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Historia de la iluminación para niños

Enciclopedia para niños

La iluminación artificial ha sido una parte muy importante de la vida humana durante miles de años. Desde las primeras llamas hasta las luces más modernas, la forma en que iluminamos nuestro mundo ha cambiado mucho.

Archivo:Lampe a graisse - Lascaux
Lámpara de aceite de arenisca roja encontrada cerca del pozo en la cueva de Lascaux, de unos 17.000 años (15000 a. C.
Archivo:Carl Saltzmann Erste elektrische Straßenbeleuchtung
Carl Saltzmann: Erste elektrische Straßenbeleuchtung in Berlin, 1884

La historia de la iluminación nos cuenta cómo hemos aprendido a crear luz usando fuentes artificiales, desde la prehistoria hasta hoy.

Las primeras luces: Llamas abiertas

Hace mucho tiempo, la única forma de tener luz era con una llama abierta. Imagina que no existían las bombillas ni las linternas. La gente usaba lo que tenía a mano.

Una de las fuentes de luz más antiguas en Europa Central era la viruta de pino. Era un trozo de madera de pino, que tiene mucha resina. Cuando se cortaba en tiras finas, ardía por unos minutos, dando luz.

De estas virutas nacieron las antorchas. Eran trozos de madera a los que se les añadía material que ardía mejor, como resina o brea, para que la llama fuera más grande y durara más. La madera ya no era el combustible, sino el soporte para la llama.

Mechas y lámparas: Controlando el fuego

Archivo:Whale-oil-lamp
Lámpara de aceite o lámpara de espermaceti del siglo XVIII. Chapa de hierro con mecha de algodón. de Alemania

Con la lámpara de aceite, las cosas cambiaron. Se separaron las funciones: la mecha era el quemador, y el combustible (grasa animal, aceites vegetales o ceras) estaba en un recipiente aparte. Esto fue un gran avance porque permitía controlar el fuego, haciéndolo más seguro y constante. Se dice que el uso de la mecha fue la "primera revolución en la tecnología de iluminación".

En el siglo XVIII, la gente usaba principalmente velas de cera de abejas si tenían dinero, o velas de sebo (grasa animal) y aceite de oliva si eran más humildes. Las velas de cera eran muy caras.

A finales del siglo XVIII, un inventor suizo llamado Aimé Argand creó la lámpara Argand. Tenía una mecha redonda y un cilindro de vidrio que mejoraba la entrada de oxígeno a la llama. Esto hacía que la luz fuera mucho más brillante y limpia, sin tanto humo. Cuando se descubrieron los campos petrolíferos en Pensilvania, el petróleo se convirtió en un combustible más barato y limpio, y la lámpara de queroseno se hizo muy popular, usando el mismo principio de Argand.

Luz de gas: Iluminando ciudades

En 1862, Friedrich Wöhler descubrió cómo obtener acetileno de la cal. Este gas ardía con una llama muy brillante y se usó en las lámparas de carburo, ideales para mineros o para iluminar cuevas. Estas lámparas eran muy versátiles y se usaron en faros de vehículos, lámparas de mano y de mesa. Sin embargo, el gas de carburo tenía un olor fuerte y no se quemaba por completo, por lo que no era ideal para las casas.

El gas de hulla, que se obtenía de la coquización de la hulla (un proceso para hacer coque), era más limpio y sin olor. Se usó mucho para el alumbrado público y en fábricas. Para finales del siglo XIX, el gas llegó a los hogares de las ciudades, especialmente en Inglaterra y Alemania. La luz de gas era tan brillante que la gente se sorprendía de que no necesitara una mecha visible.

Luz de distancia: Más brillo, más alcance

Las llamas de gas abiertas no daban mucha luz a lo lejos. Pero la luz incandescente era diferente: brillaba con tanta intensidad que podía iluminar áreas grandes. Carl Auer von Welsbach aplicó el principio de incandescencia (que un material brille al calentarse mucho) a la iluminación de gas. Inventó la camisa incandescente, un tejido que brillaba intensamente con una pequeña llama de gas, dando mucha más luz con menos consumo de gas.

La luz incandescente de gas se convirtió en una fuerte competencia para la nueva y costosa luz eléctrica, que aún no tenía una red de distribución. Alrededor de 1900, la luz de gas era la forma de iluminación más usada en la industria y las ciudades. Sin embargo, tenía desventajas: no se podía mover fácilmente, generaba mucho calor y había riesgo de incendio, lo que limitaba su uso fuera de las ciudades.

Electricidad: La gran revolución

Archivo:Carl Saltzmann Erste elektrische Straßenbeleuchtung
Carl Saltzmann: Erste elektrische Straßenbeleuchtung in Berlin, 1884 Primer alumbrado público eléctrico en Berlín

La llegada de la electricidad cambió todo. La "vela Yablochkov", una lámpara de arco de carbón, fue una de las primeras luces eléctricas prácticas. Daba una luz muy brillante y deslumbrante, usada principalmente en fábricas y exteriores, pero no en casas.

En 1879, Thomas Edison revolucionó la iluminación. Aunque otros ya habían pensado en la bombilla, Edison fue el primero en crear un filamento duradero (hecho de fibras de bambú carbonizadas) que duraba unas 40 horas. Lo más importante es que Edison creó un sistema completo: cómo generar la electricidad, cómo distribuirla, interruptores y fusibles. Esto hizo que la luz eléctrica fuera práctica y accesible para todos. Al principio, la luz eléctrica era un lujo, pero pronto se hizo más común.

Para que la luz eléctrica superara a la de gas, se necesitaba una bombilla que durara más. El mismo Carl Auer que mejoró la luz de gas, inventó la bombilla con filamento de metal. Este filamento era más brillante y duradero. Hoy en día, los filamentos de tungsteno son los más usados, gracias al trabajo de William David Coolidge y empresas como Osram.

El siglo XX y más allá

A principios del siglo XX, la electricidad aún era cara y no estaba en todas partes. En la década de 1920, solo la mitad de Berlín tenía electricidad. Al principio, la electricidad se veía solo como una fuente de luz, no para otros aparatos. Los altos costos de conexión y de las bombillas hacían que fuera un lujo.

Sin embargo, los beneficios de la luz eléctrica eran enormes. Se podía trabajar de noche, las fábricas podían operar 24 horas al día. Las casas podían iluminarse por completo. Las calles se volvieron más seguras por la noche. No había olor a petróleo ni riesgo de incendios como con las lámparas antiguas. La electricidad se convirtió en sinónimo de limpieza, practicidad y modernidad.

Hoy en día, seguimos innovando en iluminación con tecnologías como los LED (diodos emisores de luz) y las lámparas fluorescentes compactas, que son mucho más eficientes y duraderas. Los LED azules, por ejemplo, fueron un gran avance que permitió crear luces blancas muy eficientes. La preocupación por el medio ambiente y el ahorro de energía ha llevado a que las bombillas incandescentes tradicionales se estén dejando de usar en muchos lugares.

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