Motín de las quintas de Barcelona (1773) para niños
El motín de las quintas (también conocido como Avalot de les quintes en catalán) fue un importante levantamiento que ocurrió en Barcelona (España) en el año 1773. Este evento se desató cuando se publicó una nueva ley llamada Real Ordenanza de Quintas, aprobada en 1770 por el rey Carlos III. Esta ley obligaba a reclutar a un número específico de hombres para el ejército mediante un sorteo, algo que no era bien recibido en la región.
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¿Qué fue el sistema de quintas?
El sistema de "quintas" era una forma de reclutamiento militar obligatorio. Imaginemos que de cada cinco jóvenes, uno era elegido para servir en el ejército. Este sistema no era nuevo, pero en Cataluña, la gente prefería un método diferente: el reclutamiento de voluntarios que eran pagados por los pueblos.
Primeros conflictos por las quintas
Ya en 1743, hubo un problema similar en Cervera por una "quinta". Esto se debía a que el sistema de sorteo para el ejército iba en contra de las costumbres y leyes tradicionales que existían en Cataluña antes de que cambiaran las normas de gobierno.
La nueva ley de Carlos III y la reacción en Cataluña
En 1770, el rey Carlos III decidió que el sistema de "quintas" sería la forma principal de reclutar soldados en todo el reino. Esta ley establecía que los hombres elegidos debían servir en el ejército entre seis y ocho años, dependiendo de su edad. Se les permitían cuatro meses de permiso al año para ayudar en las tareas del campo.
Esta orden causó un gran descontento en Cataluña. Representantes de las doce regiones (llamadas corregimientos) se reunieron en Barcelona. Se autoproclamaron una "Diputación de Cataluña", recordando a una antigua institución de gobierno que había sido eliminada.
El 13 de febrero de 1773, estos representantes enviaron una carta al rey. En ella, explicaban que la nueva ley de "quintas" causaría muchos problemas a la economía catalana, que en ese momento generaba muchos ingresos para el reino. Propusieron que, en lugar de obligar a los hombres, se buscaran 2400 voluntarios para ese año, siguiendo el método tradicional de la región.
El gran levantamiento de 1773
La petición de los catalanes fue rechazada el 28 de febrero de 1773. Esto aumentó el malestar y, el 4 de mayo, se produjo un gran alboroto. El barón de Maldá, quien fue testigo de los hechos, lo describió como "el gran alboroto de los jóvenes solteros, a causa de quererlos alistar y quintar, violentamente, desde la edad de dieciséis años hasta treinta y seis".
¿Cómo empezó el motín?
El barón de Maldá contó que muchos jóvenes se levantaron temprano por la mañana, temiendo ser reclutados. Algunos encontraron las puertas de la ciudad cerradas y se dirigieron en grupo a la Catedral. Iban armados con bastones y trozos de madera, y lograron que otros se unieran a ellos. Una vez en la Catedral, con mucha furia, pidieron al monje las llaves para subir al campanario. No hubo forma de detener a tantos jóvenes. Tomaron las cuerdas de las campanas y las hicieron sonar sin parar, como una señal de alarma.
Consecuencias del motín
Después de que las campanas sonaran como una llamada de emergencia (un "somatén"), hubo enfrentamientos entre los jóvenes sublevados y los militares. El resultado fue trágico: siete personas perdieron la vida y más de cincuenta resultaron heridas, algunas de las cuales fallecieron después en el hospital.
El capitán general, que era la máxima autoridad en Cataluña, pidió refuerzos militares. Sin embargo, la situación solo se calmó gracias a la intervención de los gremios (asociaciones de artesanos y comerciantes). En una negociación secreta, los gremios lograron un acuerdo: se contratarían voluntarios pagados, pero se haría un sorteo de "quintas" arreglado para que pareciera que se cumplían las órdenes del rey.
La preocupación del Consejo de Castilla
El papel de los gremios, que actuaron como si fueran una autoridad de gobierno, preocupó mucho al Consejo de Castilla (un importante órgano de gobierno del rey). Pensaron que los gremios estaban intentando reconstruir una forma de gobierno propia de Cataluña. El Consejo de Castilla ordenó que los gremios no volvieran a intervenir en asuntos públicos. También expresaron su preocupación porque "el clero, la nobleza y el pueblo de Cataluña piensan del mismo modo" sobre estas cuestiones, lo que indicaba una unidad en el descontento.
El obispo José Climent intentó ayudar a los presos y a los participantes del motín ante el fiscal del Consejo de Castilla, Pedro Rodríguez Campomanes. Por esta acción, el obispo tuvo que renunciar a su cargo en 1775.