Catastro (impuesto) para niños

Durante los siglos XVII y XVIII era práctica habitual en los mapas de facturación extranjera atribuir erróneamente el escudo de armas propio de la ciudad de Barcelona al Principado de Cataluña.
El catastro o «Real Catastro» fue un impuesto muy importante que el rey Felipe V de España estableció en diciembre de 1715 para el antiguo Principado de Cataluña. Este impuesto se aplicó después de la Guerra de Sucesión Española, cuando la familia Borbón ganó y se implementó el Decreto de Nueva Planta de Cataluña.
El catastro se parecía a otros impuestos que ya existían en el Reino de Valencia y en el Reino de Aragón. Con este nuevo impuesto, la Monarquía de España quería que Cataluña pagara impuestos al mismo nivel que la Corona de Castilla. Así, el catastro se convirtió en el impuesto principal que pagaba Cataluña, aunque no era el único. Algunos historiadores han llamado a esta introducción una "Nueva Planta" fiscal, refiriéndose a un cambio grande en cómo se manejaban las finanzas.
Contenido
Historia del Catastro: ¿Cómo surgió este impuesto?
La Guerra de Sucesión y sus consecuencias
Durante la Guerra de Sucesión Española, el Principado de Cataluña y otros territorios de la Corona de Aragón apoyaron al Archiduque Carlos. En cambio, la Corona de Castilla se mantuvo leal a Felipe de Borbón. Cuando Barcelona, el último lugar que apoyaba al Archiduque, fue tomada el 12 de septiembre de 1714, las antiguas instituciones de Cataluña fueron eliminadas. Un año y tres meses después, el 16 de enero de 1716, se establecieron nuevas formas de gobierno inspiradas en las de Castilla, a través del Decreto de Nueva Planta de Cataluña.
Primeros impuestos y dificultades
Después de que Barcelona fue ocupada, el Duque de Berwick creó una oficina llamada Superintendencia General. Esta oficina tomó el control de las funciones y recursos de las instituciones catalanas que habían sido eliminadas, como la Diputación General de Cataluña. Desde esta nueva oficina, se comenzaron a cobrar nuevos impuestos en Cataluña, sin seguir las leyes catalanas de antes.
Por ejemplo, se impusieron las "quincenadas", que eran pagos que se hacían cada quince días para mantener al ejército que ocupaba el territorio. Además, los soldados se alojaban en las casas de los pueblos y ciudades, lo que causaba muchos problemas a la gente. También se cobraron impuestos sobre la sal y el papel sellado, que obligaba a que todos los contratos comerciales se escribieran en ese papel oficial y en castellano. Un campesino de la época, Francesc Gelat, escribió en su diario: "¡Qué cosa es el rigor de un rey!", mostrando lo difícil que era la situación.
La reforma de la Hacienda y el Catastro
Las nuevas autoridades querían modernizar el sistema de impuestos y, sobre todo, conseguir que los territorios de la Corona de Aragón contribuyeran más a los gastos del reino. En la Corte de Madrid y en Castilla, se pensaba que estas provincias pagaban muy poco. La historiadora catalana Núria Sales ha señalado que las contribuciones que se pagaban al rey eran pocas. A principios del siglo XVII, todos los servicios de la Corona de Aragón al rey sumaban 600.000 ducados, mientras que solo las rentas de Castilla producían más de 5.000.000. Aunque es cierto que los donativos especiales que se aprobaban en las Cortes a veces cubrían sumas mucho mayores.
El nuevo impuesto del Catastro fue aprobado en diciembre de 1715. Melchor de Macanaz lo describió como un "tributo de vasallaje", es decir, una forma de que todos reconocieran la autoridad del rey. La Superintendencia General, que había reemplazado a las antiguas instituciones catalanas, se encargó de administrar este impuesto.
Tipos de Catastro y su recaudación
El catastro se dividía en tres partes:
- Catastro real: Gravaba los bienes inmuebles (como casas y tierras) y las rentas que no venían de una profesión. Todos debían pagarlo, aunque la Iglesia tardó años en aceptarlo.
- Catastro personal: Gravaba los ingresos de las profesiones. La nobleza, el clero y algunas profesiones estaban exentas de este pago.
- Catastro ganancial: Gravaba la actividad comercial de mercaderes, comerciantes, notarios y miembros de gremios que tenían tiendas.
Al principio, se estableció una cantidad de un millón y medio de pesos al año. Sin embargo, esta cantidad tuvo que ser reducida a 1.200.000 en 1717 y a 900.000 en 1718, que fue la cantidad final que se pidió a todo el Principado. Para cobrarlo, se usaron métodos muy estrictos, como la amenaza de alojar tropas en las casas o la detención de quienes no pagaban. Esto, junto con las medidas de control contra quienes habían apoyado al Archiduque, provocó movimientos de protesta como el de los Carrasclets en 1719. Muchos pueblos tuvieron que pedir dinero prestado para pagar. Si se atrasaban, se enviaba un grupo de soldados que se quedaban en las casas de los que debían, comiendo y requisando cosas hasta que se pagaba.
El establecimiento del catastro generó muchas quejas en Cataluña. Se consideraba que era un impuesto excesivo porque no era el único que se pagaba. A este se sumaban los gastos de alojar tropas (unos 300.000 pesos), los derechos de la bolla (unos 100.000) y otras cargas (unos 700.000 pesos más). El economista Jerónimo de Ustáriz ya en 1724 dijo que algunos lugares se habían deteriorado o despoblado por no poder soportar la carga. Las críticas continuaron, y en 1759, Joaquín Aguirre llamó al catastro "catástrofe", pidiendo que se revisara.
Debate entre historiadores: ¿Fue el Catastro beneficioso?
Diferentes puntos de vista
La historiadora Núria Sales opina que, en teoría, el catastro era más justo y organizado que los sistemas de impuestos anteriores, que se basaban solo en impuestos indirectos y no cobraban mucho a las clases más ricas. Algunos de la época incluso lo consideraron uno de los sistemas más avanzados y equitativos de Europa. Sin embargo, los problemas y las decisiones arbitrarias al cobrarlo muestran una imagen diferente. Sales dice que el catastro se volvió un "buen impuesto" solo cuando su cantidad disminuyó. Su peso real antes de la guerra del Francés era un tercio o menos de lo que fue en la década de 1730.
Por su parte, Rosa María Capel Martínez y José Cepeda Gómez señalan que el catastro cambió por completo el sistema de impuestos. Ahora, la Corona recibía el dinero y decidía en qué y dónde gastarlo. Antes, durante la Monarquía de los Austrias, el dinero se quedaba en las propias tierras para cubrir sus necesidades.
Impacto económico y social
Roberto Fernández tiene una visión generalmente positiva del catastro. Según él, Cataluña pudo soportar este impuesto cada vez mejor sin que su economía se viera afectada. Aunque no todos los grupos sociales ni todos los territorios del país sintieron los mismos efectos. Incluso, afirma que el catastro fue beneficioso para la economía en general, ya que permitió acumular más capital. Esto se debió a que la cantidad fija del impuesto se mantuvo, mientras que la riqueza de los ciudadanos aumentaba. También destaca que, por primera vez, la nobleza y el clero tuvieron que pagar por sus propiedades.
Según Fernández, Cataluña en el siglo XVIII tuvo una recaudación de impuestos que era soportable y que benefició a la sociedad catalana. Esto se debió a que la cantidad de impuestos por persona disminuyó a lo largo del siglo. En las primeras tres décadas, cuando la economía catalana se recuperaba de la guerra, los habitantes pagaron más impuestos que los castellanos. Al catastro se sumaban los derechos de aduana, los monopolios estatales (como el tabaco, la sal o el papel sellado) y la bolla. Sin embargo, a partir de los años cuarenta, la situación cambió y la presión fiscal por persona bajó. Si en 1730-1739 el índice era 100, en 1770-1779 bajó a 52. Esto se debió a que el catastro, que era un impuesto de reparto, se mantuvo con la misma cantidad (entre 900.000 y 1.000.000 de pesos) desde los años veinte hasta principios del siglo XIX, a pesar del aumento de la población. La Hacienda Real prefirió aumentar la recaudación con impuestos indirectos, lo que permitió no presionar con el catastro y mantener la paz social.
Josep Fontana tiene una opinión opuesta a la de Fernández, y más parecida a la de Sales. Él considera que es un "tópico" decir que el catastro ayudó al desarrollo económico catalán por ser racional. Fontana argumenta que el impuesto se fijaba de forma arbitraria, sin tener en cuenta los ingresos de las personas, y que a esto se sumaban los cobros irregulares de los militares, que no se registraban. Según Fontana, el catastro se basaba en la idea de que el rey era "dueño de todas las haciendas del Principado", con poder para hacer lo que quisiera con ellas, como declaró el presidente del Consejo de Castilla en 1739.
Véase también
- Decreto de Nueva Planta de Cataluña
- Guerra de Sucesión Española en Cataluña