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Motín de los Gatos para niños

Enciclopedia para niños
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La destitución del VIII conde de Oropesa por parte del rey Carlos II tras el motín de los Gatos de 1699

El motín de los Gatos o motín de Oropesa fue un disturbio que estalló en Madrid el 28 de abril de 1699, siguiendo las clásicas pautas de los motines de subsistencia del Antiguo Régimen, como respuesta a la carestía de alimentos, sobre todo del pan, en la época del año en que justamente el trigo era más caro: antes de la cosecha y cuando se estaban agotando las reservas del año anterior. Su nombre deriva del antiguo apodo que tenían los madrileños, llamados gatos.

Historia

Tras dos años seguidos de malas cosechas, el motín se produjo además cuando aún estaba reciente el óbito del heredero de la monarquía, el príncipe José Fernando de Baviera en Bruselas, el 6 de febrero de 1699, y provocó la caída del segundo gobierno del VIII.º Conde de Oropesa, que era austracista.

Los disturbios, en los que la multitud exasperada comprometía gravemente el orden, sólo se calmaron con la intervención del propio rey Carlos II que llegó a dirigirse a la muchedumbre congregada ante palacio, tras lo que los ánimos se calmaron:

Sí, os perdono; perdonadme vosotros también a mí, porque no sabía vuestra necesidad, y daré las órdenes necesarias para remediarlo.

El conde de Oropesa estaba en cama con un ataque de gota, y cuando empezaban a echar abajo las puertas había escapado so un hábito de monje al convento del Rosario; su esposa e hijos lo hicieron a través de la pared de otra casa, y se refugiaron en la del Inquisidor General Juan Tomás de Rocabertí. El Almirante, al oír las primeras señales de tumulto escapó en un carruaje modesto de dos mulas con las cortinas echadas y tomó un camino no usado hasta Palacio. Lo reconocieron y le llamaron "gallina" y "traidor"; entonces se encerró en su casa con 3.000 hombres de armas y solo salía para ir a Palacio, acompañado por un retén de 100 soldados; la situación del conde de Aguilar y el resto de miembros del Gobierno, los grandes y la nobleza menor era la misma.

Las consecuencias posteriores fueron aprovechadas políticamente en el contexto de los debates por el testamento cambiante del rey (apodado El Hechizado por la historiografía francesa), y que se venían dando con anterioridad al motín. Los partidarios de la sucesión francesa en la persona de Felipe de Anjou, de la casa de Borbón, entre los que destacaba el cardenal Portocarrero, consiguieron apartar del poder a los partidarios de la sucesión austríaca en la persona de Carlos de Habsburgo, de la casa de Habsburgo, apoyados por la reina Mariana de Neoburgo, segunda esposa del rey. El día 22, el embajador imperial Luis Tomás de Harrach informaba a Leopoldo I de la jugada política después del motín: Portocarrero había dado un golpe de Estado. Estaban implicados el marqués de Leganés, sobrino del cardenal Portocarrero, el conde de Benavente, sumiller de corps del Rey; el conde de Monterrey, el embajador francés Harcourt y, por supuesto, Francisco Ronquillo.

La principal víctima fue la persona que ejercía las funciones del valido: Manuel Joaquín Álvarez de Toledo Portugal y Pimentel, VIII conde de Oropesa, austracista, que tras un periodo de apartamiento había vuelto al poder el año anterior en medio de una campaña de descrédito en pasquines y libelos e incluso alguna obra de teatro como El esclavo en grillos de oro, de Francisco Bances Candamo. No fue reemplazado por el cardenal Portocarrero, destacado personaje del partido opuesto borbónico, pues, aunque se le ofreció la presidencia del Consejo de Castilla, no la aceptó y se le otorgó a don Manuel Arias, Comendador de Malta, cercano al Primado y amigo de Ronquillo y Monterrey.

También fue depuesto el corregidor de Madrid, Francisco de Vargas Lezama, siendo sustituido por Francisco Ronquillo, otro miembro del partido opositor borbónico, que durante los disturbios había actuado como intermediario de las reclamaciones de la multitud, siendo llamado y vitoreado por ésta.

Circuló una décima anónima después del motín que denuncia el malestar que originó estos hechos:

Millones, sisa, alcabala / y otras mil imposiciones / dan de comer a ladrones. / Y es, señor, vergüenza mala, / que un reino, con quien no iguala / ninguno, aunque más le sobre, / se vea mendigo y pobre.

Las consecuencias para los amotinados fueron nulas, pues apenas hubo castigos, pero como señala Teófanes Egido (1980):

«No era preciso el esfuerzo dialéctico del conde [de Oropesa] para probar la evidente realidad de que la preparación del clima que disparó el motín, el aprovechamiento de este, la explotación posterior del pánico, estuvo manipulada por las élites de poder rivales que lo que intentaban era un cambio de gobierno al amparo del descontento popular».
El motín madrileño de 1699, Teófanes Egido

Pero el hecho trascendió y fue más allá de solo un cambio de gobierno: también supuso un cambio de heredero y de dinastía reinante.

Muerto Carlos II de España al año siguiente, Felipe de Anjou fue coronado como el rey Felipe V de España y se inició la guerra de Sucesión española.

En la cultura y el arte

El motín de los gatos se describe y desarrolla en un drama romántico de Antonio Gil de Zárate, Carlos II, el Hechizado (1837), que fue harto polémico en su estreno por la visión que daba de la iglesia a través del confesor del monarca, el dominico fray Froilán Díaz, principal responsable del exorcismo que se hizo al monarca.

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