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Revuelta del 3 de febrero de 1522 para niños

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La revuelta del 3 de febrero de 1522 fue un enfrentamiento importante que ocurrió en la ciudad de Toledo. En esta fecha, los seguidores de los comuneros se enfrentaron a las fuerzas leales al rey. Este suceso marcó la derrota final de los comuneros en Toledo y provocó la huida de María Pacheco de la ciudad.

Aunque Toledo se había rendido a finales de octubre de 1521, la paz no era completa. Los comuneros, liderados por María Pacheco (viuda de Juan de Padilla), aún tenían armas y el respeto de la gente. Por otro lado, las nuevas autoridades querían castigar a los rebeldes. También consideraban que el acuerdo de rendición era demasiado favorable para los comuneros y querían anularlo.

Todo empezó la noche del 2 de febrero. Muchas personas armadas se reunieron cerca de la casa de María Pacheco. Las autoridades detuvieron a un hombre acusado de agitar a la gente y lo condenaron a la horca. Al día siguiente, a pesar de las negociaciones, los comuneros intentaron liberar al prisionero. Esto dio inicio a los enfrentamientos con las fuerzas del orden. La batalla duró varias horas. Al anochecer, la condesa de Monteagudo logró una tregua. Esta tregua significó la derrota definitiva de los comuneros. María Pacheco aprovechó la situación para escapar a Portugal, donde vivió exiliada hasta su muerte en 1531.

¿Qué pasó antes de la revuelta?

Archivo:Doña María Pacheco después de Villalar (Museo del Prado)
María Pacheco recibiendo la noticia de la muerte de su marido en Villalar; óleo del siglo XIX de Vicente Borrás.

El 31 de octubre de 1521, después de negociaciones, el arzobispo de Bari pudo entrar en Toledo. Esta ciudad había decidido seguir resistiendo tras la batalla de Villalar. La resistencia estaba liderada por María Pacheco, la viuda del capitán Juan de Padilla. Sin embargo, el ambiente de paz no era real. Los antiguos comuneros, incluyendo a María, seguían armados y mantenían su influencia.

El doctor Juan Zumel tenía la difícil tarea de controlar y castigar a los rebeldes. Además, los representantes del rey habían empezado a pensar que el acuerdo de rendición, firmado el 25 de octubre, era inaceptable. Creían que era demasiado beneficioso para los rebeldes. También consideraban que se había firmado bajo la presión de la invasión francesa en Navarra.

Este ambiente de tensión y desconfianza, como si la ciudad estuviera ocupada, causó muchos problemas. Por ejemplo, una noche, cuando Zumel salía de la casa de María, se encontró con una multitud. Una persona le dijo de forma amenazante que respetara lo acordado. En otra ocasión, los religiosos arrestaron a un clérigo. Esa misma noche, un grupo de la casa de María intentó forzar la puerta de la prisión para liberarlo.

¿Cómo se desarrolló el conflicto?

Primeros problemas en la ciudad

En la tarde del domingo 2 de febrero de 1522, día de la Candelaria, un zapatero llamado Zamarrilla intentó levantar a la gente. Gritó: «¡Levantaos! ¡Levantaos que hay traición!».

Muchos grupos de personas, liderados por Antonio Moyano, fueron a la casa de María Pacheco. Eran hasta 2000 hombres. Sin embargo, María y Gutierre López se opusieron a esta movilización. Creían que solo les causaría problemas. Gutierre preguntó dónde estaba Moyano. Este se escondió, pero finalmente se presentó ante María. Ella le preguntó por qué estaba alborotando la ciudad. Le recordó los acuerdos que se habían hecho y le pidió que se fueran para no arruinarlo todo.

Moyano dijo que habían ido a celebrar la elección del nuevo papa. Al final, los más moderados lograron que la multitud se dispersara. Acordaron que traerían una culebrina (un tipo de cañón pequeño). Poco después, Gutierre López de Padilla y Pero Núñez de Herrera hablaron con el arzobispo de Bari. Le llevaron un mensaje de María Pacheco. Las conversaciones, que trataban sobre el futuro de María, duraron hasta la madrugada sin resultados claros.

Mientras tanto, Gutierre y Pero Núñez, junto con Alonso López de Ubeda, pidieron a María Pacheco que retirara a la gente reunida por Moyano. Pero el líder comunero Villaizan tomó la culebrina y la paseó por la ciudad. Gritaba: «¡Comunidad! ¡Comunidad! ¡Padilla! ¡Padilla!». Finalmente, María insistió y los comuneros dejaron la culebrina en la calle.

Quizás nada habría pasado si los soldados del arzobispo no hubieran detenido a uno de los agitadores. No se sabe con seguridad quién era, pero la mayoría lo llamaba «el lechero». Algunos relatos dicen que era el padre de un niño que había gritado el nombre de Padilla durante las celebraciones por la elección del cardenal Adriano de Utrecht como papa. El niño fue golpeado y castigado. Su padre protestó y también fue detenido y condenado a la horca. Sin embargo, esta versión tan simple de los hechos no parece la más probable.

El anuncio oficial

Al día siguiente, 3 de febrero, día de San Blas, el arzobispo intentó seguir la conversación. Pero Núñez de Herrera rechazó la oferta y ambos bandos se prepararon para luchar. El arzobispo se presentó en el ayuntamiento con una escolta. Mostró sus poderes como gobernador de Toledo y mandó leer el texto del tratado firmado por la Comunidad. Sin embargo, los comuneros reaccionaron mal. Al parecer, no se leyó el acuerdo original del 25 de octubre. En su lugar, se leyó uno nuevo que el arzobispo había hecho firmar a los antiguos miembros de la Comunidad. Este nuevo acuerdo significaba la derrota total de los comuneros.

María Pacheco escuchó el anuncio desde su ventana, junto con Pero Núñez y García López de Padilla. Advirtió a la multitud que el anuncio era una farsa y exclamó con enojo que lo que pregonaban no valía nada.

Los enfrentamientos en las calles

Los enfrentamientos comenzaron al mediodía. Los comuneros se opusieron a que las autoridades ejecutaran al agitador detenido la noche anterior. El arzobispo envió un mensaje a la condesa de Monteagudo, María de Mendoza. Quería que ella convenciera a su hermana, María Pacheco, de que su actitud era un problema. Tanto la condesa como María Pacheco exigieron la liberación inmediata del condenado.

En ese momento, Pero Núñez de Herrera fue a hablar con el arzobispo de Bari. Tenía un salvoconducto para ir seguro. Pero unos mil comuneros, armados con picas y armas de fuego, se dirigieron a la prisión. Gritaban: «¡Padilla, Padilla!». Se enfrentaron a las fuerzas del orden. Incluso algunos miembros del clero apoyaron a los soldados del arzobispo, que gritaban: «¡Muerte a los traidores!». Gutierre de Padilla, que apoyaba al rey, tuvo un papel importante. Al principio, logró calmar a muchos prometiendo que el arzobispo perdonaría al prisionero. También se lo dijo a la esposa del prisionero, Francisca. Pero esto no ocurrió. La multitud, furiosa, prometió no dejar vivo a nadie que apoyara al arzobispo. Llamaron a Gutierre traidor y lo amenazaron de muerte.

El notario Gonzalo Gudiel le dijo al alcalde mayor Godínez que sería bueno ejecutar a Gutierre. Para desmovilizar a los rebeldes, Gutierre les pidió que advirtieran a los capitanes Figueroa y Juárez. Les dijo que con su levantamiento solo llevarían a su gente a una muerte segura. Así, logró que los comuneros retrocedieran hacia la plaza de la casa de María. Allí les dijo que se detuvieran, que volvieran a su casa y protegieran su artillería. Les explicó que eran pocos y que si perdían la casa y las armas, lo perderían todo. Les pidió que se calmaran, dejaran las armas y comieran para estar seguros.

Algunos propusieron a María Pacheco escapar de Toledo. Ella estaba dispuesta a hacerlo, temiendo que incendiaran la casa si no accedía. Pero Gutierre, la condesa de Monteagudo y Núñez de Herrera lograron detenerla. La gente que Gutierre tenía acorralada en la plaza de sus casas quería salir. Gritaban: «¡Padilla! ¡Padilla!». Él intentó contenerlos con dificultad, diciéndoles que no dijeran eso, sino: «¡Viva el Rey y la Inquisición!».

Poco a poco, las fuerzas del rey rodearon a los comuneros dentro de la casa de Padilla. Lo hicieron a través de un corral de la casa cercana de Pedro Laso de la Vega. Mientras tanto, el condenado fue ejecutado. María Pacheco rompió a llorar y culpó de todo a Gutierre. Él la había retenido para que no saliera a intentar liberar al lechero. Otro testigo, Juan de Lizarazo, cuenta que Villaizan golpeó a un sirviente del arzobispo. Pedro, hermano de Gutierre, salió armado y a caballo para defenderlo, gritándole que retrocediera. Finalmente, logró que varios vecinos comuneros se retiraran. También impidió que usaran tres o cuatro falconetes (cañones pequeños), evitando así más derramamiento de sangre.

La huida de María Pacheco

Archivo:España - Toledo - Puerta de Cambrón - Fachada Externa
Puerta del Cambrón, por la cual al día siguiente de la jornada de San Blas escapó María Pacheco.

El combate duró cuatro horas. La condesa de Monteagudo logró una tregua, que fue aceptada de inmediato. Esto significó la derrota definitiva de los comuneros. María Pacheco aprovechó la confusión para escapar de Toledo a la mañana siguiente. Pasó por un pasadizo a la iglesia de Santo Domingo el Antiguo. Vestida como una aldeana, bajó por la calle de Santa Leocadia y logró salir por la puerta del Cambrón. Luego se deslizó por un camino hasta llegar a la llanura junto al río. Allí la esperaban las damas y sirvientes de su hermana. La acompañaron hasta una posada, desde donde pudo seguir a caballo. Se reunió con toda su gente más allá de los Molinos de Lázaro Buey, junto al río Tajo.

En Escalona, su tío, el marqués de Villena, se negó a darle refugio. Por eso, María se dirigió a La Puebla de Montalbán. Poco después, se exilió en Portugal con algunos sirvientes. Allí vivió en gran pobreza hasta que fue acogida por el obispo de Braga. Murió en 1531. Es posible que tuviera algún tipo de acuerdo secreto con el arzobispo de Bari.

¿Qué consecuencias tuvo la revuelta?

El enfrentamiento del 3 de febrero y la huida de María Pacheco marcaron el fin del movimiento comunero en Castilla. Los religiosos de Toledo lo recordaron grabando una inscripción en el claustro de la catedral de Santa María de Toledo. En ella, celebraban la victoria de las fuerzas leales al rey y la pacificación de la ciudad y el reino.

El doctor Zumel, como primera medida de castigo, ordenó derribar la casa de Juan de Padilla. En su lugar, levantó una columna con una placa que recordaba los supuestos daños que la rebelión había causado al reino. Durante dos meses, persiguió con dureza a los antiguos comuneros que aún estaban en la ciudad.

El domingo 23 de febrero, se celebró un acuerdo de lealtad al rey entre los caballeros. Después, el arzobispo de Bari celebró una misa. También hubo banquetes y juegos públicos. En abril, Toledo había vuelto a la normalidad.

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Para saber más

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Revuelta del 3 de febrero de 1522 para Niños. Enciclopedia Kiddle.