Monasterio de Santa Catalina de Siena (Buenos Aires) para niños
El Monasterio de las Catalinas, también conocido como Monasterio de Santa Catalina de Siena, es un edificio histórico muy importante en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Está junto a la Iglesia de Santa Catalina de Siena, en el barrio de San Nicolás. Fue el primer monasterio para mujeres en la ciudad y uno de los más antiguos de la época colonial, con una fuerte conexión con la historia del país.
Contenido
¿Cómo se originó el Monasterio de las Catalinas?
Los primeros pasos para su construcción
A principios del siglo XVIII, hubo un gran interés en construir más conventos en la ciudad. Así, en 1717, el sacerdote Dionisio de Torres Briceño obtuvo permiso del Rey Felipe V de España para fundar un convento de monjas dominicas. Estas monjas, también llamadas Monjas Catalinas, pertenecen a la Segunda Orden Dominicana.
Al principio, Briceño quiso construir el monasterio en la esquina de las calles Defensa y México. Las obras comenzaron en 1727, siguiendo los planos de los arquitectos Juan Bautista Prímoli y Andrés Bianchi. Sin embargo, Briceño falleció en 1729, y la construcción se detuvo por falta de dinero y dudas sobre la ubicación.
Un nuevo lugar para el Monasterio
En 1737, el nuevo gobernador, Miguel de Salcedo, encargó a Juan de Narbona que continuara la obra. Narbona sugirió cambiar la ubicación, ya que el lugar original era bajo y muy transitado. Propuso un nuevo terreno en el barrio del Retiro, a siete cuadras de la Plaza Mayor. Este lugar era más alto, tenía vista al Río de la Plata y estaba más tranquilo, pero cerca del centro.
Aunque el Cabildo de Buenos Aires no estaba de acuerdo, el obispado sí lo apoyó. Finalmente, el gobernador autorizó el cambio en 1737. Narbona compró las tierras y comenzó la construcción en 1738, usando los planos originales con algunas mejoras.
La inauguración del Monasterio
Para fundar el monasterio, cinco religiosas llegaron desde el Monasterio de Santa Catalina de Siena en Córdoba. Después de un viaje de quince días, llegaron a Buenos Aires el 25 de mayo de 1745.
El 21 de diciembre de 1745, la iglesia y el convento se inauguraron, aunque las obras no estaban del todo terminadas. Estuvieron presentes el obispo José de Peralta Barrionuevo y el nuevo gobernador José de Andonaegui. Ese día, las monjas fundadoras y cinco nuevas aspirantes fueron llevadas en carruajes a la Catedral de Buenos Aires y de allí caminaron en procesión hasta el monasterio. La ciudad celebró con luces durante tres noches, y en el monasterio hubo fiestas religiosas por varios días.
¿Cómo es la arquitectura del Monasterio?
La entrada principal de la iglesia tiene un arco rodeado por pilastras y un frontón clásico. La única torre está a la izquierda del edificio. El interior tiene una sola nave. A la izquierda del altar, una gran reja conecta con el coro bajo. Arriba, hay un coro alto con galerías y ventanas redondas. A través de estas ventanas y la reja, las monjas podían participar en las ceremonias sin ser vistas.
Las fachadas del convento y la iglesia fueron modificadas en 1910 por el arquitecto Juan A. Buschiazzo, perdiendo parte de su diseño original. En esa modificación se añadieron los vitrales y la imagen de Santa Catalina de Siena en la parte superior. Los altares son de los siglos XVIII y principios del XIX. El retablo mayor, de 1776, mide 12 metros de altura y fue tallado por el artista español Isidro Lorea.
El convento, pegado a la iglesia, fue construido con ladrillo y cal. Tiene dos pisos con dos patios interiores (claustros), uno alto y otro bajo, y celdas para cuarenta monjas. En el piso de arriba, además de las celdas, hay una pequeña habitación con una cúpula que se conecta visualmente con el altar de la iglesia, conocida como la capilla del noviciado.
¿Qué pasó después con el Monasterio?
En 1770, de las treinta y seis celdas, algunas se usaban para el comedor, la despensa, la cocina y otras actividades, por lo que las monjas compartían las celdas de a dos o tres.
En 1875, la puerta principal sobre la calle San Martín se cerró y la entrada se movió a la calle Viamonte, para mayor comodidad de las monjas y los capellanes.
En 1964, la orden dominicana comenzó una restauración para devolverle al monasterio su aspecto original del siglo XVIII. Las monjas vivieron allí hasta 1974, cuando se mudaron a un nuevo monasterio en San Justo y donaron los edificios al Arzobispado de Buenos Aires. Desde 2001, el monasterio funciona como un centro de atención espiritual.
A partir del año 2000, se realizaron nuevos trabajos de restauración para recuperar su estado original. Se encargaron baldosas nuevas a Inglaterra, similares a las antiguas, y los muros solo pueden pintarse con cal. En el patio central, de unos 1000 metros cuadrados, aún se conservan centenarios palos borrachos.
¿Cómo se ingresaba al Convento?
Para ingresar al convento, las reglas de la época exigían varias cosas:
- Tener vocación y buenas costumbres.
- Tener al menos quince años.
- Estar en buena condición física para seguir las reglas.
- No haber pertenecido a otra orden ni estar casada.
- Haber nacido de forma legítima.
- Tener "limpieza de sangre", es decir, no ser descendiente de esclavos, mulatos, mestizos, musulmanes, herejes o judíos. Si se descubría alguna de estas condiciones después, la entrada se consideraba nula.
- Pagar una dote.
La dote era una cantidad de dinero que la aspirante a monja debía entregar al monasterio antes de convertirse en religiosa. Las dotes se pagaban en plata y variaban según el tipo de monja. El dinero de la dote se invertía y la renta se usaba para cubrir los gastos de la monja, como ropa, comida y atención médica.
Si una mujer no tenía suficiente dinero para la dote, la priora (la superiora del convento) podía reducir el monto si la aspirante sabía tocar el órgano o el clave, o si su familia se comprometía a realizar ciertas tareas. En algunos casos, mujeres con pocos recursos pedían permiso al Virrey para pedir limosna públicamente y así reunir su dote.
Para las familias, tener una hija en el convento daba prestigio social. Además, las oraciones de una monja se consideraban importantes para la salvación de las almas. Las novicias, antes de profesar, debían renunciar a su herencia a favor de sus padres o hermanos. La dote para el convento era aproximadamente la mitad de lo que se solía dar para casar a una hija.
¿Cómo se organizaba el convento?
Las monjas y sus roles
Dentro del convento, había una organización clara:
- Monjas de velo negro: Eran monjas contemplativas, dedicadas principalmente a la oración y al estudio del latín. También realizaban trabajos manuales.
- Monjas de velo blanco: Eran menos numerosas y se encargaban de las tareas domésticas. Llevaban un velo blanco y, aunque no estaban obligadas a rezar el oficio divino, debían rezar ciertas oraciones y asistir a misa.
Durante el período colonial, ingresaron 12 monjas de velo blanco de un total de 97 en el monasterio.
Había 24 cargos diferentes en el convento, como Priora, Maestra de novicias, cocinera, enfermeras, y secretaria. Las monjas realizaban trabajos como encuadernar libros, restaurar obras de arte, confeccionar adornos religiosos, bordados y costura. Algunas también se dedicaban a la literatura, la poesía y la música.
Las Prioras
La Priora era la líder del convento y se elegía cada tres años por voto secreto de las monjas con más de doce años de profesión. Su elección debía ser confirmada por el obispo y no podía ser reelegida de inmediato. La Priora, a su vez, elegía a la Superiora y, junto con un consejo de cuatro monjas mayores, elegía a las demás encargadas.
Las tres primeras prioras vinieron del Monasterio de las Catalinas de Córdoba. De las 97 monjas que ingresaron hasta 1810, dieciocho llegaron a ser Prioras, algunas en más de una ocasión. Muchas de ellas provenían de familias importantes de la sociedad. Aunque el síndico se encargaba de la economía, las Prioras también participaban en decisiones sobre obras y deudas del convento.
Las Donadas
Las "donadas" eran sirvientas de confianza que vestían el hábito de las monjas y estaban a cargo de los esclavos y otros sirvientes. Podían quedarse en el convento toda su vida y algunas incluso se convertían en terciarias de la orden. Eran de clases sociales bajas, de origen mestizo o esclavas liberadas que deseaban vivir en un ambiente religioso y se dedicaban a las tareas del hogar. En 1766, había seis donadas en el Monasterio de Santa Catalina.
Esclavas
Los esclavos eran adquiridos por compra, donación o, en su mayoría, llegaban con las monjas al ingresar al convento. Hasta 1810, las monjas aportaron quince esclavos al convento. La mayoría de ellos no se dedicaban al servicio personal de una monja, sino al servicio general del convento. Algunas esclavas vivían dentro del convento, pero la mayoría vivía fuera, en un área cercana al monasterio. En 1778, había siete esclavas viviendo dentro del convento.
El Monasterio en la historia argentina
La invasión británica de 1807
En julio de 1807, durante la Segunda invasión inglesa al Río de la Plata, el convento fue ocupado por las tropas británicas, al igual que otros conventos e iglesias de la ciudad.
En la mañana del 5 de julio de 1807, el monasterio fue tomado por el 5º regimiento inglés, que permaneció allí hasta la rendición británica el día 7. Las monjas se quedaron en una celda oscura y sin comida, pero no fueron agredidas por los soldados. Sin embargo, el convento sufrió daños y saqueos; en la iglesia se rompieron imágenes y se robaron adornos y objetos sagrados.
El 7 de julio, el Monasterio de Santa Catalina, como muchos otros lugares, se convirtió en un hospital improvisado para atender a los heridos de ambos bandos.
Eventos posteriores a la Revolución de Mayo
Frente al Monasterio, en la "casa de mixtos", estaban los almacenes del Real Cuerpo de Artillería, custodiados por tropas. Después de la Revolución de Mayo, en junio de 1811, una expedición militar chilena fue alojada en sus instalaciones. Durante el Primer Bombardeo de Buenos Aires (1811), el depósito de pólvora, que estaba cerca, fue trasladado a la Iglesia de San Nicolás (donde hoy está el Obelisco), para protegerlo de las bombas enemigas. Más de 100 cajas y barriles fueron trasladados rápidamente con la ayuda de los soldados.
La reforma eclesiástica de 1821, impulsada por Bernardino Rivadavia, que eliminó algunas órdenes religiosas y confiscó sus bienes, respetó al Monasterio de las Catalinas.
Después de la caída de Juan Manuel de Rosas, las familias más importantes de Buenos Aires se mudaron a esta zona, lo que hizo que el "Barrio de las Catalinas" fuera muy importante en la sociedad porteña.
Hasta 1872, los barcos en el Puerto de Buenos Aires descargaban en un lugar natural, y la carga se pasaba a carretas. Ese año, se construyó un largo muelle llamado "de las Catalinas" porque estaba frente al monasterio. Este muelle, que se adentraba varios cientos de metros en el río, funcionó durante dos décadas hasta que el puerto fue reorganizado. Tenía vías de tren y grandes depósitos.
En 1889, frente al monasterio, se construyó el edificio "Bon Marché", que luego fue comprado por el ferrocarril y hoy es el centro comercial Galerías Pacífico.
La Iglesia de Santa Catalina de Siena fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1942, y el Monasterio recibió la misma distinción en 1975.
¿Qué valor tiene el Monasterio hoy?
El Monasterio de las Catalinas forma parte de un Área de Protección Histórica (APH 51), lo que significa que no puede ser modificado de ninguna manera. Esto asegura que su valor histórico y arquitectónico se conserve para el futuro.
La experiencia Casa FOA
En 2001, el monasterio fue sede de Casa FOA, una exposición de diseño y arquitectura. La idea era que los fondos para la restauración vinieran de empresas privadas. Aunque se pidió ayuda al estado, no se pudo obtener un subsidio. Por eso, se recurrió a préstamos privados, justo antes de la crisis económica de 2001.
La exposición se enfocó en que los diseñadores y arquitectos respetaran el edificio histórico y resaltaran su belleza. Se hizo un inventario de todo lo que había, clasificando el valor cultural de cada objeto y mueble, y guardándolos en el seminario. Esto fue clave para que los espacios pudieran ser usados por los estudios de arquitectura y diseño.
Descubrimientos arqueológicos
Gracias a la decisión de instalar Casa FOA y de investigar la estructura del edificio, se encontraron muchos objetos históricos. Esto llevó a que la Dirección General de Patrimonio supervisara las excavaciones. La importancia de estos descubrimientos, que muestran cómo era la vida en la época, hizo que se realizaran más investigaciones. Por primera vez, en la exposición de diseño, se dedicó un espacio exclusivo a estos hallazgos, y algunos objetos pueden visitarse hoy en el Convento.
Para mantener el patrimonio intacto mientras se realizaban las excavaciones, fue necesario que trabajaran juntos expertos de diferentes áreas. La principal zona de trabajo fueron los "lugares comunes" del convento, que era como se llamaban a los baños en el siglo XVIII. Entre los objetos encontrados, la mayoría eran de uso doméstico, tanto de Argentina como de Europa.