Antonio Marañón, el Trapense para niños
Antonio Marañón, conocido como el Trapense o el Trapista, fue un personaje importante en la historia de España. Nació alrededor de 1777 en Marañón, Navarra, y falleció en 1826 en el Monasterio de Santa María de la Trapa de Santa Susana, en Villanueva de Almazán. Fue un soldado, un monje de la orden cisterciense y un líder guerrillero que apoyaba el poder total del rey. Es un ejemplo de los frailes guerrilleros que estuvieron activos en Cataluña durante el periodo conocido como el Trienio Liberal.
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¿Quién fue Antonio Marañón, el Trapense?
Antonio Marañón fue una figura destacada en un momento de muchos cambios en España. Pasó de ser un soldado a un monje y luego a un líder de grupos armados que luchaban por sus ideas políticas. Su historia nos ayuda a entender cómo era la vida y las luchas en España a principios del siglo XIX.
Sus primeros años y la guerra
Marañón participó en varias guerras importantes. Luchó en la Guerra de la Convención, que fue de 1793 a 1795, y también en la Guerra de la Independencia española. En esta última, tuvo un papel en la recuperación de Jaca el 5 de diciembre de 1813. Se destacó por sus fuertes creencias y, en 1814, destruyó la estatua de la libertad que estaba en el salón del congreso en Madrid.
Un cambio de vida
Después de la guerra, donde llegó a ser capitán, Marañón siguió en el ejército por un tiempo. Sin embargo, tuvo un período difícil y perdió su dinero. Después de esto, decidió unirse a la orden de los monjes cistercienses, que son muy estrictos. Se hizo monje para cambiar su vida y dejar atrás su pasado.
El líder guerrillero
En abril de 1822, Antonio Marañón formó uno de los grupos guerrilleros más activos en Cataluña. Estos grupos luchaban contra los gobiernos liberales del Trienio Constitucional. Contaba con apoyo económico de personas como Josefina de Comerford.
El 21 de junio de 1822, varios de estos grupos, liderados por Marañón, tomaron la ciudad de Seo de Urgel. Por su orden, los soldados que defendían la ciudad fueron capturados y luego asesinados en Olot. Al ocupar Seo de Urgel, los realistas (quienes apoyaban al rey) tuvieron por primera vez una ciudad fortificada. Allí se estableció un gobierno provisional que apoyaba al rey, llamado la Regencia de Urgel. Estaba formada por Bernardo Mozo de Rosales, Jaime Creus Martí y el barón de Eroles.
Su personalidad y apariencia
Modesto Lafuente, un escritor de la época, describió al Trapense cuando era guerrillero. Dijo que tenía unos cuarenta y cinco años, un aspecto serio y una mirada profunda. Se mostraba como una persona muy espiritual y virtuosa. Lafuente escribió que:
bendecía con mucha seriedad a la gente, que se arrodillaba a su paso y tocaban y besaban su ropa. Fingía tener visiones para que la gente le creyera y se emocionara; montaba a caballo con su hábito recogido, lo que se decía que hacía que las balas enemigas no le hicieran daño y lo volvía invulnerable: llevaba un crucifijo en el pecho, y un sable y pistolas colgando de su cintura.
Otro escritor, Sebastián Miñano, lo describió en 1824 desde París. Dijo que siempre vestía un hábito y una capa con una capucha alta. Tenía la cabeza afeitada, un crucifijo en el pecho y un rosario grande como cinturón. Montado en un caballo pequeño y poco atractivo, su figura era curiosa cuando revisaba a sus tropas. Pero esta forma de ser ayudó a que la gente lo apoyara, porque lo veían como alguien inspirado por Dios.
Marañón atacó la población de Cervera, causando muchas bajas entre los liberales y prendiéndole fuego. Esto ocurrió después de que el ejército liberal entrara en un convento de capuchinos en Cervera, desde donde les habían disparado, y mataran a los frailes.
El fin de su historia
Después de Cataluña, el Trapense se dirigió a Aragón, entrando en Barbastro y Huesca. Fue derrotado en Ayerbe por Zarco del Valle, quien le quitó un cañón y una bandera. Luego fue a Navarra y se unió a otros grupos. Desde Navarra, planeó tomar Jaca, pero sufrió otra derrota en Bolea.
En abril de 1823, un soldado francés que llegó a España para ayudar a restaurar el poder del rey, se encontró con el Trapense en Fuenterrabía. Lo describió como una persona muy creyente. El soldado francés vio cómo el Trapense se hacía disparar con una pistola descargada para hacer creer a sus hombres que era invulnerable. A cambio de ofrecerles "milagros", permitía que sus hombres, que no seguían las reglas, hicieran cosas duras. Dos años después, el francés se alegró de verlo llevado bajo vigilancia a un convento, donde seguramente pagaría por sus acciones.
Después de que el rey Fernando VII recuperara su poder total gracias a la ayuda del duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de San Luis, el Trapense se convirtió en un problema incluso para los realistas debido a sus fuertes creencias. En febrero de 1824, el conde de España, capitán general de Navarra, lo envió a Madrid escoltado. Desde Madrid, fue llevado al monasterio trapense de Santa Susana, donde se cree que murió en 1826.
Existe un relato diferente sobre la muerte del Trapense, contado por Pompeyo Gener en sus escritos. Gener cuenta que en el otoño de 1823, el grupo del Trapense entró en Cambrils, donde estaba la casa de su familia. Allí capturaron a uno de sus tíos. Su abuela, al darse cuenta, corrió a abrazarlo. Marañón, acercándose por detrás, la golpeó en la cabeza, y luego la abuela y su hijo fueron asesinados con bayonetas. Cuando el abuelo de Gener, que era capitán de un barco, se enteró, organizó un grupo con sus otros hijos para perseguir al monje. Pocos meses después, su tío José encontró al Trapense solo y lo capturó.
Los suyos querían hacerle daño. «¡Alto!, que me pertenece», les gritó. Lo ató fuertemente a una cuerda y, atándola a la silla de su caballo, partió al trote arrastrándolo, y los demás detrás de él por horas y horas. Al llegar al lugar donde el fraile había matado a su madre y a su hermano, se detuvo. El «Trapense» ya no tenía forma humana; había dejado trozos de carne por el camino pero aún latía. Entonces lo hizo atar a un árbol y lo fusiló, poniendo encima de él un letrero que explicaba la causa.
Benito Pérez Galdós también hizo un retrato del Trapense en su novela El terror de 1824, parte de sus Episodios nacionales:
... avanzaba hacia el centro de la plaza la figura más extraña que se podía ver en esos días de problemas políticos [...] Era un hombre a caballo, o mejor dicho, en mula. Vestía hábitos de fraile y llevaba un Crucifijo en la mano, y colgando del cinturón un sable, pistolas y un látigo. Le seguían cuatro lanceros a caballo y lo rodeaba una escolta de mujeres que gritaban, niños y otra gente que se aprovecha de las revoluciones.
El Trapense era joven, de piel pálida, ojos grandes y negros, barba espesa, con un aire más de persona astuta y engañosa que de guerrero feroz. Había sido monje en un convento, donde causó muchos problemas a los frailes por su mala conducta, hasta que se hizo guerrillero, teniendo éxito al liderar los grupos de Cataluña. Conociendo bien el país donde había nacido, creyó que sus ropas de fraile eran el uniforme más atractivo para liderar aventureros, y junto a las armas afiladas puso la imagen del Crucificado. En los campos de batalla, excepto en alguna ocasión especial, llevaba el látigo en la mano y la cruz en el cinturón; pero al entrar en los pueblos colgaba el látigo y mostraba la cruz, invitando a todos a besarla. Esto hacía en ese momento, avanzando por la plaza. Su mula apenas podía avanzar entre la multitud de patriotas devotos, y él, mostrando una seriedad más propia de una máscara que de un fraile, daba bendiciones. El Demonio, si se hiciera pasar por evangelista, no lo habría hecho con más gracia. Al verlo, uno dudaba entre la risa y un miedo más grande que todos los miedos. Los tiempos actuales no pueden imaginarlo, aunque hayan visto pasar una sombra triste y violenta de esas figuras espantosas. Sus imitaciones posteriores han sido menos impactantes, y ninguna ha sido popular, sino que han recibido el rechazo y las burlas del país.Benito Pérez Galdós, El terror de 1824, cap. IV.