Cabezo Pequeño del Estaño para niños
El yacimiento arqueológico de Cabezo Pequeño del Estaño es un antiguo poblado amurallado de la Edad del Hierro (entre los siglos VIII y VI antes de Cristo). Se encuentra en un pequeño cerro, cerca de Guardamar del Segura en Alicante, España, junto al río Segura.
Desde el siglo IX antes de Cristo, los fenicios llegaron a las costas de la Península Ibérica. Buscaban materias primas, sobre todo metales, que conseguían intercambiando con los habitantes de la zona. Los fenicios eran grandes comerciantes y navegantes, y ayudaron a transmitir conocimientos entre Oriente y Occidente. Por eso, construyeron muchos asentamientos en la costa. Elegían lugares altos cerca de la desembocadura de los ríos o en islas cercanas a tierra firme. A veces, levantaban grandes fortificaciones para proteger sus productos y el comercio.
A finales del siglo IX antes de Cristo, hay pruebas de que los fenicios ya estaban en la zona del estuario del río Segura. Esto se sabe por estudios de datación por radiocarbono de excavaciones realizadas entre 2013 y 2017. El lugar era ideal para ellos: había un cerro costero que servía de guía para los barcos (donde hoy está el Castillo de Guardamar). Allí pudieron fundar un santuario para el comercio. En las excavaciones se han encontrado objetos fenicios como pesas de telar, piezas de metal y platos.
A los pies del cerro, el entorno era muy fértil y con aguas poco profundas, perfectas para que los barcos fenicios pudieran anclar. Al oeste y al sur había montañas ricas en metales, donde vivían algunos pueblos nativos, importantes para el comercio. Cerca también había lagunas de donde podían sacar sal fácilmente, algo esencial para conservar los alimentos en sus largos viajes.
Al sur del estuario, en un pequeño cerro, los fenicios encontraron el lugar perfecto para construir una de sus primeras factorías: el Cabezo Pequeño del Estaño. Los estudios recientes muestran que este lugar estaba en la costa y tenía un puerto. Hoy está a unos 2 kilómetros de la costa actual debido a los sedimentos que ha arrastrado el río. El asentamiento estaba muy fortificado, especialmente por el lado de tierra, con murallas muy grandes que mostraban la presencia de una población diferente.
Sobre la roca, los fenicios diseñaron un plano de ciudad práctico y adaptable, que ya habían usado en otros lugares. La fortificación era fuerte y útil, capaz de proteger a una pequeña comunidad y de almacenar los productos del comercio.
¿Cómo era la muralla de Cabezo Pequeño del Estaño?
La fortificación que se ve en el yacimiento es de un estilo típico de Oriente, muy parecido a otras que se encuentran en el Líbano e Israel. Se adaptaba al terreno con una forma de construcción y unas medidas que no se conocían en la Península Ibérica en ese momento. Para construirla, usaron las técnicas más avanzadas de la época: muros rectos, torres huecas con bancos, pasillos en la parte alta de la muralla (adarves), plazas y casas cuadradas. Usaron un sistema de medida basado en el codo (0,52 metros), que los fenicios habían aprendido de los egipcios.
La muralla tenía dos paredes paralelas, y entre ellas, había espacios rectangulares llamados "casamatas". Estas casamatas tenían una puerta y servían para guardar ánforas, odres y todos los objetos y materias primas que obtenían.
¿Por qué se abandonó el poblado fenicio?
La gran muralla de casamatas y bastiones, de la que solo se conserva una cuarta parte, sugiere que las relaciones con los pueblos locales no siempre fueron pacíficas. Dentro de las casamatas, los arqueólogos han encontrado restos de trigo candeal y cebada, junto con semillas de malas hierbas. Esto indica que los cereales se limpiaban dentro de la muralla, lo que sugiere que la sensación de peligro era constante.
A mediados del siglo VIII antes de Cristo, un pequeño terremoto dañó este proyecto de ciudad que estaba creciendo y atrayendo a más gente, incluyendo a muchos habitantes de la zona y a las primeras generaciones nacidas de la mezcla de culturas. La primera muralla de casamatas se derrumbó parcialmente, llenando algunas calles de escombros y piedras, y no la reconstruyeron igual.
Los habitantes del antiguo asentamiento fenicio construyeron refuerzos y taludes (paredes inclinadas) para intentar seguir viviendo allí. En la última etapa, sobre los restos del terremoto, se construyó un taller de metalurgia de forma circular. Allí se encontraron herramientas relacionadas con la purificación de la plata, como morteros, machacadores, toberas, coladores, un pequeño horno, ánforas y grandes vasijas para agua, y restos de mineral con plomo y plata.
A pesar de esto, la mayoría de la gente abandonó el lugar y buscó un sitio mejor, más cerca del mar abierto. El terremoto no fue la única razón del abandono; el Cabezo se estaba quedando pequeño, y la acumulación de sedimentos del río Segura hacía cada vez más difícil que los barcos pudieran atracar. Todos estos factores llevaron a la población a trasladarse a La Fonteta, donde se construiría otra muralla, diseñada para resistir los terremotos de la región.
Las excavaciones indican que durante el siglo VII antes de Cristo, un grupo de artesanos todavía vivía en el poblado, fabricando objetos de metal en sus hornos y forjas. Aunque el lugar estaba parcialmente abandonado, la muralla seguía en pie, en forma de talud, con un gran soporte para ambos lados y una escalera para entrar en la ciudadela. En este momento, se construyó una gran casa circular con bancos de adobe, donde se realizaban actividades artesanales. El enorme crecimiento de la cercana Fonteta probablemente causó el abandono definitivo y la ruina del Cabezo Pequeño del Estaño. Con el tiempo, las casas se derrumbaron y la memoria de este importante lugar para la historia del Mediterráneo occidental se fue perdiendo.
Mucho después, en el siglo I antes de Cristo, una familia de campesinos romanos construyó su pequeña casa sobre las ruinas del antiguo poblado fenicio, seguramente sin saber lo que había debajo. El Cabezo Pequeño del Estaño quedó oculto bajo tierra, hasta que una cantera lo destruyó casi por completo a finales del siglo XX. Pero el esfuerzo de los arqueólogos y el interés de la gente de Guardamar han permitido recuperarlo del olvido. Hoy forma parte del rico patrimonio cultural de esta localidad.
Gracias a las investigaciones del Museo Arqueológico de Guardamar y la Universidad de Alicante, dirigidas por Antonio García Menárguez y Fernando Prados Martínez, el yacimiento es reconocido a nivel internacional. Su protección, que es tarea de todos, lo ha convertido en un recurso científico y cultural muy importante.