Retrato para niños
Un retrato (del latín retractus) es una pintura, escultura o fotografía que muestra principalmente a una persona. También puede ser la descripción de cómo es alguien, tanto en su apariencia física como en su forma de ser.
En las artes visuales, un retrato busca capturar la imagen de una persona, imitando sus rasgos. En un retrato, la cara y su expresión son muy importantes. El objetivo es mostrar cómo se parece la persona, su personalidad e incluso cómo se siente. Por eso, en fotografía, un retrato no es solo una foto cualquiera, sino una imagen donde la persona suele estar en una posición tranquila.
Los retratos tienen diferentes usos. Por ejemplo, los retratos de líderes se usan a menudo como un símbolo de un país. En muchos lugares, es común ver un retrato del jefe de Estado en los edificios públicos. También se hacen retratos para recordar a una persona y para crear una imagen histórica de quien lo encarga.
El retrato apareció por primera vez en el siglo V antes de Cristo en las monedas de los reyes persas. Su uso se extendió mucho después de la muerte de Alejandro Magno y tuvo un gran desarrollo en la época romana. En la Edad Media, se siguieron haciendo retratos en monedas y medallones.
A veces, hacer un retrato puede limitar la creatividad del artista, porque debe mantener el parecido con la persona real. Sin embargo, un retrato no es solo una copia exacta de los rasgos, sino que el artista interpreta a la persona según su estilo y el arte de su tiempo. Algunos artistas se dedicaron casi por completo al retrato, mientras que otras culturas no lo practicaron, como el arte griego antiguo. La presencia o ausencia de retratos en una civilización dependía de sus ideas y de cómo era su sociedad.
La palabra "retrato" también se usa para describir detalladamente las cualidades de una persona en una obra literaria.
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¿Cómo ha evolucionado el retrato a lo largo del tiempo?
El deseo de representar a una persona es algo natural y muy antiguo. Al principio, se hacía de forma sencilla, como los dibujos de los niños que ponen un nombre a una imagen general. A esto se le llama retrato "intencional". Cuando a esta imagen se le añaden significados que la conectan con la persona, a menudo por razones religiosas, se le llama retrato "simbólico".
Más adelante, surgió el retrato "tipológico". Aunque la imagen aún no se parecía exactamente a la persona, incluía elementos que ayudaban a identificarla, como su ropa, objetos relacionados con ella o su clase social. A menudo, se escribía el nombre de la persona.
Para que sea un retrato "fisonómico" verdadero, la imagen debe mostrar los rasgos individuales de la persona sin otros adornos. Esto incluye representar sus características físicas y también su forma de ser o su estado de ánimo. En el Renacimiento, en Inglaterra, la gente que encargaba tumbas pedía retratos exactos de los fallecidos. El último paso fue capturar en el retrato un juicio sobre la persona, eligiendo una actitud o expresión particular.
También existe el retrato "de reconstrucción". En este caso, el artista no ha visto a la persona y la recrea basándose en la información que tiene, intentando capturar su apariencia y su personalidad. Esto ocurre con los retratos de personajes históricos de los que no se conservan imágenes, como Homero o los Apóstoles. Como estas imágenes son inventadas, a menudo hay retratos muy diferentes de la misma persona histórica.
El retrato en la escultura
Las primeras representaciones de personas en la historia fueron esculturas. Los cráneos humanos encontrados en Jericó, donde se recreaban los rasgos con yeso y los ojos con conchas, muestran el deseo de reconstruir a la persona fallecida. Sin embargo, estos eran retratos "intencionales", ya que seguían patrones generales. Las primeras figuras humanas probablemente tenían significados mágicos o sagrados.
El Antiguo Egipto es un ejemplo de cultura que, aunque tenía la técnica, evitó los retratos fisonómicos durante gran parte de su historia. Muchas figuras representaban a diferentes personas solo por el nombre que se les ponía. El realismo se consideraba algo menor, adecuado para escenas de la vida diaria de las clases bajas. El retrato "tipológico" era común, aunque a veces con pequeños detalles que diferenciaban los rostros. Solo en el Imperio Nuevo, después de una reforma religiosa, se hicieron retratos fisonómicos en Egipto, como los de Akenatón y Nefertiti. Después, se volvió a los retratos "tipológicos".
En Mesopotamia, hasta la época sumeria, se hicieron retratos "intencionales" y "tipológicos", similares a los egipcios pero con más libertad. Algunas de las mejores obras son retratos de gobernantes, que mostraban su majestuosidad. Durante el dominio asirio, los retratos fisonómicos desaparecieron.
La creación del verdadero retrato fisonómico fue obra de la civilización griega. Conocemos los retratos griegos principalmente por las copias romanas. Al principio, las estatuas griegas eran impersonales y simbólicas. Poco a poco, se empezó a reconocer la representación individual como obra de arte.
Las primeras representaciones eran generales. El único retrato de esa época que se puede llamar fisonómico, aunque idealizado, es el de Platón de Silanión. El verdadero retrato fisonómico apareció a mediados del siglo IV antes de Cristo.
Gracias al gran escultor Lisipo y a los cambios sociales, se superaron las dudas sobre el retrato fisonómico. En la época helenística, se lograron representaciones fieles de los rasgos físicos y del espíritu de las personas, como se ve en los retratos de Alejandro Magno. Entre los siglos II y I antes de Cristo, el retrato fisonómico se extendió, no solo para gobernantes, sino también para personas comunes.
El arte del retrato floreció en las esculturas romanas, donde se pedían retratos realistas, incluso si no favorecían a la persona. Los romanos distinguían entre el retrato público (honorífico) y el privado (ligado al culto a los antepasados).
El uso de imágenes de los antepasados se remonta al inicio de la república romana. El estilo de estos retratos, llamado "retrato romano republicano", era muy detallado y mostraba la piel marcada por el tiempo y las duras condiciones de vida.
En la época de Augusto, el arte se volvió más clásico. Los retratos combinaron el estilo oficial y el privado, con una idealización que iba más allá del realismo cotidiano. Con el emperador Trajano, los retratos públicos y privados se unieron. La expresión del emperador mostraba su liderazgo militar, energía y decisión, pero seguía siendo humana y real. En el siglo IV, el retrato se inclinó más hacia la idealización de la persona.
Durante la Edad Media, el arte del retrato desapareció porque la mentalidad cristiana no le daba importancia a la individualidad, prefiriendo los símbolos. El retrato "tipológico" era lo común. Solo en la Baja Edad Media, con el surgimiento de una clase social que valoraba al ser humano, volvieron los retratos. El retrato fisonómico realista más antiguo de una persona viva después de la época clásica fue el de Carlos I de Anjou, hecho por Arnolfo di Cambio en 1277. Los retratos realistas reaparecieron en Borgoña y Francia.
El Renacimiento fue un momento clave para el retrato, por el renovado interés en la naturaleza, el ser humano y el arte romano clásico. El retrato tuvo una función social importante, tanto en escultura (bustos) como en pintura.
El retrato en la pintura
Entre los retratos más antiguos de personas comunes, que no eran reyes ni emperadores, están los retratos funerarios encontrados en el clima seco de Fayum, Egipto. Son los únicos retratos de la época romana que han sobrevivido hasta hoy, además de los frescos.
En la Edad Media, al igual que en la escultura, no hubo retratos verdaderos hasta que surgió una clase social en la Baja Edad Media. Se cree que el retrato fisonómico más antiguo de la Edad Media es el retablo de San Luis de Tolosa que corona al hermano Roberto de Anjou de Simone Martini (1317). En ciudades como Venecia o Florencia, personas adineradas financiaban obras de arte. Así nació la costumbre de representar a quienes encargaban la obra dentro del mismo cuadro, a menudo arrodillados y en menor tamaño, como símbolo de humildad ante lo divino.
El Renacimiento trajo una renovación del retrato pintado, volviendo a ser un tema independiente. Los retratos en medallas se hicieron populares. También circularon pequeños retratos en miniatura, que ayudaban a difundir las imágenes entre las cortes, a menudo con fines de matrimonio.
En la Trinidad de Masaccio, se ve un primer ejemplo de retrato realista de quienes encargaron la obra, representados a tamaño natural junto a la divinidad. También se hizo común incluir retratos de personas de la época en escenas pintadas, ya fueran religiosas o no, como Simonetta Vespucci en varios cuadros de Botticelli.

Casi todos los grandes maestros del Renacimiento se dedicaron al retrato (Piero della Francesca, Antonello da Messina, Sandro Botticelli, Leonardo da Vinci, Tiziano, Rafael). Una excepción notable fue Miguel Ángel, que no hizo retratos realistas de personas. En Occidente, uno de los retratos más famosos es La Gioconda de Leonardo da Vinci, que logró un efecto psicológico extraordinario.
En este mismo período, se extendió la práctica del autorretrato (el artista se pinta a sí mismo), primero como parte de un grupo y luego como tema independiente. El autorretrato en miniatura más antiguo conocido es el de Nicholas Hilliard de 1575. Los primeros autorretratos en el arte occidental aparecieron en el Renacimiento, cuando los artistas pintaban su propia cara entre la multitud en escenas narrativas.
Durante los períodos barroco y rococó, en los siglos XVII y XVIII, los retratos se volvieron muy importantes. En una sociedad donde la burguesía tenía cada vez más poder, las representaciones de personas ricamente vestidas junto a símbolos de riqueza ayudaron a mostrar su autoridad. Artistas como Van Dyck y Rubens destacaron en este género.
En la misma época, el interés por entender los sentimientos humanos llevó a los artistas a explorar las expresiones de las emociones. Los impresionistas como Monet, Degas o Renoir, que usaban a sus familiares y amigos como modelos, pintaban retratos con luz y colores vibrantes, a menudo con un carácter íntimo, lejos del retrato oficial.
Los artistas de principios del siglo XX exploraron nuevas formas de retrato, liberándose de la necesidad de un parecido visual exacto. Henri Matisse simplificó las líneas y los colores para darles más fuerza expresiva. Pablo Picasso hizo muchos retratos en estilo cubista, donde el modelo apenas era reconocible. El arte del retrato en pintura disminuyó a mediados de siglo, quizás por el creciente interés en el arte abstracto. Sin embargo, más recientemente, el retrato ha vuelto a resurgir.
El retrato es un tema fascinante porque combina muchas de las funciones de la pintura.
La fotografía de retratos

Desde el inicio de la fotografía, la gente ha hecho retratos. La popularidad de los daguerrotipos a mediados del siglo XIX se debió en gran parte a la demanda de retratos económicos. Los estudios de fotografía se multiplicaron, y algunos hacían más de 500 fotos al día. El estilo de estos primeros trabajos reflejaba las dificultades técnicas, como los largos tiempos de exposición (30 segundos). Las personas solían sentarse frente a fondos lisos y se iluminaban con luz natural o espejos.
Los retratos fotográficos son una actividad comercial que sigue siendo popular en todo el mundo. Muchas personas pagan a profesionales para que les hagan retratos familiares, o fotos de eventos importantes como bodas, graduaciones o ceremonias religiosas. Las fotografías de personas fallecidas también fueron muy comunes en el siglo XIX y principios del XX.
A medida que las técnicas fotográficas mejoraron, algunos fotógrafos valientes llevaron su talento fuera de los estudios: a campos de batalla, bosques o el océano. William Shew, Roger Fenton y Mathes Brady sentaron las bases para los retratos y otras fotografías tomadas al aire libre.
Tipos de retrato en imagen y cine
En el cine y la fotografía, se habla de tipos de retrato según el tipo de "plano" o encuadre:
- Plano entero (PE): Muestra la figura completa de la persona, de pies a cabeza.
- Tres cuartos o Plano americano (PA): Corta la figura aproximadamente por las rodillas. Es bueno para encuadrar a varias personas interactuando.
- Plano medio (PM): Corta el cuerpo a la altura de la cintura. Es una buena distancia para mostrar la relación entre dos personas, como en una entrevista.
- Busto o Plano medio corto (PMC): Muestra el cuerpo desde la cabeza hasta la mitad del pecho. Este plano aísla a la persona de su entorno para que la atención se centre en ella.
- Primer plano (PP): Muestra el rostro y los hombros. Este plano, junto con el Plano detalle y el Primerísimo primer plano, crea una sensación de cercanía e intimidad con la persona.
- Primerísimo primer plano (PPP): Captura el rostro desde la barbilla hasta la parte superior de la cabeza. También le da mucho significado a la imagen.
- Plano detalle (PD): Muestra una pequeña parte de un cuerpo u objeto. En esta parte se concentra la mayor expresión, y los gestos se intensifican por la cercanía de la cámara. Sirve para resaltar algo específico.
El retrato en la literatura
En la literatura, un retrato es una descripción detallada y extensa de un personaje. Presenta sus cualidades físicas y su forma de ser al mismo tiempo. Un retrato escrito a menudo ofrece una visión profunda y un análisis que va más allá de lo superficial.
Un retrato literario puede ser a veces exagerado o humorístico, y no solo describe lo físico, sino también la personalidad o el significado simbólico. El retrato (o el autorretrato) puede aparecer como una escena fija que ocupa poco tiempo, o construirse a lo largo de toda la obra. El autor puede elegir qué aspectos de la persona describir, incluso ignorando los rasgos físicos para centrarse solo en su personalidad o simbolismo.
Ejemplo de retrato: "En verdad, el aspecto externo de Momo era un poco extraño y tal vez podía asustar algo a la gente que da mucha importancia al aseo y al orden. Era pequeña y bastante flaca, de modo que ni con la mejor voluntad se podía decir si tenía ocho años o ya doce. Tenía el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y parecía no haberse enfrentado nunca a un peine o unas tijeras. Tenía unos ojos muy grandes, muy hermosos y también negros como la pez y unos pies del mismo color, pues casi siempre iba descalza". (Retrato físico de Momo, de Michael Ende).
Galería de imágenes
Véase también
En inglés: Portrait Facts for Kids
- Autorretrato
- Retrato en miniatura
- Anexo:Retrato de hombre