El Bulero para niños
La Leyenda de El Bulero es una historia popular que se cuenta de boca en boca en la ciudad de Gracias, en Honduras. Es un relato que mezcla elementos fantásticos con hechos históricos, y ocurrió hace mucho tiempo en lo que antes se conocía como Gracias a Dios.
Contenido
¿Qué sucedió en la leyenda de El Bulero?
La llegada del Bulero a Gracias
En el siglo XVIII, un hombre llegó a la antigua ciudad de Gracias. A este hombre se le conocía como "el bulero". Su trabajo era vender unos documentos especiales que permitían a las personas comer carne en días en que la iglesia católica lo prohibía.
El incidente en la feria
Un día, el bulero vio a varias personas jugando a las cartas en la feria del pueblo. Decidió unirse a una partida en la que también jugaba la esposa del alcalde. Durante el juego, la esposa del alcalde hizo trampa para ganar. El bulero se dio cuenta, se enojó mucho y le dio una bofetada a la mujer. Los otros jugadores se levantaron, listos para castigar al bulero por haber insultado a la esposa del alcalde.
La persecución y el refugio en la iglesia
El bulero logró escapar y empezó a correr. Se dio cuenta de que cada vez más gente lo perseguía, pues la noticia se había extendido rápidamente. Para protegerse, entró corriendo al templo de La Merced, que estaba a unos 100 metros de la plaza principal. Se escondió detrás del altar de la virgen de La Merced.
Los frailes del templo intentaron detener a la gente enojada. Les pidieron que no causaran problemas dentro del lugar sagrado y prometieron entregar al bulero. Sin embargo, la gente estaba muy furiosa. Con piedras y palos en las manos, entraron al templo y destruyeron todo a su paso.
El castigo y la maldición
Una de las piedras lanzadas golpeó la imagen de la Virgen de Las Mercedes, dejándole una marca en la frente. La multitud logró atrapar al bulero, lo ataron y lo arrastraron fuera del templo. La leyenda cuenta que lo decapitaron y que su cabeza fue cocinada en aceite hirviendo.
Los frailes Mercedarios, muy afectados por este acto de violencia y falta de respeto, cubrieron el templo con telas negras. Salieron a las calles y plazas, lanzando una maldición sobre el pueblo. Regaron sal por donde pasaban, declarando que la maldición afectaría a los habitantes hasta la quinta generación. También hicieron sonar las campanas de las iglesias de Gracias de una manera triste, como si anunciaran una tragedia. Después de esto, los frailes Mercedarios decidieron irse de la ciudad, sacudiendo sus sandalias para mostrar que no querían llevarse nada impuro con ellos.
La peste y la ayuda de los sacerdotes
Poco después de la partida de los frailes, una enfermedad grave, como una peste, afectó a los habitantes de Gracias. Muchas personas fallecieron, y algunos de los que sobrevivieron lograron escapar de la ciudad.
Se dice que un grupo de sacerdotes pasaba cerca de Gracias, de camino a Comayagua. El alcalde de Gracias les envió una súplica, pidiéndoles que entraran a la ciudad y rezaran por la vida de los habitantes y para aliviar las penas causadas por la maldición. Los sacerdotes vinieron, rezaron y ayudaron a quemar muchos cuerpos en grandes hogueras en una zona alta llamada "Las Mesas".