Obrajes en la Nueva España para niños
Los obrajes en la América virreinal, especialmente en la Nueva España, eran como pequeñas fábricas que existieron desde mediados del siglo XVI hasta el siglo XIX. En estos lugares, principalmente personas indígenas, fabricaban productos textiles como telas de algodón y lana. Cada obraje tenía sus propias reglas, y a veces, las condiciones de trabajo eran muy difíciles para los trabajadores.
Contenido
Historia de los Obrajes
¿Cómo se desarrollaron los obrajes en Nueva España?
Durante los siglos XVI y XVII, la economía en México estaba muy controlada para evitar que Nueva España compitiera con España. México producía pocos bienes manufacturados para exportar. La mayoría de los productos de lujo se importaban de España. Por ejemplo, se prohibía la producción de telas finas en las colonias. La seda, que se cultivó por un tiempo en México durante el siglo XVI, dejó de producirse por la competencia de la seda barata de China.
El virrey Martín Enríquez de Almansa (1568-1580) intentó sin éxito que la lana de Nueva España se exportara a España. Sin embargo, la necesidad de ropa para el uso diario en las colonias y la iniciativa de empresarios españoles hicieron que los obrajes crecieran. Estos lugares producían telas de lana, algodón, frazadas, sombreros y hasta algunos trabajaban la seda. Se extendieron por los principales centros del virreinato.
Había muchos productos para el uso diario que se hacían en estas pequeñas industrias en México. La ropa de algodón y lana se fabricaba en los obrajes, que eran como molinos textiles locales. Estos se encontraban en lugares como la Ciudad de México, Puebla y Querétaro.
Desde antes de la llegada de los españoles, el algodón era una fibra muy usada por los pueblos originarios para hacer ropa y mantas. Los españoles también lo usaron cuando no había suficiente lana. Incluso lo adoptaron para uso militar, usando una especie de armadura acolchada de algodón llamada "escaupil".
Como pocas personas podían comprar ropa fina importada, los molinos locales eran muy numerosos. Para el año 1571, había más de ochenta. Allí se tejían paños de colores que se vendían en toda Nueva España y se exportaban a Perú y Guatemala. A finales de siglo, los talleres se multiplicaron. Para 1604, había más de 114 grandes obrajes en la Ciudad de México, Xochimilco, Puebla, Tlaxcala, Tepeaca, Celaya y Texcoco. Muchos otros estaban en Querétaro, Salvatierra y Valladolid, así como en Saltillo. Desde allí, abastecían a los centros mineros de Zacatecas, Mazapil, Sombrerete, entre otros.
Hasta el siglo XVIII, cuando las grandes fábricas de Europa empezaron a vender ropa barata, los obrajes mexicanos emplearon a miles de trabajadores para satisfacer la demanda de textiles. Las condiciones en los obrajes variaban, pero en algunos casos, los trabajadores eran retenidos en las fábricas y sufrían un trato injusto. Los obrajes solían ser lugares con más control sobre los trabajadores que otros lugares de trabajo.
¿Cómo era el trabajo en los obrajes?
Los obrajes eran negocios rentables porque la mayor inversión era la mano de obra. Para conseguir trabajadores, los dueños de los obrajes usaban a personas de los pueblos indígenas. Empleaban a personas que habían sido condenadas por delitos a trabajar de forma obligatoria. A los trabajadores contratados, la mayoría indígenas, intentaban retenerlos con deudas. Les adelantaban salarios o les daban pagos en productos a precios muy altos. El trabajador endeudado estaba obligado a quedarse en el obraje hasta pagar su deuda, y estas deudas a menudo crecían, haciendo que muchos trabajadores pasaran el resto de su vida en los obrajes.
Otros productos manufacturados eran hechos por muchos artesanos en la colonia, como sastres, herreros y orfebres. Existían asociaciones, o gremios, para cada uno de estos oficios. A finales del siglo XVI, los gremios ya establecidos se encargaban de la calidad de los productos y el precio del trabajo. Aunque a los no españoles se les permitía unirse a los gremios, solo las personas blancas podían ocupar los puestos importantes. Sin embargo, los gremios también protegían a sus miembros, ayudando a quienes sufrían accidentes o enfermedades, y a las viudas. También participaban en celebraciones religiosas y proyectos de ayuda a la comunidad.
Con el tiempo, llegaron a existir unos cien gremios en la Ciudad de México. Un gremio de comerciantes profesionales, llamado el Consulado, se estableció en la capital en 1592. Su función era resolver disputas comerciales, proteger los intereses de los comerciantes, establecer reglas de negocio y fomentar el bienestar de la comunidad.
Cambios en la ubicación de los obrajes
Entre 1604 y 1801, la ubicación de los obrajes en Nueva España cambió. Muchos se trasladaron a la región centro-occidental, incluyendo lugares como Acámbaro, Celaya, Durango, León, Querétaro, Salvatierra, San Luis Potosí, San Miguel el Grande y Valladolid. También había obrajes en Santiago del Saltillo y Parras, cuyos textiles abastecían las zonas mineras.
Este cambio se debió a dos momentos importantes. El primero, desde la segunda mitad del siglo XVI hasta el primer tercio del siglo XVII, se caracterizó por un sistema de trabajo forzado, incluyendo la esclavitud de indígenas y africanos, debido a que la Corona no permitía el reparto de indígenas para trabajar. Los centros urbanos que más se beneficiaron en este periodo fueron los de la región centro-sur, como Puebla-Tlaxcala (Puebla, Cholula, Tepeaca y Tlaxcala), la Ciudad de México y Texcoco.
El segundo momento, desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII, vio el auge de la región del Bajío, especialmente la ciudad de Querétaro. Esto ocurrió porque el comercio entre las colonias americanas se suspendió, afectando a los obrajes de Puebla. El crecimiento de Querétaro fue impulsado por la prosperidad minera y agrícola de la región. En este periodo, se usó más la mano de obra "libre" que, por medio de préstamos o adelantos de salario, quedaba obligada a trabajar hasta saldar su deuda.
Puebla fue la primera ciudad textil de México, y la producción de hilos y tejidos fue la industria más importante de su economía, convirtiéndola en un gran centro industrial. En el siglo XVII, la industria del algodón en Puebla y la de paños en otros centros crecieron mucho.
Sin embargo, la prosperidad de los obrajes no duró mucho. Hacia 1813, los tejedores, ya empobrecidos, vendían sus productos directamente a los comerciantes. En 1814, se declaró la abolición de los gremios en Nueva España. Para 1833, el tejedor había logrado más independencia al vender sus mantas directamente a los comerciantes.
En el siglo XIX, la revolución industrial llegó a México. Después de la Independencia, los obrajes evolucionaron y se convirtieron en fábricas más grandes, como La Constancia, La Economía y El Patriotismo, que en 1843 se convirtieron en las más grandes de Puebla.
Condiciones de Trabajo en los Obrajes
El virrey Martín Enríquez de Almansa y Ulloa (1568-1580) intentó mejorar las condiciones en los obrajes, pero el engaño y el soborno a las autoridades dificultaron que sus buenas intenciones se cumplieran. Desde 1560 y durante los siglos siguientes, se dictaron muchas normas para el buen trato de los indígenas y para liberar a indígenas, mulatos, mestizos y personas de origen africano que estaban retenidos en los obrajes. Esto demuestra que las medidas de protección no siempre eran efectivas y que el número de obrajes crecía. Muchos obrajes funcionaban sin permiso, y aunque se concedían nuevas licencias, se advertía que no se emplearan indígenas o, si se hacía, que se les diera un buen trato.
Ante el crecimiento de los obrajes y los problemas que causaban a los trabajadores, se intentó limitar su número a las ciudades de México, Puebla, Antequera (Oaxaca) y Valladolid en 1599. Se pensaba que en estas ciudades, al ser sedes de obispados, sería más fácil que las autoridades civiles y religiosas supervisaran el buen trato y la libertad de los trabajadores. Sin embargo, esta reducción no se llevó a cabo.
En 1767, el marqués de Croix (1766-1771) emitió las primeras ordenanzas para proteger a los trabajadores en los obrajes. Estas mismas ordenanzas fueron reeditadas en 1781 por el virrey Martín de Mayorga de Alcántara (1779-1783) porque los dueños de los obrajes de Querétaro las ignoraban. Ni siquiera la reedición de las ordenanzas en 1781 cambió las condiciones, ya que los dueños de los obrajes seguían oponiéndose a los derechos de los trabajadores. Esto contribuyó a la decadencia de la industria textil de Puebla para 1803. En 1807, Puebla ya no producía lo suficiente para abastecer el mercado.