidad, quienes permanecían eternamente entrelazados como las fuerzas del destino y el tiempo que rodean el universo, guiando la rotación de los cielos y el interminable paso del tiempo. Ambos estaban muy lejos del alcance de los dioses más jóvenes, cuyos destinos se decía que controlaban.
Familia
Unas versiones interpretan que Ananké surgió por sí misma y otras que nació de la unión entre las Aguas y la Tierra. Su consorte natural era el Tiempo, con quien engendra una tríada, formada por Caos, Éter y Erebo (como los tres aires que constituyen el mundo); o bien esta tríada se trata de Caos, Éter y Eros, el primogénito luminoso (aquí con la identidad de Fanes). A Ananké, como diosa que representa la fuerza ineludible del destino, se la imagina filosóficamente como madre de las Moiras, quienes cantan las cosas del devenir: Láquesis sobre las cosas que fueron, Átropos sobre las que son, pero Cloto sobre las que aún no han sucedido.
Etimología
Fuera de los textos órficos también aparece su nombre. El nombre Ananké se deriva del griego antiguo ἀνάγκη que significa ‘fuerza, necesidad y protección’. Homero usa el significado de la palabra necesidad (αναγκαίη πολεμίζειν) para decir ‘es necesario luchar’ y fuerza (ἐξ ἀνάγκης) para decir ‘por la fuerza’. En la literatura de la Antigua Grecia, la palabra también significa suerte o destino (ανάγκη δαιμόνων, ‘destino por los demonios o los dioses’). Existe un viejo proverbio que reza que incluso los dioses evitan enfrentarse a la fuerza de la Necesidad, y siguen sus preceptos contentándose; parece que estas palabras también fueron atribuidas a Simónides de Ceos.